"No sólo existen bancos en la tierra, también hay bancos en el
Cielo. Todas nuestras emanaciones luminosas y puras, todos
nuestros actos, nuestros sentimientos y nuestros pensamientos
inspirados por la nobleza, el desinterés y la generosidad son
clasificados, sin saberlo nosotros, por unas entidades encargadas
de ello; y luego son colocados en el banco celestial como un
capital a nuestro nombre.
Es como si hubiéramos abierto una cuenta. Posteriormente, cuando pasamos por dificultades o bien
queremos hacer el bien, ayudar a las criaturas, podemos pedir una
ayuda, un sostén y este banco nos lo proporciona enseguida. Pero
si no hay ningún capital depositado, el banco celestial no nos
escucha.
¡Cuántos se preguntan si sus oraciones son oídas o no por el
Cielo! Ésta es la respuesta: el Cielo sólo escucha y atiende a
aquellos que han colocado riquezas en la banca divina."