el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen”
Romanos 4:17 (B)
En estas palabras del apóstol Pablo, lo encontramos hablando de Abraham, el padre de la fe. En su encendido elogio hacia aquel patriarca, quien le creyó a Dios lo que este le prometía, podemos ver el carácter sobrenatural de los actos poderosos de un Dios vivo. Aquella promesa de concebir con su anciana y estéril esposa Sara un hijo, promesa absurda según la mente racional, se transformó en una realidad. Así es, aquella pareja de viejitos fueron padres de un hijo llamado Isaac. La locura de Dios convertida en realidad. Lo increíble y sobrenatural haciéndose real. Por eso pablo en su carta a los romanos pone de relieve la fe de Abraham. Él recibió con fe lo que Dios le prometió. Y esa fe lo hizo merecedor del milagro cumplido. El Señor, según las palabras del apóstol, le dio vida a la matriz muerta de la anciana Sara, y llamó a Abraham padre de multitudes antes de tener su único hijo. Así son las cosas de Dios. Imprevistas, asombrosas, milagrosas.
El hombre actual está demasiado ocupado en “vivir” como para detenerse a pensar en su necesidad de Dios. Ese vacío interior pretende llenarlo con la mucha actividad. Las muchas ocupaciones y, las consiguientes preocupaciones. Una agenda llena. Y cundo comprende que nada de lo que busca o intenta construir lo satisface, es cuando el vacío se agiganta hasta tornarse insoportable. Entonces acude a los salvavidas químicos, como los tranquilizantes y ansiolíticos, las drogas, el alcohol, se sumerge en las profundidades del vicio y el descontrol.
Amigo de las mejores palabras, no importa cuan dura sea tu realidad, no importa cuán imposible te parezca a vos la salida. Dios sigue siendo Dios. El poder del Espíritu Santo es tan grande que Él sí puede llenar el vacío de tu alma. Él es la pieza que falta en el rompecabezas de tu vida. Recibí ahora mismo a Jesús como tu Salvador y preparate para ver tu milagro convertido en realidad.