Jesús debe ser el centro de nuestra vida misma, amarlo a él, estar con él, aprender de él y vivir para él es el propósito y la meta más grande de Dios para sus hijos, quién no ponga a Jesús como el fundamento y el centro de su enseñanza no es digno de llamarse cristiano. Aquel que llamándose cristiano no sigue a Jesús de todo corazón no es cristiano, es solo un título religioso llamarse creyente y no amar al Señor Jesús sobre todas las cosas. Quienes dejen controlar sus vidas por el Señor y quienes obedezcan su palabra por amor serán quienes reciban las eternas y abundantes bendiciones del Dios de los cielos. El Señor nos llama con lazos de amor, nos enamora con su ternura, nos capta, nos atrae y nos atrapa por completo porque nos ama con amor eterno.
“Acuérdate de Jesucristo” le decía Pablo a Timoteo (2 Tim. 2:8) Pablo lo corrige en su corazón y pensamientos en algo que entendemos que es básico, pero aun así necesitamos recordarlo, el apóstol lo hizo y nosotros debemos hacerlo con nosotros mismos y con los demás. En la versión NVI dice:
“No dejes de recordar a Jesucristo, descendiente de David, levantado de entre los muertos. Este es mi evangelio, por el que sufro al extremo de llevar cadenas como un criminal”.
Hay un solo Jesucristo, el descendiente del gran rey David de Israel, y agrega, “levantado de entre los muertos” ya no hay nadie que pueda hacer imitaciones, nadie pede reemplazar a este Jesús resucitado, el único y verdadero Dios; y Pablo continúa diciendo: “Este es mi evangelio, por el que sufro al extremo de llevar cadenas como un criminal” este es mi evangelio, el nuestro, el único, no hay otro. Todo lo que recibamos, si es alguna revelación, entendimiento, paz, salud, prosperidad y felicidad, no importa que sea, todo lo bueno viene por medio de la cruz de Jesús, nuestro completo salvador.
Hoy es día de decirle simplemente: “Gracias, gracias, gracias por todo Jesús”. Tanto tiempo que nos escucho, que nos consoló en nuestros lamentos, que nos perdonó una y otra vez… y lo seguirá haciendo, el es el autor y consumador de nuestra fe, el único a quién adoramos, glorificamos y exaltamos. El es uno con el Padre, si buscamos a Dios, lo hacemos por medio de Jesús, si tenemos a Jesús tenemos al Padre y al Espíritu morando en nosotros. Estas simples palabras se las quiero dedicar a mi amado, al amado de mi alma, a mi Señor y salvador por quién viviré el resto de mi vida. Proclamaré su nombre hasta el fin. Estas palabras son muy sencillas para recordarnos que el fin de nuestra fe es la salvación de nuestras almas eternas y estaremos con el por siempre y para siempre. Amen.
“(…) Les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:20 (NVI) “Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades”. Apocalipsis 1:17-18
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre”. Juan 14:12
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