Ay, entramos en febrero, mes corto, muy corto para cumplir con todo lo que nos habíamos prometido hacer durante el verano ¡Ahora o nunca! Y un eco antipático, insistente, machacón, retumba en un rincón de la sesera: ¡Nuuuuuuunca! Entonces prometo no dejarme llevar por la inercia y hacer por lo menos ¡algo! de lo postergado. Miro el teclado acusador y me digo ¡Lo haré mañana!
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