“Italia, tierra llena de historia, de amor, de fe y esperanza, que ofrece paz y esperanza junto al maravilloso consuelo de las almas. Italia, cuna de vagas costumbres y madre de la arquitectura, la opera y la música. Preciosa se expande como un paraíso con sus ciudades y sus bosques, cubriéndose sus extensiones de gente alegre, trabajadores y exaltados artistas. Todo es bello en Italia… Pero oh! Pobre de ti añorada tierra que consuela el alma, porque tan solo en minutos el juicio divino azotara tus prados, tu verde e ilustre faz se teñirá de rojo y tus hijos lloraran, sabiendo que tu muerte llego.”

*El omnipotente sol baña con delicadeza las verdes praderas italianas, aledañas a una pequeña extensión boscosa de vivos colores donde se yergue una imponente edificación religiosa, una catedral, obra arquitectónica posterior a los siglos de la inquisición, que orgullosa se eleva por sobre el césped expresando el culto a una deidad relativamente nueva. Misteriosa paz inunda este pequeño monumento y sus paradisiacos alrededores… Paz que se ve interrumpida súbitamente por una figura que nace de entre los árboles. Un hombre de considerable altura y porte de rey, recubierto por una joya tenebrosa desde los pies hasta su coronada cabeza que sostiene esa mirada implacable, orgullosa y maligna. Sus pasos se detienen a varios metros de las grandes puertas de la iglesia que se levantan como grifos cerrándole el camino al intruso, quien siquiera demuestra emoción alguna. – Esta es, la grandiosa catedral escondida en el bosque, donde se dice aguarda tal magistral obra de arte que habla sobre la vida y la muerte. – Pronuncia altivo con un dejo de sarcasmo, como burlándose de la construcción y de la divinidad a la que homenajea. – Ahora que he llegado, has dejado de ser útil… Desaparece. – Prosigue al momento que desvía su vista hacia su diestra, la cual sostiene cruelmente a un débil anciano tembloroso y moribundo, quien finaliza su estadía en esta vida con un horroroso suspiro siendo asesinado no por el espectro sino por un brusco y extraño cambio en la esencia del aire. El cadáver cae irremediablemente al suelo y pronto las flores, la vegetación y hasta las pequeñas criaturas comparten su destino, sucumbiendo ante aquella espantosa corrupción que destruye sin piedad a quien alcanza, como una enfermedad que acelera su decrepitación y los vacía de vida. – Este es mi poder, el poder que se equipara al del mítico Basilisco. Esta comenzando, y pronto el mundo se llenara de desiertos, los paramos estériles que con mi mano creare y alimentare con un solo suspiro. Italia es la primera… - Dice elevando sus brazos como si diera un discurso a la nada mientras la polución se intensifica matando sin cesar, haciendo incluso crujir a la tierra de dolor, unas alas hermosas y demoniacas se expanden desde su espalda. – ¡Y Yo, Sylphid de Basilisco, Estrella Celestial del Triunfo, reclamo esta tierra y esta catedral como propiedad del Inframundo en el nombre del emperador Hades! – Finaliza orgulloso su discurso, acto seguido sus alas se acomodan nuevamente y reposan tranquilas mientras el espectro, el enviado alado de la muerte, comienza a andar con firmes intenciones de ingresar en la capilla. *