“ Lo vi muy bien,/ aquel niño judío/ que estaba allí esperando/ a que se abriesen/ los hornos crematorios de Auschwitz.. Lo vi muy bien;/ llevaba una túnica ligera/ ceñida con un cordón de esparto. / Tenía 12 años,/ la misma edad de Cristo/ cuando se escapa de su casa/ a discutir con los doctores del Templo. Puede ser aquel niño/ fuese el mismo Cristo.../El hombre que tos crucificamos”
(León Felipe)
Hoy te pongo en contacto con la brutalidad de los hombres cegados por torpes ambiciones. Sí, ya habrás visto en películas, en la tele o en narraciones históricas los horrores de hace 60 años.
La razón de tales sufrimientos inhumanos no es otra que la aberración y la locura desmedida de los hombres.
Hoy, sumérgete en los seres que han pasado a mejor vida por el crimen absurdo y estúpido de algunos seres humanos que han querido ir contra la razón y contra la igualdad que todos tenemos ante los ojos de Dios.
Horror de ayer, horror de hoy en mucho lugares de la tierra. Parece ser que la ambición no tiene cura. No hay medicina para ella.
Hay hombres que siguen siendo peor que los lobos para sus semejantes. Digo peor, porque las armas mortíferas acaban pronto con media humanidad.
Pero detente en tu barrio, en tu ciudad. Hay gente que sufre. Y te ruego, por favor, que no pases desapercibido ante el dolor de los otros.
Los medios de comunicación social anuncian el día del padre, de la madre, de san Valentín...pero no anuncian el día del enfermo en el sexto domingo de Pascua.
Ve en el enfermo a Cristo. ¿Quién eres tú?, le preguntó una vez un joven a Cristo?
Y el Señor le contestó: Aquel enfermo que fuiste a visitar y aliviar sus penas.
¡Vive hoy feliz!