En el Espíritu de Dios hay vida
En el Espíritu de Dios hay vida. En él no hay preocupaciones; problemas tal vez existirán pero en él no son manifiestos. El Espíritu de Dios es el vivificador, y en su presencia está el gozo. En el Espíritu de Dios se despierta a la vida, y se sacia la sed del sediento.
En el Espíritu de Dios hay poder de sobra para realizar la obra. Fuera de él, toda obra se convertirá en un pesar. En el Espíritu de Dios no hay heridas, tal vez seas atacado pero no guardas rencor. En el Espíritu de Dios no existen cargas, sino nuevos retos que conquistar. En el Espíritu de Dios no hay temor, sino valor que te inunda.
En el Espíritu de Dios se renueva tu entendimiento, para finalmente desprenderte del pasado. En el Espíritu de Dios se encuentra reposo y vida en abundancia, pero esto solo se consigue entregando aquello que tanto amó tu alma y la tuvo atada.
En el Espíritu de Dios no hay pesadez por las mañanas, sino una nueva oportunidad para ser mejor. En el Espíritu de Dios no tiene cabida la apatía, más solamente amor a la vida.
En el Espíritu de Dios no hay desanimo al escuchar noticias, sino fuego que arde por compartir la mejor noticia.
En el Espíritu de Dios no hay vacío y se encuentra propósito, fuera de él somos simplemente seres esperando su partida al Seol. En el Espíritu de Dios no hay sueño imposible, fuera de él tendremos una vida mediocre.
El Espíritu de Dios sana toda herida en el alma, sin importar qué es aquello que hemos padecido él nos restaurará. En el Espíritu de Dios hay vida, y vida en abundancia, solo hay que buscarle cómo busca agua el sediento.
El Señor tu Dios hoy dice: -Clama a mí como el sediento clama por agua, y te inundaré con mi Espíritu.