Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían”
Juan 6:11
Estamos en presencia de uno de los más grandes milagros hechos por Jesús durante su ministerio terrenal. Se lo conoce como el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. El relato bíblico nos dice que en aquella jornada, miles de personas asistían al mensaje que Jesús pronunciaba. Pasadas las horas y ya cercanas las sombras de la noche, los discípulos se acercan al Maestro con la sugerencia que despidiera a aquella multitud, a estas alturas, cansada y hambrienta. Jesús, sabiendo muy bien el milagro que habría de suceder, desafió la fe de sus seguidores al sugerirles que ellos mismos se encargaran de proveerles comida. ¿Cómo alimentarlos, de dónde sacar miles de raciones de comida? El Maestro al verlos desorientados, les preguntó si alguno de los que allí estaba tenía algo de comida. Un joven contaba con cinco panes y dos peces, pero eso y nada era lo mismo. Sin embrago, El Señor pidió que le acercasen aquella escasa ración. Mandó a que la muchedumbre se recostara sobre la hierba y, tomando los panes y los peces, los bendijo y comenzó a repartir generosos pedazos de ellos, en las manos de los siervos primero, y de estos, en las manos del gentío hambriento. ¡Y el milagro sucedió! Aquella multiplicación sobrenatural de panes y pescados sació el hambre de aquellas gentes, quienes comieron todo cuanto quisieron hasta quedar plenamente satisfechos. Es que cuando ponemos en manos de Dios aún lo poco, Él se encarga de transformarlo en mucho.
Amigo de las mejores palabras, yo te animo a que recibas a Cristo como tu Señor y Salvador. Poné en sus manos aún lo poco que tengas. Poca salud, poca paz, poco trabajo, poco trabajo, poca fe, pocas esperanzas, pocos sueños, pocas ganas de vivir. No lo olvides, lo poco en manos de Dios, siempre se transforma en mucho. ¡Ánimo, mucha vida te espera
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