Aquel 16 de Septiembre de 1810, por primera vez se grito ¡Viva el México Independiente! Eran las cinco de la mañana del memorable 16 de setiembre de 1810, cuando Hidalgo, á la cabeza del ya considerable grupo de insurrectos, desembocó en el atrio de la iglesia. El sol teñía vigorosamente la región oriental y sus primeros reflejos doraban las enhiestas cimas de las torres de Dolores; repicaban alegremente las campanas de la parroquia llamando á la misa del domingo, recurso que tuvo presente Hidalgo para convocar á sus feligreses, y una muchedumbre que del pueblo mismo y de las rancherías inmediatas había acudido por ese motivo, ocupaba gran parte del atrio. El cura arengó entonces á la multitud diciendo que el movimiento que acababa de estallar tenía por objeto derribar el mal gobierno, quitando del poder á los españoles que trataban de entregar el reino á los franceses ; que con la ayuda de todos los mexicanos la opresión vendría por tierra; que en lo de adelante no pagarían ningún tributo, y que á todo el que se alistase en sus filas llevando consigo armas y caballo pagaría él un peso diario, y la mitad al que se presentara á pié ^ Muchos de los que allí estaban se apresuraron á confundirse con los insurrectos, y de aquella compacta muchedumbre salieron robustos los gritos de ¡Viva la independencia! ¡viva la América! ¡muera el gobierno ! que fueron el preludio de los que mil y mil veces atronarían los campos de batalla durante once años de pavorosa contienda. Así se proclamó la independencia de México (alcoseri). Los nombres de Hidalgo, de Allende y de los caudillos que desde aquel momento se ofrecieron en holocausto por la patria, los ha honrado la patria como á los "de sus hijos más ilustres. Esos nombres han sido invocados por México siempre que ha visto amenazada de muerte su independencia; en medio de las grandes calamidades públicas la memoria de sus primeros héroes ha fortalecido la fe de los mexicanos en los grandes destinos nacionales; y todos los años una fiesta patriótica que se celebra en el ámbito anchuroso de la república, desde las ciudades opulentas hasta los humildes caseríos perdidos en las quiebras de sus montañas, une las voluntades en una sola aspiración , acrece el fecundo amor á la patria, y mantiene vivo en los pechos de todos sus hijos el recuerdo imperecedero del 16 de setiembre de 1810.
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