La trágica Historia de un Iniciado
Hace justo 728 años en el Reino de Aragón durante el Reinado de Alfonso III sucedió uno de esos hechos olvidados, pero que dejarían marcado al inconsciente colectivo de los Hierofantes, y la historia es el siguiente: Al Rey Alfonso fue que le nació un hijo llamado Luis de Sicilia, a los que los libros de historia apenas y hacen referencia, pero que no pasaría desapercibido para todos. Luis de Sicilia apenas y nació se veía marcado con una Luz, al cual muchos entendidos pensarían sería de esos seres humanos que podrían cambiar el rumbo de la Humanidad, era de un saber, de un entendimiento sorprendentes, apenas y el pudo pronunciar palabra, la gente se sometía sus deseos, nadie podía apenas y contradecirle. Así fue que creció, y se interesó tanto en los textos Alquímicos árabes, que viajó al Reino de Granada a hacerse de ese extraño conocimiento, lo mismo viajo a Toledo para conocer de la Cábala, nada le era difícil de comprender. Muchos incluso pensaron que el Príncipe Luis de Sicilia se convertiría en el Rey del Mundo, que unificaría los reinos divididos del mundo en una sola creencia, unificando criterios y fue el primero en decirles a sus allegados que había tierras habitadas por personas casi imposibles de comprender, constructores de Pirámides como las de Egipto y que en dos siglos más descendientes suyos reinarían aquellas lejanas tierras. Lo que no pudo predecir el Príncipe Luis fue su propio destino, su trágico destino, y es que quizá muchos de los avatares de la vida no estén escritos, sino solamente suceden por caprichos de algún designio cósmico poco comprensible, para nosotros los mortales. Así fue que apenas tenía 18 años y sus conocimientos sobre ciencias ocultas eran increíbles, así igual podía dominar lenguas como el castellano, el árabe, el galo y el hebreo. Una mente privilegiada la del Príncipe Luis, los cielos parecían haberle favorecido, pronto conoció a Lucilda una joven hija de un mercader Veneciano, una chica pelirroja, de la que se enamoró. La dicha del Príncipe Luis se incrementaba día a día, la gente de su entorno le admiraba y le amaba, era caritativo, y gentes de diferentes creencias lo tenía en alta estima. Pero, como siempre se advierte un nubarrón en estas historias, a los 21 años le cruza uno de esos pensamientos impropios, se dijo, yo podré dar con el Elixir de la Eterna Juventud, mi vida se dijo el Príncipe Luis no puede marchitarse y al final morir, mi dicha debe prolongarse al menos por 1000 años. Y leyendo los pensamientos del Príncipe Luis el Demonio temeroso del posible despertar del poder humano fue que se dijo, es momento de utilizar mis prodigios y artes, la humanidad es parte de mi legado divino; haré que el Príncipe Luis de con la fórmula y que conozca por sí mismo las malas estrellas que le hagan llegar a la perdición absoluta. El Demonio ideó enviar un emisario del infierno disfrazado de Sabio Alquimista Árabe, y así fue, como si fuera casual el encuentro el Príncipe Luis al ir de camino a Navarra topó con Ibn Magrid el alquimista del infierno, Luis le vio y algo de dentro de él, sintió gran temor como si algo le dijese ¡Cuidado! Nunca había sentido tal emoción y no la pudo interpretar, pero pronto, su curiosidad le atrapó al escucharle decirle prodigios y al punto de decirle que él haber nacido incluso antes del Profeta Mahoma, pues conocía el Elixir que transmutaba lo mortal en inmortal, pensó el Príncipe Luis este pude ser un timador, pero no le pedía dinero, El Alquimista del Infierno, sólo le dijo los astros me han enviado a ti Príncipe del Mundo, el Sol quiere que vivas como Yo el elegido de la Inmortalidad, el Alquimista del Infierno no era otro que Dantialian el Demonio de las malas ciencias y le dijo: combina tales sales, mandrágora, belladona, mercurios y azufres, pero pon gotas de tu sangre y la sangre del corazón de tu amada Lucilda, el alma del Príncipe se encogió dijo, sangre del corazón de mi amada, el demonio dijo sí, directa del mismo corazón. El Príncipe, dudo un poco, pero hizo tal cual la fórmula, y al beberla sintió un doloroso latir en su alma, como sí hubiera perdido con es latir algo de sí, lo más valioso. Pronto, el Príncipe Luis se hizo más sabio y poderoso, pero la gente dejó de amarle, se volvió un tirano, su misma familia lo aborrecía, y su mirada era fría cruel y maligna como la mirada de un reptil, era ambicioso y ruin. No falto quien le enfrentará en duelos, sus heridas en los duelos cicatrizaban en minutos, su alma dentro de sí se sobrecogía, su alma divina solamente era testigo de la desgracia de lo que hacia el Príncipe Luis. Pasó el tiempo y apenas y el príncipe tenía 27 años y las cosas iban a peor, muchos aseguraban que por las noches esté se convertía en una bestia imposible, con garras y piel de reptil, violando doncellas, devorando infantes, bebiendo sangre de hombres y bestias y dañando lugares sagrados. No faltaron quienes en consenso sagrado, decidieran asesinarle, con contubernio intentaron e intentaron ponerle fin a la vida del Príncipe sin éxito, el Joven era Inmortal. Pero justo y cuando el Príncipe cumplía los 28 años, un rayo cayó en su palacio produciendo un fuego consumía sus aposentos, él ya había probado el fuego y era inmune a sus efectos, no intentó escapar, retaba de nuevo al fuego, pero, como este fuego tenía su origen en un celestial rayó su efecto si le dañó, pero no le mató, lo dejó con llagas ulcerantes y profundas, imposibles aún para su maligna hechicería de cuadrarle o regenerarle, el Príncipe Luis de Aragón gritaba, al principio los lugareños no querían acercarse por temor a sus hechizos. Poco a poco, los aldeanos vecinos del Palacio comenzaron a aproximarse horrorizados por la escena, era irreconocible pero le recocían por sus ojos, sus ojos antes amenazantes pedían piedad, el gritaba de dolor, intentaron ponerle fin a su vida pero les fue imposible, apenas y hundían una daga en su corazón su corazón cicatrizaba, así tras muchos intentos, fue que decidieron enterrarle en el sótano del palacio, un lugar lúgubre, mohoso y oscuro, le enteraron ahí en vida, sellaron la puerta para no escuchar más sus lamentos y así se olvidaron de él, todos sus enterradores fueron muriendo, nadie más quiso saber, y el hecho fue olvidado, por todos, pero no fue olvidado por nosotros los hierofantes. El Hermano Luis, ese Príncipe Aragonés sigue ahí hasta el día de hoy, gritando, maldiciendo, blasfemando, con los mismos dolores, así por más de 700 años, nada pone fin a su dolor, tiene hambre y sed desde entonces, su mirada solamente distingue la oscuridad de la catacumba. El palacio ahora esta derruido, apenas y se notan unas piedras sobre otras, pero nuestro hermano que una vez fue una promesa de luz para el mundo está ahí, enterrado en vida, recordando a su amada Lucilda y su pecado. De cuando en cuando quien escribe esta historia se compadece de él y viaja a través de las capas del espacio para llegar a humedecerle la boca con agua de manantial y brindarla mi consuélelo, pero soy un ser limitado y mis socorros son los de una alma ya vieja, el Príncipe Luis un hermano nuestro un hermano al fin, si pones atención tú quien me lee, podrás escuchar ahora sus lamentos, los lamentos de una alma atrapada en un cuerpo atormentado. ¿Los escuchas? Yo se que sí, yo sé que si los escuchas, son los lamentos de alguien que equivoco el camino. Son los mismos lamentos de almas atrapadas ahora, en cárceles de carne. Sé qué quisieras ayudar al hermano Luis de Aragón ahora, y lo puedes hacer, algo de nosotros es parte del Príncipe Luis, y parte del Príncipe es parte de nosotros, todo está conectado con todo, todos somos parte del gran todo, y conforme como tu vayas a la Gran Luz, Luis el Príncipe se acercará al final de su suplicio, así hasta llegar al mismo paraíso. Tú eres de alguna forma parte de esa alma atrapada y sofocada por el dolor.
Fraternalmente Vicente Alcoseri