Admiración mutua: un requisito fundamental
En un principio, cuando una relación comienza, es un tanto idealizada. Con el correr del tiempo se va aterrizando el concepto que se tiene del otro, lo que puede hacer que la relación se transforme en una rutina y se pierda el encanto que se sentía originalmente.
Por esta razón debemos analizar muy bien la importancia que tiene la admiración mutua, de manera que nos permita crecer en la relación de pareja.
Vamos a analizar el significado de las siguientes palabras:
- Admiración: Sentimiento de aprobación y de placer, maravillarse con el otro.
- Mutua: En forma recíproca, le ocurre a los dos, en pareja.
- Matrimonio: Viene de mater, que lleva implícito el concepto de ser madre, tener la disposición de formar una familia.
- Pareja: Par que se une en un todo, pudiendo dividirse ese todo en dos partes iguales.
Debemos cuidar que no nos suceda lo que Ovidio describe en su Mito de Pigmaleón, en el que este hombre renuncia a casarse con alguna mujer, por encontrarlas viciosas y veleidosas. Sin embargo, se esculpe una figura femenina de la mujer de sus sueños. La idealiza tanto que llega a enamorarse de su propia escultura, por lo que le pide a la diosa Venus que la transforme en humana. Sus deseos se cumplen y él comienza una relación que Ovidio describe con muchos problemas y vicios; los que ocurren, obviamente por formarla basándose en la idealización de la pareja.
La pareja aquí se transforma en una posesión en la que el otro es como yo quiero que sea, por lo que el otro pierde su individualidad. Si analizamos la teoría psicológica del desarrollo de Erickson, podremos describir las tensiones matrimoniales como la respuesta individual errada frente a las crisis que se van presentando.
Erickson enumera ciertas etapas por las que va pasando cada persona, en las que se genera una crisis entre dos polos. La adecuada superación de cada crisis va desarrollando determinadas virtudes, que después se irán transformando en herramientas para enfrentar los problemas que se van presentando durante la vida.
Las etapas que se presentan según la edad de la persona son:
- Confianza vs. desconfianza básica: La superación de la crisis llevará a la virtud de la esperanza y a la posterior fe adulta.
- Autonomía vs. vergüenza y duda: La superación de la crisis llevará al desarrollo de la voluntad.
- Iniciativa vs. culpa: La superación de la crisis llevará a la persona a tener un posterior propósito en la vida.
- Laboriosidad vs. inferioridad: La superación de la crisis llevará a la virtud de la competencia.
- Identidad vs. confusión de la propia identidad: La superación de esta crisis llevará a la virtud de la fidelidad. Esta etapa coincide con la adolescencia de la persona.
- Intimidad con el otro vs. aislamiento: La superación de esta crisis llevará a la virtud del amor.
- Proyección vs. ensimismamiento: La superación de esta crisis llevará a la virtud de la donación al otro.
- Integridad vs. disgusto: La superación de esta crisis llevará a la virtud de la sabiduría.
Principios funcionales de las relaciones de pareja
Principio del deslinde
Para que la pareja funcione bien, debe tener claros sus límites. En ésto hay tres tipos de pareja:
- Las que muestran sus límites hacia el exterior de la relación como muy permeables y abiertos, sin embargo, entre ellos el límite es muy cerrado, por lo que en realidad se va perdiendo en el concepto de pareja.
- Las que se muestran muy herméticas en sus límites hacia afuera y muy permeables entre ellos, por lo que no reciben ninguna alimentación desde fuera y se cierran mucho entre ellos.
- El ideal de pareja, la que muestra tanto hacia el exterior, como al interior, límites claros y franqueables. Son parejas que enriquecen y se dejan enriquecer por su entorno y a la vez se enriquecen entre ellos.
Principio del comportamiento regresivo/progresivo
Aquí, uno de los dos presenta actitudes infantiles o demanda protección por parte de su pareja y el otro toma el rol de madurez y apoyador. Estas actitudes se dan siempre, pero lo que debemos cuidar es que sean movimientos en que se vayan pasando del uno al otro los roles de protector y protegido.
Principio de la igualdad de valor
Se refiere, mucho más allá de la igualdad de los derechos, a un sentimiento que tiene que ver con esa igualdad: igualdad en la estima del uno y del otro. Aquí vemos cómo en parejas puede parecer que uno brilla por sobre el otro pero, si se analiza bien, se vería que aquel que está en la sombra, en realidad está en una posición de nutrir al otro en una situación de mutuo acuerdo. Se refiere a un sentimiento profundo de admiración que no tiene que ver sólo con los logros económicos. Este es entonces un proceso de adaptación mutua. Se desarrollará según como hayamos vivido nuestras crisis individuales. Si hay alguna etapa que no se ha superado bien, veremos menoscabado nuestro posicionamiento dentro de la pareja.
Cuando el principio se rompe y uno de los dos tiene más valor que el otro en forma evidente, la pareja tenderá a romperse, pues comienzan a distanciarse. Es importante darse cuenta que, cuando ocurre, ésta es una crisis y no un final que debemos superar, para lo cual se sugiere que el límite dentro de la pareja sea permeable, de manera que se pueda conversar.
Fases del matrimonio (visto como proceso y no como estado) y sus crisis típicas
Fase de la formación de la pareja estable
Corresponde a la adolescencia, donde se van formando acuerdos de lealtad libremente escogidos.
Fase de estructuración y producción o matrimonio joven
Se pone en juego lo que se discutía en lo abstracto: valores, acuerdos, metas, objetivos y cómo se logran.
Crisis de los años de la mitad de la vida
Es la etapa más difícil y larga. Ocurre cuando un proyecto se ha logrado y se percibe un vacío dentro de la pareja. Aparece una rebelión y un análisis individual de qué es lo que se quiere, a dónde se va. Es un replantearse lo que se hará en los años que quedan. En este momento es cuando se ve más perturbada la admiración mutua. Si tenemos un proyecto trascendente, es más llevadero. Viene la entrada a lo profundo, a lo que admiro del otro, y aparece una voluntad de iniciar un proceso de transformación individual y de pareja.
Matrimonio anciano
La pareja se une estrechamente y se sienten navegando en un mismo barco. Tienden a cuidarse el uno al otro.
Preguntas para analizar en pareja
1. ¿En qué ocasiones ha sentido que, en pos de la intimidad de la pareja, ha renunciado a sí mismo?
2. ¿Cuándo ha sentido la necesidad de fortalecerse a sí mismo, distanciándose del otro?
3. ¿La relación de pareja se distingue claramente de la relación con las otras personas?. ¿Cuánto espacio y tiempo tienen para compartir como pareja?
4. ¿Cuándo ha sentido la necesidad de ser dispensador inagotable de fuerza, energía? ¿En qué planos?
5. ¿En qué ocasiones ha tenido una actitud de absoluta dependencia y ha dejado que el cónyuge tome las decisiones?
6. ¿Cómo se han ido abordando estas actitudes en cada uno?
7. ¿Qué valora en su cónyuge?
8. ¿Cómo se reafirman mutuamente, aunque socialmente estén en condiciones aparentemente desiguales? ¿Cómo se mantiene la igualdad de valor dentro de la pareja?
9. ¿Qué critica recurrentemente a su cónyuge y qué hay detrás de usted en esa crítica?
10. ¿Entre nosotros hay vencedores y vencidos? ¿Cómo abordan esos sentimientos?
CUALIDADES DEL VERDADERO AMOR
La adaptabilidad, la lealtad y el apoyo incondicional, son cualidades que encontramos en el verdadero amor y en los matrimonios felices. Las relaciones amorosas prosperan sólo cuando se basan en la sensibilidad y la ternura, cuando los dos se apoyan mutuamente y permiten que su compañero pueda expresarse y realizarse plenamente. Cuando AMBOS componentes de una pareja confían el uno en el otro y permiten que cada cual pueda desarrollarse y seguir su camino personal, entonces surge un bienestar tierno y amoroso que bendice su relación y garantiza la felicidad.
También obtendrás ese mismo sustento y apoyo cuando consigas amarte plenamente a ti mismo. Tómate tu tiempo para reflexionar acerca de lo que necesitas y permítete la satisfacción de regalártelo; puede tratarse de tomar un baño caliente, de matricularte en un determinado curso o de pasar un fin de semana de campamento. De esta forma seguirás tu propio camino y aceptarás de buena gana lo que te puede ofrecer la única persona a la que conocerás íntimamente desde su nacimiento hasta su muerte: TU MISMO.
Chiflando y aplaudiendo
Aquí queremos hablar de cómo han de ser las relaciones que anteceden al matrimonio, para que alcancen su verdadero fin -no demasiado lejano: la constitución de una familia edificada sobre la fidelidad de un amor conyugal abierto a la vida.
Uno de los más prestigiosos siquiatras contemporáneos, Victor Frankl, en su obra Psicoanálisis y existencialismo, afirma: hasta en el amor entre los sexos no es lo corporal, lo sexual, un factor primario, un fin en sí, sino simplemente un medio de expresión. El amor puede existir sustancialmente, aun sin necesidad de eso. Donde sea posible lo querrá y lo buscará; pero, cuando se imponga la renuncia, el amor no se enfriará ni se extinguirá (...) El amor auténtico no necesita, en sí, de lo corporal ni para despertar ni para realizarse, pero se sirve de ello para ambas cosas.
El hombre es un compuesto de alma espiritual y cuerpo, para quien de veras ame, la relación física, sexual, no es sino un medio de expresión de lo que constituye el verdadero amor, es decir, de la relación espiritual...(H. Vitae)
Aplazando la satisfacción del impulso sexual se logra algo muy esencial: la profundización en la dimensión espiritual del amor, que es la que está llamada a permanecer por encima de todos los avatares físicos o síquicos que una larga vida puede deparar.
El sacrificio que supone la continencia enseña a amar con el alma, con la mente y con la voluntad, que es lo más perfecto y digno que hay en el hombre. Este sacrificio es la primera gran donación que se debe a la persona amada, la primera manifestación de un amor verdaderamente personal.
A veces uno de los novios -con más frecuencia él- exige del otro la entrega corporal como prueba del amor. Ahora bien, un amor que exige pruebas está pronunciando su propio veredicto, dice J. Fischer. Lo propio del amor es dar, no tomar o poseer.
Amor es sacrificio -escribía Pemán-, y para ser feliz hay que saber mirar las flores sin arrancarlas. ¿Qué sucede si son arrancadas? Que al poco tiempo se encuentra en las manos una flor ajada, marchita, sin misterio y sin encanto, sin aroma y sin color, apolillada.
Respecto a los actos que naturalmente llaman a la plena relación sexual, no se puede realizar aquello cuya natural consecuencia sea precisamente lo que se trata de evitar. Yo no puedo tirar una piedra enorme contra un cristal si no quiero romperlo, y si la tiro, por más que proclame que no quería romper el cristal, lo quise.
En muchas cosas de la vida, el qué depende del cómo o del cuándo. El cómo y el cuándo a menudo modifican el qué, y lo transforman profundamente.
El discurrir del río por su cauce es plácido y fecundo. Cuando se sale de ahí, más que río es una potencia desmesurada, un monstruo cruel, que arrasa cuanto encuentra a su paso. El agua es saludable según cómo se encuentre. Si está contaminada, una gota puede bastar para llevar al cementerio.
En la conducta humana, lo que hacemos, depende en buena parte del cómo y cuándo lo hacemos. Concretamente, si es usada la genitalidad en el contexto que le es propio, al servicio del amor auténtico, ordenado a la vida, entonces no sólo es algo bueno, sino que hasta puede ser santo.
Los que buscan el goce físico antes del matrimonio se dejan casi inevitablemente arrastrar hasta centrar en él sus sentimientos y llegan así al matrimonio, viendo ante todo en el otro un instrumento de placer que el matrimonio permite siempre utilizar a voluntad. Cambiar de visión después del matrimonio resulta muy difícil.
La búsqueda del goce sexual antes del matrimonio inclina el espíritu a no ver en ello más que una satisfacción personal y natural en sí, con lo cual se le hace a uno mismo difícil ligarla al conjunto de la vida (Lecreq).
Un informe de la Union Internationel des Organismes Familiaux (München), decía lo siguiente:
Las relaciones sexuales completas, y también las caricias que producen el orgasmo, ejercen una fascinación en los enamorados que les impide normalmente comprobar y apreciar con exactitud los demás elementos de la armonía matrimonial, en especial los psíquicos y los espirituales. De ello se desprende frecuentemente el desengaño después de la boda, que es tanto más grave cuanto que los factores despreciados apenas pueden recuperarse después. Por el contrario, cuando la adaptación psíquica y espiritual se produce con plena conciencia, la base es más sólida y la experiencia sexual dentro del matrimonio se enriquece y se rejuvenece cada vez más.
Las experiencias sexuales prematrimoniales, lejos de ayudar al amor, lo deforman. El que llega al matrimonio sin aportar a él la integridad de su impulso emocional es como un corredor que se hiere en el pie antes de alinearse para la carrera. No hay pues medio de prepararse al matrimonio por experiencias carnales... Por eso no debe extrañar ni escandalizar que los casados tengan que comenzar por un aprendizaje, pasen por un período de tanteos y que su comportamiento sea a veces torpe. Es inevitable y hay que decir y repetir con insistencia que el aprendizaje del matrimonio es imposible antes del matrimonio. Hay que decirlo y repetirlo, porque se intenta sin cesar eludirlo (Lecreq).
La peculiar estructura biológica manifiesta con deslumbrante claridad que la relación genital está intrínsecamente ordenada a la procreación. Incluso en el caso de matrimonios estériles; en éstos sucede algo semejante a la ceguera: los ojos no pueden ver, pero en todo caso, la razón de ser del ojo es la vista; toda su estructura y contexto está ordenado intrínsecamente a la visión.
Como se trata de procreación humana, conlleva la educación de los hijos que resulten concebidos. Y, la dignidad de la persona humana, exige que lo sean en el seno de una verdadera familia, es decir, con garantía de estabilidad y posibilidades de educación adecuada, lo cual sólo se cumple en el matrimonio indisoluble.
En efecto, en el trato entre personas, dar la mano no es lo mismo que dar la pezuña: dar la mano es un acontecimiento espiritual; es dar algo del espíritu, la amistad, la comprensión, quizá el perdón, la lealtad, etcétera. La mano no es simplemente un trozo de carne, de huesos, nervios, venas y uñas. Dar la mano es dar algo del núcleo personal. Por lo mismo, la entrega total del cuerpo, es también entrega total de la persona, lo cual sólo tiene sentido en el matrimonio.
Precisamente por esa significación espiritual y la finalidad del acto conyugal, ordenada al amor y la vida, la misma unión resulta ilegítima y contraria a la naturaleza del acto fuera del ámbito de la unión matrimonial indisoluble. La plena unión sexual significa, en efecto, el hacerse una sola carne.
Yo soy soltero... la casada es mi mujer
Qué fácil resulta para algunos corromper la promesa de amor y deshacerse del voto matrimonial. Qué fácil resulta para algunos olvidar los maravillosos años de noviazgo, los juramentos de amor eterno y el sembradío de ilusiones y esperanzas nuevas. Qué fácil resulta para algunos manchar el futuro de la vida en pareja con la tinta indeleble de la infidelidad. Qué fácil...
Día con día son más las personas que deciden abandonarse a la aventura. Algunos argumentan que es porque en su hogar ya no reciben el afecto y la pasión que tanto necesitan; otros dicen que sólo lo hacen por experimentar, ya sabes, una canita al aire... Otros más, en su garrafal y penosa ignorancia, aseguran que no les basta con una vieja...
(¡Ja! Como si de verdad fueran lo suficientemente hombres). En fin, las excusas son innumerables y las razones de peso, nulas. Creen que son libres para vivir a su antojo, libres para dejar el valor del matrimonio a su arbitrio, libres para manejar su dignidad de personas comprometidas a su capricho. Pero más equivocados no podrían estar.
El verdadero acto de libertad no está en el abandono a las tentaciones de la vida, ese no es un acto libre... es un acto cobarde. La libertad radica en el sí permanente, en el cumplimiento diario de la responsabilidad adquirida, en el amor perenne que no se caracteriza por el cosquilleo en el estómago o unos momentos de placer en la cama, sino por el sacrificio y la entrega incondicional. Unos minutos de placer se consiguen en cualquier esquina, una vida de amor sólo se encuentra una vez en la vida y para siempre.
Todo hombre y mujer que se decide por la fidelidad es el ejemplar perfecto de la libertad porque sobresale de sí mismo y se compromete, en el presente, con el futuro. Díganme si no hay libertad y valor en esta decisión...
Libre es aquél que acepta el riesgo y se abandona en el otro. Este abandono, lejos de ser un acto de cobardía o una vergonzosa huida, es la elevación de la dignidad y valor humano hasta el punto culminante de la mayor entrega. De tal forma que, el matrimonio y la fidelidad que se deben vivir en éste, vienen a ser la verdadera aventura. Es así como la fidelidad termina siendo el descubrimiento continuo del amor que se tiene por el otro.
Matrimonio: ¿nueva esclavitud?
En la sociedad actual, la búsqueda de la independencia, se podría comparar a lo que en lo que en la edad media fue para los alquimistas la búsqueda de la piedra filosofal, o lo que para otros ha sido, la búsqueda de la fuente de la eterna juventud. Ese deseo de sentirse independientes se manifiesta de mil maneras.
Veamos como en la actualidad hay parejas que, en su vida de casados, no han encontrado la tan anhelada independencia, y no sólo eso, sino que aparentemente tienen que soportar una pesada carga, lo que quizá pudiera ser considerado como una nueva forma de esclavitud. La realidad es que nos necesitamos mutuamente y ante esa verdad, no depender de nadie es una fantasía.
En el caso del matrimonio, esa sensación de esclavitud, de la que hablábamos puede llegar por dos caminos:
a) Cuando nos hemos convertido en un apéndice de nuestro cónyuge. O sea, no salimos de casa si no es con él. En nuestra relación importan más los deseos y gustos de la pareja que los propios y no podemos hacer nada sin su permiso.
b) Y el otro lado de la moneda, cuando sentimos que la pareja, más que ser una ayuda, es una carga. Deseamos hacer nuestra vida aparte del cónyuge, ir cada quien solo a las propias reuniones, no consultar con la pareja las decisiones importantes ni pedirle opinión, querer educar a los hijos a su manera sin tomar en cuenta a la pareja, etc.
En el primer camino estamos hablando de una dependencia total, en la cual anulamos nuestra personalidad y libertad, y nos ponemos (inconscientemente) en una situación de esclavos por gusto propio. Y como el hombre es libre por naturaleza, quien está en una situación así no puede sentirse bien consigo mismo.
En el segundo camino vemos que hay un deseo de independencia que rechaza el compromiso que se adquirió con la pareja, sintiendo un ahogo y una nostalgia por la libertad perdida.
Sin embargo hay otro camino tan viejo como el mundo y tan común, que para seguirlo, se necesita sólo estar convencidos de que es la mejor opción y llevarla a cabo: la inter-dependencia. Este camino realmente nos lleva a la libertad ansiada, porque libre es el que decide, se compromete y actúa.
En nuestra vida como pareja, debemos aprender a ser inter-dependientes, en vez de ser buscadores frustrados de una independencia mal entendida. Si solamente vemos las renuncias que el matrimonio implica, y no tomamos en cuenta los beneficios que la relación de pareja nos aporta, entonces tenemos una visión parcial o distorsionada y, desde esa perspectiva, sí podríamos llegar a sentir que estamos viviendo una esclavitud.
En cambio, si nuestro objetivo es tener una relación matrimonial que nos lleve a mejorar, a complementarnos mutuamente, entonces esa relación se convierte en un poderoso medio para desarrollar en nosotros el sentimiento de libertad, es decir, la capacidad para elegir, de entre lo bueno, lo mejor.
Para lograr que nuestro matrimonio se convierta en un proceso que nos haga crecer y no nos esclavice, tenemos que aprender a hacer equipo con nuestro cónyuge, uniendo nuestros esfuerzos y canalizando nuestro entusiasmo, anhelos e ilusiones hacia un objetivo común.
Si queremos revitalizar el sentido de equipo en nuestra relación de pareja y hacer que nuestra inter-dependencia, motivada por el amor, se convierta en un medio de crecimiento y desarrollo, conviene que tomemos en cuenta algunos puntos:
*Propósito común: En cuanto al por qué de la existencia de la pareja, su razón de ser, sus objetivos y sus funciones.
*Responsabilidad compartida: Ambos deben ser igualmente responsables por el éxito de la relación y por el logro de los objetivos y propósitos comunes.
¿Cómo que su marido es el que sabe de impuestos? ¿Cómo que en la administración de los gastos de la casa su esposa es la mera mera? ¡No! Ambos son co-responsables.
*Liderazgo participativo: Que cada uno aporte sus cualidades, habilidades, conocimientos y aptitudes, para apoyar y dar fuerza al otro.
*Buena comunicación: Imprevistos y dificultades son totalmente normales, pues forman parte de toda relación humana, sin embargo, cuando se desarrolla un clima de confianza, se promueve una comunicación franca y abierta y dichas dificultades pueden ser superadas con mayor facilidad.
*Revitalizar el amor: ¿Cuáles eran sus sueños antes de casarse? ¿Estudiar? ¿Construir una casa? ¿Y quién dijo que tienen que olvidarse de sus sueños una vez casados? ¡Al contrario! Ahora tiene usted un cómplice que puede ayudarlo a conseguirlo.