“¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio” Isaías 40:25 y 26
Estas palabras que leemos en el libro del profeta Isaías son una verdadera inyección de fe para aquellos que ponen su confianza en Dios. Y es El Creador mismo quien interroga al ser humano, ¿A quién me han de comparar? ¿Quién o qué me puede igualar? El profeta insta a elevar los ojos al cielo y contemplar así la grandeza y magnificencia de todo lo creado. La idea del mensaje es esta: Tal la grandeza del universo, tal la grandeza del que lo ha creado. Concebir el mundo conocido como producto de un accidente es una idea tan irrisoria que no resiste el menor análisis. Pensar que todo se ha originado por generación espontánea es casi un insulto a la inteligencia humana. ¿Cómo no reconocer una inteligencia superior en la autoría del mundo y sus habitantes? ¿Cómo ignorar las huellas digitales de Dios en la elaboración de lo que conocemos? Basta considerar la vida misma para entender la intervención divina en la gestación humana. ¿Quién, sino Dios, puede crear esa maravillosa y asombrosa pieza de ingeniería genética que es el ser humano? ¿Descendientes del mono, teoría de la evolución, hipótesis darwinianas intentando explicar lo inexplicable? ¿Acaso el bing bang explica el origen de la vida, gases y átomos explotando espontáneamente fueron el comienzo de todo? ¿Es creíble este pseudo dios de la ciencia como el iniciador de todas las cosas? Definitivamente no. Decididamente esta teoría no se sostiene por sí misma. Nos quedamos con la explicación creacionista que La Biblia nos brinda, con la del diseño inteligente que nos dice que una mente superior es la que ha diseñado y creado todo
POSTALES MANANTIAL DE AGUA VIVA
By Maritza
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