“Es imposible crecer espiritualmente si nos sentamos en un maravilloso vergel y hacemos que nos sirvan el más suculento manjar en bandeja de plata.
Crecemos cuando enfermamos,
Cuando tenemos alguna pena,
Cuando nos vemos obligados a asumir
una pérdida dolorosa.
Crecemos cuando aceptamos el dolor e
intentamos comprenderlo,
no como una maldición o un castigo,
sino como una gracia que recibimos
para llevar a cabo con ella una misión perfectamente determinada”