Es un vagabundo más como tantos que suelen encontrarse por ahí, que se mueve en medio del paisaje, mimetizado con el camino polvoriento, camina sin prisa, siempre ausente. Ajeno de los que pasan cerca suyo con esa prisa extraña y aire altivo. Su piel ennegrecida por el sol inclemente, por el hielo de las oscuras madrugadas, llena de surcos, parece un antiguo pergamino. Su mirada ausente, a veces agresiva y su mutismo, logran que la gente se repliegue a su paso, como temerosa. Pero él sigue su camino. No espera nada de nadie, ni palabras, ni gestos, se obstina en cambio en seguir siendo un solitario, sólo como una parte más del paisaje. Sin más valor que la hoja seca barrida por el viento. Nadie sabrá nunca de sus sueños,si es que los tuvo, ni si fue feliz una vez? Si amó?
Su figura, enjuta y silenciosa se acompaña sólo con el peso que egoistamente guarda para sí y lo encorva, como con ansias de llegar a la tierra y... al fin descansar. Apagándose cada día un poco más, insensiblemente, preso ya en las ansias de no ser...