El texto lo adquirió en una librería donde vendían ejemplares de segunda mano. Lo encontró en la parte superior, donde se ubican los tratados que, en criterio de los dueños del negocio, difícilmente tendrán comprador. "Me enseña ése, por favor" dijo señalando el manual. Estaba empastado en material fino, de color rojo, sin que pudiera ignorar el paso del tiempo en la encuadernación.
La novela era estupenda. No podía apartar sus ojos del relato que le llevó a viajar en el tiempo hasta la época de la colonia en América. No podía dejar de imaginar cómo eran los muelles, algunos de madera y otros empedrados como el de Cartagena, los carruajes, las casas inmensas con portones de madera labrada y patios inmensos adornados por jardines interminables y fuentes de agua que bañaban de frescura los atardeceres calurosos.
Le llamó la atención la forma de describir cada hecho. Y decidió averiguar más sobre el autor. No había mayor información. Entonces tomó la determinación de escribir al autor, que de acuerdo con la biografía, había muerto un siglo atrás. Se dirigió a la dirección postal que aparecía en la solapa del libro. Lo sorprendente es que recibió respuesta, tres semanas después. La carta estaba escrita a mano, con pluma y con sellos antiquísimos que pudo intuir, eran de la época.
Fue así como nació una amistad que jamás soñó, y a través del escritor pudo viajar en el tiempo, construyendo un puente hacia el pasado con alguien a quien nunca conocería personalmente pero que, a través de sus misivas, le describía cuál era el ambiente, las circunstancias y las personas que le rodeaban.
¿Imposible? Estamos de acuerdo. Humanamente es improbable que una situación así ocurra, pero no es inverosímil que ocurra en el mundo infinito e ilimitado de la imaginación. Al repasar esta historia que me surgió un atardecer cualquiera en Santiago de Cali, meditaba en que, desde la perspectiva cristiana, sí es posible conocer qué ocurrió en la antigüedad. La posibilidad se abre cuando buscamos en los diferentes libros de la Biblia.
Dios habla a su pueblo