El escritor H. W. McLaughlin cuenta que visitó Israel y conversó con un viejo pastor. Pensando en el Salmo 23, McLaughlin le preguntó al pastor como usaba el su cayado para consolar y guiar a las ovejas.
El anciano dijo que durante el día, siempre lleva el cayado atravesado sobre los hombros de manera que las ovejas puedan verlo. De alguna manera eso las tranquiliza y les asegura la presencia y protección del pastor. Luego explicó que si les sorprende la oscuridad antes de que haya podido llevar al rebaño a un lugar de descanso seguro para pasar la noche, o si quedasen atrapados en medio de la niebla y las ovejas no pudiesen ver el cayado, camina despacio al tiempo que golpea el suelo con el cayado. Aunque las ovejas no pueden ver el cayado, si pueden oír los golpes, y por tanto siguen la dirección del sonido, conscientes de que su pastor va delante de ellas.
La palabra inspirada de Dios es para el cristiano lo que el cayado es para aquellas ovejas; es decir, le asegura la presencia, protección y provisión de Dios día y noche. A veces vemos su guía muy claramente en las Escrituras. Sin embargo, otras veces hemos de escuchar con especial atención al Espíritu de Dios cuando nos habla a través de las Escrituras. El Espíritu de Dios nos dará la seguridad de que nuestro pastor, aunque no podamos verlo, siempre está con nosotros.
Pensamiento: No necesitas saber a donde vas cuando sabes que quien te guía es Dios.