*…Poco después del encuentro con el anciano maestro de libra y de recibir de sus propios labios aquello requerido para concretar lo solicitado por el sumo sacerdote, el viaje del 4to custodio junto a Leo le retorna al refugio, más puntualmente a Rodorio. Con las 12 casas de la elíptica a lo lejos como panorama, la efigie del siciliano permanece recostado con ambas manos tras su nuca en el pétreo suelo, descansando por el largo éxodo pero con la mirada perdida en la bóveda nocturna que se exhibe con belleza sobre su cabeza “…Los dominios del padre de los olímpicos es el mismo lugar donde sus propios hijos le obligaron a permanecer durante toda la eternidad, un lugar en lo profundo del reino del mayor de sus hijos, aquella inexpugnable prisión donde la más inescudriñable oscuridad no retrocede jamás…” Repasa los dichos de Dohko, aun cuando aquel lugar no parece serle familiar, la ubicación del laberinto se exhibe en una fugaz visión, el lugar más recóndito de aquel propio patio de juegos, dibuja en su rostro una evidente sonrisa -…¡Vaya! Ahora entiendo el porqué de mi participación en esta misión de búsqueda jmjmjmjm muy inteligente patriarca…- Murmura entre risas a medida que se levanta y sacude sus corazas y acomoda la capa a sus espaldas -…¿Algún comentario antes de ir al laberinto, Aioria?...- Cuestiona a su impensado compañero observando por sobre su propio hombro a este último, aguardando algún reparo mientras su índice derecho aparece en escena ciñéndose con un mortuorio brío que crece paulatinamente preparando aquel viaje metafísico a aquel lugar donde todos en algún momento hemos de pisar….*