Lo de Masonería es sólo para masones
Cierto masón decidió estudiar el comportamiento humano, al mismo tiempo que, quiso donar parte de sus más caras joyas masónicas a alguien, decidió ver qué sucedía con sus preciadas joyas una vez que alguien las tuviera en sus manos, de manera que ideo un plan, ordenó dos pasteles deliciosos. Dentro del primer pastel debió colocar sus joyas, y el otro sería un simple pastel.
Los pasteles fueron regalados uno al religioso más dogmatico de la ciudad, y el otro al científico más racionalista que se pudiera encontrar.
Al día siguiente, los hombres fueron invitados a la casa del masón. Uno estaba vestido como un hábito religioso y parecía de hecho un dogmatico. El otro era profesor de una Universidad de la Región, que permanecía en silencio.
El masón regaló el pastel que contenía las joyas al hombre religioso, y el pastel al profesor.
Tan pronto como recibió el pastel, el dogmatico religioso sintió el peso anormal del pastel, lo palpo y sintió que podían ser piedras. Sostuvo el pastel en sus manos, y el peso de las joyas le hizo pensar en una broma del masón. Miró al masón y pensó incluso que podía contener algún veneno, y pensó este maldito seguro odia a los religiosos; de modo que se volvió hacia el profesor y le dijo: ¿por qué no cambias tu pastel por el mío? Este parece ser más grande y pesado, y parces estar más hambriento.
El profesor, aunque desconfiado lo aceptó, por cortesía.
Pero luego , el profesor justo frente al religioso y al masón arrojó enfurecido el pastel con las joyas a la basura pensando, en que si esto no sería una conspiración en su contra o una burla, pues pensaba que el masón y el religioso odiaban a la ciencia y a los científicos.
El dogmatico religioso comió su pastel con gusto. El masón pensó que el destino había intervenido para mantener al religioso protegido de las fabulosas joyas masónicas, las cuales incluso pudo haber malbaratado. El profesor no encontró las joyas masónicas, pues siempre dudo de los masones, los consideraba desde hacia tiempo sospechosos y locos. El masón concluyó que las joyas masónicas no eran ni para dogmaticos religiosos, ni para racionalistas axiomáticos, pues ni unos ni otros podían haber abierto su mente al verdadero valor de las joyas masónicas.
El masón recogió el pastel con las joyas masónicas, las limpió y las llevó a su Templo Masónico, donde las puso de nuevo dentro de un pastel y las regaló a un aprendiz masón, que gustoso llevó a su casa, el aprendiz valoró tanto las joyas masónicas, que a la siguiente tenida agradeció al viejo masón por el fabuloso regalo.
La moraleja del cuento es: Las cosas de masonería son sólo para los masones
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