“El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los
asentados en región de sombra de muerte, Luz les
resplandeció” Mateo 4:16
Estas palabras que hallamos en el Evangelio de Mateo son las mismas que podemos leer en el libro del profeta Isaías. Ambas se refieren al inicio del ministerio terrenal desarrollado por Jesús. Qué interesante resulta analizarlas. Hablan de un pueblo en tinieblas, de sombras de muerte, pero también hablan de una luz resplandeciente que les iluminaba. Cuando tanto el profeta como Mateo hablan de tinieblas y de sombra están describiendo el estado espiritual de los seres humanos. La sombra y la oscuridad no son sino metáforas que describen a alguien que vive sin esperanza y, por consiguiente, sin futuro. Nos habla de vidas sin propósito, carentes de horizonte. Cuando el ser humano no tiene una relación con su Creador ese vacío existencial se ahonda hasta límites insospechados. La persona sin Dios no puede alcanzar la felicidad ni la plenitud. Desperdicia algo tan valioso como la vida misma y, en su desesperada búsqueda de respuestas para su alma sedienta, se aferra a ficticios salvavidas que, lejos de salvarlo, lo hunden más y más en una vorágine de autodestrucción. Porque ni la droga, ni el alcohol, ni el sexo ilícito, ni la pornografía, ni el dinero, ni las cosas que con él se puedan comprar, le darán lo que solo Dios puede darle. Retomando las palabras de Mateo, en aquellas sombras de desesperanza y muerte espiritual, resplandeció la luz del mensaje glorioso del Evangelio. Las palabras llenas de esperanza y aliento salidas de la boca de Jesús llevaron a esos corazones desanimados el mensaje de Dios: Hay un mañana y se llama Jesucristo.
Amigo de las mejores palabras, si te has cansado de malgastar tu vida. Si probaste en vano ser feliz y no lo has logrado. Si sentís que esas sombras de amargura te están envolviendo, te tengo la mejor noticia que tu corazón cansado pueda escuchar. Jesús te ama y tiene un propósito maravilloso para tu vida.
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