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General: La inmortalidad del Alma ¿Cuándo muere el Ser Humano, todo acaba para él?
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 24/11/2011 23:57

La inmortalidad del Alma ¿Cuándo muere el Ser Humano, todo acaba para él?

 

Antes de pretender dar respuesta a ella, leeré a vosotros la Antígona, de Sófocles, en la que aparece, radiante en su dignidad, la figura humana: Numerosas son las maravillas del mundo, Pero la más grande de las maravillas es sin duda el Ser Humano. Es el ser de los mil recursos, Jamás el porvenir lo toma por sorpresa. Conoce el arte de escapar a los males incurables, incluso el de escapar a la muerte. Ni el país de los muertos puede detener la carrera de una persona despierta a la Consciencia.

 

QQ.´.HH.´. a partir de la exaltación al grado de maestro, puedo decirles, fue una de las ceremonias que mayor impresión me causaron y me permitió darme cuenta que nuestro mayor logro al final de nuestra vida es haber trascendido en pensamiento, obra y regeneración. Bajo esa premisa, he logrado comprender que el aprendiz como energía luminosa representa la vida; la maestría como fuerza sombría representa la muerte, sin embargo, entre ese espacio, el hombre desarrolla amplias capacidades y aprende de la naturaleza a tener precauciones tomando en cuenta las señales de la decadencia y prepararse para encararlas a tiempo, y superarlas; incluso la Masonería en la Exaltación Al Sublime Grado de Maestro nos enseña a cómo derrotar a la Misma Muerte, lo da claro en alegrías secretas, y son poco entendibles para el que no pone atención, a la liturgia del Tercer Grado.

 

De esta manera, en el transcurso de su existencia el hombre como ser individual, familiar y social tiene la facultad, aunque también la obligación, de preservar su especie vinculándola a una organización económica, política, social y cultural perfectamente armonizada, así como el darse cuenta que en correcta cuadratura con el ciclo de la naturaleza, cuenta con periodos sabiamente determinados, con límites al igual que la noche y el día, en fin, aceptar esa eterna dualidad en constante movimiento.

 

Octavio Paz dijo: “…Oscuramente sabemos que vida y muerte no son sino dos movimientos, antagónicos pero complementarios, de una misma realidad. Creación y destrucción se funden en el acto amoroso (sexual); y durante una fracción de segundo el hombre entrevé un estado más perfecto…Nacer y morir son experiencias de soledad. Nacemos solos y morimos solos. Nada tan grave como esa primera inmersión en la soledad que es el nacer, si no es esa otra caída en lo desconocido que es el morir”. Para Octavio Paz, nuestras vidas son un diario aprendizaje de la muerte. Más que a vivir se nos debe enseña a morir. Y cuando se nos enseña, se nos enseña mal.

 

En nuestra Augusta Institución Masónica, el grado de maestro es emblema de la muerte y del renacimiento perpetuo de la naturaleza; es la tierra que nutre a sus hijos; es una madre que llena sus sagrados deberes; un buen padre para la familia; es la caridad hacia nuestros hermanos. En la liturgia del tercer grado se nos dice: “las ideas en materia animada o inanimada, son abstracciones del entendimiento, pues lo que se llama muerte es una forma de vida.

 

Esos fenómenos, que distinguimos con la palabra vida o muerte, son los efectos naturales de las acciones y reacciones de los elementos y nada tienen que ver con el alma. Ella rige al cuerpo, más no lo vivifica. El movimiento perpetuo de la composición y la descomposición, que ya nos presenta fenómenos de vida o ya de muerte, es el resultado de la atracción y del influjo de los imponderables.

 

La creencia en la inmortalidad del alma ha sido considerada siempre uno de los dogmas fundamentales de la Francmasonería Regular. De igual forma, se halla simbolizada misteriosamente por la rama de acacia que sale de las dos urnas funerarias que coronan los capiteles de las columnas, y por lo que se coloca sobre el ataúd. En el perfeccionamiento del grado, la institución nos va instruyendo: “el conocimiento de un solo Dios Vivo y el de inmortalidad del Alma o mejor dicho de ser el Alma un poderoso efluvio de la Misma Naturaleza de Dios, una pequeña pero muy poderosa parte de ese gran Todo que anima al Universo y hace de la Humanidad entera una familia; lo que trae la consecuencia lógica de la Libertad, la Igualdad y la fraternidad del linaje humano. Asimismo, agrega: “en tanto, el que con generoso empuje eleva su pensamiento a la verdad y a la justicia que trabaja por el bien universal, del que es inseparable el suyo propio, y cultiva la razón como practica la virtud, ése ha vivido y vivirá para siempre, escapa de la perfidia del tiempo y halla en la Inmortalidad, la sanción a su heroísmo y sacrificio ejemplares. Del mismo modo, destaca: “los cuerpos de barro vuelven al seno de la naturaleza de donde salieron, el Alma y el poder intelectual del hombre, torna al seno de su Dios Creador, la Inteligencia Suprema e Infinita.

 

En cuanto a las principales corrientes filosóficas, la doctrina materialista, entre ellos Demócrito, Epicuro, Cabanis, Huxley, Feuerbach, Comte, Marx y Nietzsche, sostiene equivocadamente que el alma es parte de la materia, carece de realidad sustancial y perece con la muerte del cuerpo. En el espiritualismo, con los pitagóricos, Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás, Leibniz, Descartes, Spinoza, Bergson y Scheler, se afirma correctamente que el alma es espiritual, una, indivisible, sustancial e inmortal.

 

Aristóteles, en el primer capítulo de su tratado Del alma, escribe: “lograr conocimientos firmes sobre el alma es una de las cosas difíciles del mundo”. Otros filósofos, como John Locke, asocian el alma no sólo al pensamiento racional sino a las sensaciones, imaginación y memoria. Según Kant, la solución al problema de la existencia e inmortalidad del alma sólo puede provenir de la razón práctica; la inmortalidad es un requisito racional, una condición prácticamente necesaria para el cumplimiento de la ley moral y el perfeccionamiento del alma en su avance ilimitado hacia la santidad de la voluntad.

 

San Agustin se dedica a probar la inmortalidad del alma en uno de sus tratados más breves y más precisos. Son muchas las pruebas que da, pero pueden reducirse a tres: La prueba por la presencia de la ciencia en el alma, la prueba por la razonalidad del alma y la prueba por el carácter vital del alma. En la primera dice que la ciencia se refiere a entes inalterables, siempre idénticos a sí mismos, es decir a verdades eternas y, por lo tanto, inmortal. En la segunda la razón es precisamente aquel principio mediante el cual entendemos la ciencia, ha de ser como ésta inmutable o poseer ciertas características inmortales. En la última, lo que es vida y lo que es vida en forma sustancial no puede dejar de ser vida y es, por lo mismo, vida inmortal.

 

Para Henri Bergson puede plantearse nuevamente un viejo problema de la metafísica: el de las relaciones entre el alma y el cuerpo. El problema, que ya se planteaba desde Platón, es para Bergson un falso problema y lo es porque está planteado sobre la falaz distinción radical entre alma y cuerpo: el alma está destinada a la contemplación; el cuerpo, a la acción. Pero la diferencia entre alma y cuerpo es más de grado que de naturaleza. Bergson concibe al hombre como encarnado y, en este sentido está más cerca de San Agustin que de Platón, mucho más cerca del cristianismo que del puro espiritualismo. En esa tesitura, al desarrollar el tema de la inmortalidad del Alma, preferimos entonces continuar haciéndolo mediante la reflexión sobre nuestro acontecer, entre la vida y la muerte, primordialmente, partiendo de las profundas enseñanzas que la “leyenda de Hiram Abiff” nos trasmite en la búsqueda que realizaron los maestros enviados por Salomón para encontrar el cuerpo del maestro Hiram y la palabra sagrada. En ese sentido, es importante resaltar que Hiram, en caldeo significa “expresión más elevada de la vida” y en hebreo “vida elevada”. En razón de lo anteriormente expuesto, intuyo que la leyenda de Hiram, tal y como nos lo amplía la instrucción del quinto grado, maestro perfecto, se ajusta ampliamente al concepto de movimiento, en tanto, el asesinato del maestro lo describe por analogía como el recorrido que realiza el Sol; las estaciones del año y sus correspondientes meses, simbolizados por los tres malos compañeros, que representan los tres meses del Otoño; el haberse apostado en las tres puertas del templo, es correspondiente de los tres puntos del cielo por donde se deja ver el Sol; todo lo anterior, para exigirle la palabra que representa la vida. Así, los escombros donde es sepultado, significan, la imagen de la lluvia y en general de la tristeza que inspira al mundo la llegada del invierno.

 

En síntesis, los tres malos compañeros son alegoría de la Ignorancia, la Hipocresía y la Ambición. No obstante lo anterior, algunas religiones han querido inculcar la inmortalidad del alma, como el paso de la vida hacia formas de liberación e interpretando que la existencia sólo es una expiación a dimensiones superiores. En ese contexto, tendríamos que preguntarnos, el porqué mantenemos la vida perfeccionando mejores formas de solidaridad y organización social; preservar la generación de la especie humana, si al final de cuentas nuestra existencia no es más que la redención del alma. Bajo esta percepción, posiblemente, el G. ´.A.´.D.´.U.´.- nos mantendría en la edad media, o tal vez, para ese objetivo, en la época de las cavernas y, con ello, sería más sencillo adelantar nuestra liberación, apresurándonos simplemente al paraíso. En suma, estaríamos tan encargados de recordar el pasado sin aprender a vivir el presente, viviendo del rencor y sin mayor ilusión de crear mejores condiciones en nuestra convivencia. En síntesis, por la coincidencia con mi forma de pensar en lo que sería una percepción de la inmortalidad del Alma, quisiera mencionar lo que un ilustre escritor oaxaqueño, Andrés Henestrosa, escribe sobre la muerte: “… Mientras se le recuerda el hombre vive. El olvido es la verdadera muerte. No hay más muerte que el olvido. No hay otra vida que el recuerdo”.

 

En razón de todo lo anteriormente señalado, les comentaré que aun a pesar de la creencia o no en la inmortalidad del alma, prefiero continuar la vida como si fuera la primera vez, no sin antes reconocer el legado genético, pero percibiendo la muerte como la pérdida de toda posibilidad de volver a encontrarnos hoy, mañana, cualquier día… Dejar de ver la sonrisa de un hijo, no tener más la compañía de nuestra esposa, el abrazo y beso de la madre, del padre, familiares o amigos, verlos inertes sin posibilidad alguna de comunicación, de las emociones, dependiendo sólo del recuerdo y de la imagen de lo que fuimos y vivimos en ricas experiencias. En pocas palabras, como única esperanza los reencuentros espirituales, pero sobre todo, el saber que somos portadores por millones de generaciones, genéticamente hablando, de un invaluable legado de nuestros antepasados, ya que mucho fueron aportándonos para hacer, día a día, una mejor convivencia.

 

Mantenerse vivo, para un masón, en éste caso, no es simplemente existir en un cuerpo humano… Morir No es simplemente perder biológicamente la Vida. Así este maravilloso cuerpo con todas sus facultades creadoras, su inteligencia, su memoria, sus sentidos, sus emociones vivirá en el Eterno Oriente. Morir es dejar de reír, llorar, gozar y de sufrir. Morir para un masón es perder toda esperanza de un mañana, dejar de ser en el presente es morir, no sentir más el tiempo, el espacio, morir es dejar de recordarnos en esta perenne acción de nuestras existencias, lo que permite mencionarnos, reconstruir nuestra imagen, ya que mientras nos recordemos viviremos amando fraternalmente, se reconstruyen nuestros pensamientos en lo infinito, nuestras propias acciones vivirán por siempre, nuestro luminoso tránsito por la vida, nos evoca en el tiempo y regresa a un espacio Eterno.

 

En el mundo profano hay muchos muertos en vida en estos momentos, muertos sin que ellos ni los demás nos demos cuenta de que ya murieron, aún cuando sus corazones simplemente están latiendo, pero sus almas están marchitas.

Alcoseri



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Alcoseri Enviado: 25/11/2011 14:01
Condiciones para ser masón

Toda persona que esté interesada en pertenecer a la Masonería en
general en particular, ha de reunir los siguientes tres requisitos:

· Ser un Hombre Libre, puesto que la solicitud de iniciación a la
Masonería ha de ser consecuencia de la innata libertad individual,
lejos de toda presión, influencia o circunstancia que coarte dicha
libertad.

· Ser un Hombre de Buenas Costumbres, es decir, ha de ser una persona
digna de confianza, honrada en su forma de trabajar y de buena
reputación.

· Creer en un Principio Superior o Causa Primera de todo lo creado,
al
que se denomina comúnmente como Dios, y que los masones, respetando
siempre la libertad del individuo ante cualquier creencia particular,
denominan como Gran Arquitecto del Universo.

Procedimiento a seguir

Una vez cumplimentada oficialmente la solicitud de iniciación en la
Logia, la candidatura es avalada por dos masones que puedan dar razón
de las cualidades personales del candidato. La solicitud es leída
durante una Tenida Abierta o reunión de la Logia ante todos los
miembros de la misma, con el fin de que alguno pueda aportar
información adicional. Posteriormente, será entrevistado por miembros
de la Logia que no mantengan ningún tipo de relación con el
candidato,
los cuales emitirán informes por separado. Finalmente, una vez
obtenidas las votaciones favorables, el candidato estará en
condiciones de ser iniciado.

Compromisos que adquiere el candidato

El candidato, en caso de ser aceptado, se compromete, a:

· Ser respetuoso y cumplidor con todas las leyes del Estado.

· Ajustar su conducta a los «Antiguos Usos, Deberes y Costumbres», lo
que implica fidelidad a los Principios de la Orden y al Progreso
Personal.

· Respetar y cumplir la Constitución y Reglamentos Generales de la
Gran Logia

· Respetar y cumplir los Reglamentos Generales de la Respetable
Logia .

· Asistir puntualmente a las reuniones a las que sea convocado.

· Pagar los derechos de afiliación y satisfacer las cuotas mensuales.

· No visitar Logias que no estén reconocidas por la Gran Logia .

· Confirma su creencia en el Gran Arquitecto del Universo.

· Finalmente, y durante la Ceremonia de Iniciación, el Candidato jura
o promete Lealtad y Fidelidad sabiendo que en dicho juramento no hay
nada incompatible con sus deberes familiares, civiles, morales o
religiosos.



 
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