Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie” 1 Corintios 2:14 y 15
El apóstol Pablo, que es quien escribe estas palabras, nos habla de dos clases de personas. Nos habla primero del hombre natural, esto es, el hombre que no conoce a Dios, que vive sin prestar atención a su vida espiritual. Esta clase de personas lleva una existencia basada en una percepción natural, esto es, de acuerdo a lo que sus cinco sentidos naturales le indican. Por lo tanto todo lo que le rodea lo filtra a través de esos sentidos. Cree en lo que ve, toca, huele, gusta y oye. Por lo tanto su base de conocimiento espiritual está muy condicionada. Entonces le es muy difícil, por no decir imposible, entender las cosas de Dios. Claro, ¿Cómo relacionarse con un Dios que no se lo puede ver, ni tocar, ni oír? Ese es el hombre natural, según el apóstol lo describe. Para él la idea de la existencia de Dios es una verdadera locura sin ningún fundamento racional. Es por eso que Pablo dice para relacionarse con el Dios vivo se debe utilizar el discernimiento espiritual. Esto significa que para acercarse a la presencia de Dios se deben dejar a un costado los sentidos naturales y permitir que el espíritu humano sea quien realice esa búsqueda trascendental del Creador. Cuando Dios creó a Adán sopló en su interior espíritu de vida, ese espíritu es el que anhela con ardor a Dios. Una persona espiritual es aquella que ha alcanzado el máximo potencial en su vida, es quien ha conocido en la persona de Jesucristo al Dios que lo formó en el vientre de su madre. Una persona espiritual es una persona feliz que disfruta cada instante de la vida.
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By Maritza
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