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En 1 Tes. 5:17 leemos "Orad sin cesar" y también en Lucas 18:11 "orar siempre". "Orar sin cesar" no significa que uno se encierre en su cuarto y permanezca continuamente de rodillas. No, "orar sin cesar" es como el respirar del alma:
Es la continua conciencia de la fe: Cristo habita en mí (Ef. 3:17).
Es el conocimiento incesante: Sin El no puedo hacer nada que tenga valor para la eternidad (Jn. 15:5b).
Es el continuo implorar: "Ayúdame, Jehová Dios mío" (Sal. 109:26a). "Te ruego, oh Jehová, que nos hagas prosperar ahora" (Sal. 118:25b).
Es la comunión de vida con Jesucristo, muchas veces inconsciente, pero ininterrumpida: El en mí y yo en El. (Jn. 15:4).
Así como no siempre estoy conciente de la función de la circulación en mi organismo, así también funciona esta circulación maravillosa: Cristo en mí y yo en Cristo. Su cuerpo es mi cuerpo, Su fuerza es la mía y Su victoria se hace reconocible por palabras de alabanza, de ensalzamiento, de agradecimiento, por llorar o reír, muchas veces por suspiros y lamentos ocultos. Sin embargo, hay que ejercitarse en el "orar sin cesar". con la verdadera, íntima y continua comunión con Jesucristo.