Amor, ya sé que no mora usted en mis mansiones desoladas. Ya sé, son todos sueños y usted: una sombra viajera que se esfuma.
Estoy consciente de que no crecen las rosas en el mar. Testigo soy, que al sueño usted se aviene y el pensamiento no detiene en mi pálida presencia ni un segundo su tiempo apasionado.
Y jamás he visto a las piedras llorar o reir o gritar desde su refugio inmóvil. Pero usted existe. Es cierto. Lejos de mis manos y mis ansias.
Lejos de mi palabra y de mis noches. Y es por eso que me asomo hasta sus ojos, alquilo su mirada, y no cesa mi rayo en esta ausencia.
(laris) 2010