“Brisas primaverales/ embriagan mi estancia/ de una áspera fragancia/ de hojas verdes, con agua, de rosales. Aún no da el sol en el papel, escrito/ con mano firme y pura, / mientras el noble corazón contrito/ trocaba, blando, su amargura en dulzura...¡ Qué paz y qué ventura! / Amanece, riendo, en lo infinito”.
(Juan Ramón Jiménez).
¡Da un salto de la cama! Abre tus ventanas. Saluda al nuevo día, envía un piropo al sol; toca delicadamente la flor que esta noche pasada ha florecido en tu jardín con toda elegancia y hermosura.
Mira aquel capullo de rosa que despunta con fuerza entre las otras ya marchitas.
Coge un papel y escribe lo que sientes. Ponte, desde el amanecer, en contacto con la amada naturaleza.
Tócate el pecho y notarás cómo marcha rítmicamente tu corazón. Es una gloria. El está ahí siempre. Tú no le dices que se mueva y él, sin embargo, fiel a la voz del Creador, sigue latiendo hasta el día en que te entregue en sus manos amorosas.
Me imagino que sientes una paz, una dulzura indescriptible esta mañana.
Has amanecido, riendo, hacia lo infinito, hacia lo grande que llevas y anhelas dentro de tus pensamientos finos, limpios y puros como este amanecer.
Eres una criatura afortunada. Te has levantado sin resaca de bebidas ni de comilonas no0cturnas.
Has elevado tu mirada al cielo. Tus ojos son una invitación para que los aprecies, los cuides, los mimes en este día concreto en que te has dado cuenta de su belleza y de su encanto.
¡Vive hoy feliz!