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General: LA LEYENDA LUCIFERINA DE HIRAM ABIFF
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De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 19/02/2011 22:13
LA LEYENDA LUCIFERINA DE HIRAM ABIFF
En los Ritos masónicos, existen grandes misterios pertenecientes a la
tradición masónica del siglo XVIII, repleta de rosacrucismo,
templarismo, iluminismo, ocultismo... Uno de los Misterios más
profundos de los Ritos masónicos es la leyenda de Hiram Abiff,
presente esencialmente en el grado Maestro. Desde la Maestría
Masónica, que pertenece a la fase alquímica Obra al Negro, la historia
de Hiram Abiff nos ofrece Luz y nos conduce a los grados de la fase
alquímica Obra al Blanco. Vamos a abordarla en todo su contenido.

HIRAM ABIFF EN LA BIBLIA

De entre los varios personajes que con este nombre son llamados en la
Biblia, el que los masones consideran maestro de maestros es Hiram
Abiff, natural de Tiro, artesano fundidor y héroe de la leyenda
masónica asociada al grado Maestro. La historia de Hiram Abiff que
aparece en el Antiguo Testamento de la Biblia o en la Torah hebrea es
la siguiente.

Cuando los hebreos volvieron a la tierra prometida, el rey David
comenzó a construir el Templo de Jerusalem, el Templum Domini (El
Templo del Señor). Tras la muerte del rey David, su hijo el rey
Salomón, bajo la influencia del profeta Natán, prosiguió la
construcción del Templo. El lugar elegido para la construcción fue el
famoso Monte Moria (relacionado con el término mara, es decir visión,
revelación).

En la obra, Salomón contó con la ayuda de un amigo de su padre David,
Hiram, rey de Tiro en el siglo XI ANE, quien aportó una cantidad de
material considerable para el edificio (oro, cipreses, cedros),
acercándolos por mar al punto más próximo a Jerusalem. El rey Hiram de
Tiro también le prestó algunos masones a Salomón para que éste
culminase la gran obra que suponía la construcción del Templo. Y
Salomón como recompensa concedió al rey de Tiro la posibilidad de
sacar de sus estados cada año 20.000 medidas de trigo, 20.000 de
aceite…, entregándole unas veinte ciudades de Galilea y enviándole
obreros para sus necesidades.

Hiram de Tiro, repleto de afecto, por último, le envió a Salomón un
artista en quien moraba el espíritu de la Sabiduría. Hijo de una mujer
de la tribu Neftalí y de un trabajador del latón llamado Ur (fuego,
luz), de nombre Hiram (vida eterna) y Abiff (padre mío, el fundidor),
Hiram Abiff era un Maestro “lleno de sabiduría, de entendimiento y de
conocimiento para hacer toda suerte de obras de bronce; y vino al rey
Salomón, y fue quien hizo para él toda su obra”. (I Reyes, 7, 14).

Los obreros masones de Hiram Abiff quedaron divididos en aprendices,
compañeros y maestros, y cada grado poseyó unos signos, unos toques y
unas palabras secretas.

El Antiguo Testamento de la Biblia, sobre la evolución de la obra, nos
dice:

“Hiram Abiff fundió dos columnas de bronce. Tenía cada una dieciocho
codos de alto, y un hilo de doce codos era el que podía rodear cada
una de las columnas. No eran macizas, sino huecas; el grueso de sus
paredes era de cuatro dedos. Fundió capiteles de bronce para encima de
las columnas; de cinco codos de altura uno y de cinco codos de altura
el otro... Erigió primero la columna de la derecha y le dio el nombre
de Jakin, y luego la columna de la izquierda y le dio el nombre Boaz.
Como remate de las columnas había una especie de lirio. Así fue
acabada la obra de las columnas”. (I Re 7, 15-22). Según el Antiguo
Testamento, tras esto, Hiram Abiff preparó más decoración del Templo,
fundiendo las obras en una conocida explanada cercana al Jordán.

Una cuestión distinta a la Biblia es la leyenda masónica del grado
Maestro que tiene relación con Hiram Abiff.

LA LEYENDA LUCIFERINA DE HIRAM ABIFF

La leyenda de Hiram Abiff que aparece en la Maestría Masónica explica
que estando cerca la terminación del Templo, Salomón encargó a Hiram
Abiff que realizase el diseño de todas las obras de decoración del
Templo. Éste instaló el taller de fundición en una explanada no lejos
del Jordán y otorgó a los masones tres categorías: Aprendiz.,
Compañero y Maestro, enseñándoles signos, toques y palabras de paso.
Habían 70.000 aprendices, 8.000 compañeros y 3.600 masones.

Cuando el Templo estaba a punto de ser terminado, la reina de los
sabeos Balkis, princesa cuya belleza era célebre en todo Oriente,
viajó a Jerusalem para conocer a Salomón, pero el encuentro no resultó
del todo afortunado. Balkis, tras conocer por el cuervo Hud-Hud un
asunto relacionado con la cepa de vid que se encontraba junto al
altar, recriminó a Salomón: “para asegurar tu propia gloria has
violado la tumba de tus padres; y esta cepa...” Y éste respondió con
serenidad “que en su lugar elevaré un altar de porfirio y de maderas
de olivo, que haré decorar con cuatro serafines de oro”. “Esta viña -
dijo Balkis- ha sido plantada por Noé, tu antepasado. Al levantarla de
cuajo has cometido un acto de rara impiedad. Por ello, el último
príncipe de tu raza será clavado en este madero como un criminal. Pero
el suplicio salvará tu nombre del olvido y hará llover sobre tu casa
una gloria inmortal”. Balkis añadió que quería conocer a Hiram Abiff
y, finalmente, lo consiguió. Tras conocerlo, argumentó que deseaba
conocer a los masones y Salomón se negó. Pero el genial Maestro por
excelencia, Hiram Abiff, subió en ese instante a un bloque de granito
y con la mano derecha realizó un signo parecido a la T, relacionado
con Tiro, Tubalcaín...; y los masones se reunieron y guardaron un
silencio y una quietud asombrosos.

Algunos días después de los hechos narrados, Bedoni, ayudante y fiel
discípulo de Hiram Abiff, sorprendió a tres compañeros: Fanor el sirio
(albañil), Anru el fenicio (carpintero) y Matusael el judío (minero),
planeando sabotear la obra. Y la obra resultó momentáneamente
saboteada, provocando que un Bedoni desesperado por no haber advertido
a tiempo a Hiram se lanzase a la ardiente lava. Hiram Abiff, desolado
por el fracaso, se retiró llorando y entonces soñó el sueño más
importante de su vida. Tubalcaín lo transportó al Monte Zión y al
centro de la tierra y le transmitió la tradición luciferina más pura y
excelsa:

“De la fundición que brilla enrojecida en las tinieblas de la noche se
alza una sombra luminosa. El fantasma avanza hacia Hiram, que lo
comtempla con estupor. Su busto gigantesco está presidido por una
dalmática sin mangas; aros de hierro adornan sus brazos desnudos; su
cabeza bronceada encarnada por una barba cuadrada, trenzada y rizada
en varias filas, va cubierta por una mitra de plata dorada; sostiene
en la mano un martillo de herrero. Sus ojos, grandes y brillantes, se
posan con dulzura en Hiram y, con una voz que parece arrancada de las
entrañas del bronce, le dice:

-Reanima tu alma, levántate hijo mío. Ven sígueme. He visto los males
que abruman a mi raza y me he compadecido de ella...

-Espíritu, ¿quién eres? (pregunta Hiram)

-La sombra de todos tus padres, el antepasado de aquellos que trabajan
y que sufren. ¡Ven! Cuando mi mano se deslice sobre tu frente,
respirarás en la llama. No temas nada. Nunca te has mostrado débil...

-¿Dónde estoy? ¿Cuál es tu nombre? ¿Adónde me llevas? (dice Hiram)

-Al centro de la Tierra, en el alma del mundo habitado. Allí se alza
el palacio subterráneo de Enoc, nuestro padre, al que Egipto llama
Hermes y que Arabia honra con el nombre de Edris...

-¡Potencias inmortales! (exclama Hiram) Entonces es verdad. ¿Tú
eres...?

-Tu antepasado, hombre, artista..., tu amo y tu patrono. Yo fui
Tubalcaín.

Llevándole como en un sueño a las profundidades de la Tierra,
Tubalcaín instruye a Hiram Abiff en lo esencial de la tradición de los
cainitas, los herreros, dueños del fuego.

En el seno de la Tierra, Tubalcaín muestra a Hiram la larga serie de
sus padres: Iblis, Caín, Enoc, Irad, Mejuyael, Matusael, Lamec,
Tubalcaín...

Y entonces le transmite a Hiram la tradición luciferina: Al comienzo
de los tiempos, hubo dos dioses que se repartieron el Universo,
Adonai, el amo de la materia y el elemento Tierra, e Iblis (Samael,
Lucifer, Prometeo, Baphomet), el amo del espíritu y el fuego. El
primero creó al hombre del barro y lo animó. Iblis y los Elohim
(dioses secundarios) que no quieren que éste sea un esclavo de Adonai,
despiertan su espíritu, le dan inteligencia y capacidad de
comprensión. Mientras Lilith (hermana de Iblis, Samael, Lucifer,
Baphomet...) se convertía en la amante de Adán (el primer hombre)
enseñándole el arte del pensamiento, Iblis seducía a Eva y la
fecundaba y, junto con el germen de Caín, deslizaba en su seno una
chispa divina (según las tradiciones talmúdicas Caín nació de los
amores de Eva e Iblis, y Abel de la unión de Eva y Adán).

Más tarde, Adán no sentirá más que desprecio y odio por Caín, que no
es su verdadero hijo. Caín dedica su inteligencia inventiva que le
viene de los Elohim, a mejorar las condiciones de vida de su familia,
expulsada del Edén y errante por la tierra.

Un día, cansado de ver la ingratitud y la injusticia, se rebelará y
matará a su hermano Abel.

Caín aparece ante Hiram Abiff y también le explica su injusta
situación, añadiendo que en el curso de los siglos y los milenios, sus
hijos, hijos de los Elohim e Iblis, trabajarán sin cesar para mejorar
la suerte de los hombres, y que Adonai, celoso tras intentar aniquilar
a la raza humana tras el diluvio, verá fracasar su plan gracias a Noé,
que será ‘avisado por los hijos del fuego



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Respuesta  Mensaje 2 de 5 en el tema 
De: Alcoseri Enviado: 19/02/2011 22:16
En los Ritos masónicos, existen grandes misterios pertenecientes a la
tradición masónica del siglo XVIII, repleta de rosacrucismo,
templarismo, iluminismo, ocultismo... Uno de los Misterios más
profundos de los Ritos masónicos es la leyenda de Hiram Abiff,
presente esencialmente en el grado Maestro. Desde la Maestría
Masónica, que pertenece a la fase alquímica Obra al Negro, la historia
de Hiram Abiff nos ofrece Luz y nos conduce a los grados de la fase
alquímica Obra al Blanco. Vamos a abordarla en todo su contenido.

HIRAM ABIFF EN LA BIBLIA

De entre los varios personajes que con este nombre son llamados en la
Biblia, el que los masones consideran maestro de maestros es Hiram
Abiff, natural de Tiro, artesano fundidor y héroe de la leyenda
masónica asociada al grado Maestro. La historia de Hiram Abiff que
aparece en el Antiguo Testamento de la Biblia o en la Torah hebrea es
la siguiente.

Cuando los hebreos volvieron a la tierra prometida, el rey David
comenzó a construir el Templo de Jerusalem, el Templum Domini (El
Templo del Señor). Tras la muerte del rey David, su hijo el rey
Salomón, bajo la influencia del profeta Natán, prosiguió la
construcción del Templo. El lugar elegido para la construcción fue el
famoso Monte Moria (relacionado con el término mara, es decir visión,
revelación).

En la obra, Salomón contó con la ayuda de un amigo de su padre David,
Hiram, rey de Tiro en el siglo XI ANE, quien aportó una cantidad de
material considerable para el edificio (oro, cipreses, cedros),
acercándolos por mar al punto más próximo a Jerusalem. El rey Hiram de
Tiro también le prestó algunos masones a Salomón para que éste
culminase la gran obra que suponía la construcción del Templo. Y
Salomón como recompensa concedió al rey de Tiro la posibilidad de
sacar de sus estados cada año 20.000 medidas de trigo, 20.000 de
aceite…, entregándole unas veinte ciudades de Galilea y enviándole
obreros para sus necesidades.

Hiram de Tiro, repleto de afecto, por último, le envió a Salomón un
artista en quien moraba el espíritu de la Sabiduría. Hijo de una mujer
de la tribu Neftalí y de un trabajador del latón llamado Ur (fuego,
luz), de nombre Hiram (vida eterna) y Abiff (padre mío, el fundidor),
Hiram Abiff era un Maestro “lleno de sabiduría, de entendimiento y de
conocimiento para hacer toda suerte de obras de bronce; y vino al rey
Salomón, y fue quien hizo para él toda su obra”. (I Reyes, 7, 14).

Los obreros masones de Hiram Abiff quedaron divididos en aprendices,
compañeros y maestros, y cada grado poseyó unos signos, unos toques y
unas palabras secretas.

El Antiguo Testamento de la Biblia, sobre la evolución de la obra, nos
dice:

“Hiram Abiff fundió dos columnas de bronce. Tenía cada una dieciocho
codos de alto, y un hilo de doce codos era el que podía rodear cada
una de las columnas. No eran macizas, sino huecas; el grueso de sus
paredes era de cuatro dedos. Fundió capiteles de bronce para encima de
las columnas; de cinco codos de altura uno y de cinco codos de altura
el otro... Erigió primero la columna de la derecha y le dio el nombre
de Jakin, y luego la columna de la izquierda y le dio el nombre Boaz.
Como remate de las columnas había una especie de lirio. Así fue
acabada la obra de las columnas”. (I Re 7, 15-22). Según el Antiguo
Testamento, tras esto, Hiram Abiff preparó más decoración del Templo,
fundiendo las obras en una conocida explanada cercana al Jordán.

Una cuestión distinta a la Biblia es la leyenda masónica del grado
Maestro que tiene relación con Hiram Abiff.

LA LEYENDA LUCIFERINA DE HIRAM ABIFF

La leyenda de Hiram Abiff que aparece en la Maestría Masónica explica
que estando cerca la terminación del Templo, Salomón encargó a Hiram
Abiff que realizase el diseño de todas las obras de decoración del
Templo. Éste instaló el taller de fundición en una explanada no lejos
del Jordán y otorgó a los masones tres categorías: Aprendiz.,
Compañero y Maestro, enseñándoles signos, toques y palabras de paso.
Habían 70.000 aprendices, 8.000 compañeros y 3.600 masones.

Cuando el Templo estaba a punto de ser terminado, la reina de los
sabeos Balkis, princesa cuya belleza era célebre en todo Oriente,
viajó a Jerusalem para conocer a Salomón, pero el encuentro no resultó
del todo afortunado. Balkis, tras conocer por el cuervo Hud-Hud un
asunto relacionado con la cepa de vid que se encontraba junto al
altar, recriminó a Salomón: “para asegurar tu propia gloria has
violado la tumba de tus padres; y esta cepa...” Y éste respondió con
serenidad “que en su lugar elevaré un altar de porfirio y de maderas
de olivo, que haré decorar con cuatro serafines de oro”. “Esta viña -
dijo Balkis- ha sido plantada por Noé, tu antepasado. Al levantarla de
cuajo has cometido un acto de rara impiedad. Por ello, el último
príncipe de tu raza será clavado en este madero como un criminal. Pero
el suplicio salvará tu nombre del olvido y hará llover sobre tu casa
una gloria inmortal”. Balkis añadió que quería conocer a Hiram Abiff
y, finalmente, lo consiguió. Tras conocerlo, argumentó que deseaba
conocer a los masones y Salomón se negó. Pero el genial Maestro por
excelencia, Hiram Abiff, subió en ese instante a un bloque de granito
y con la mano derecha realizó un signo parecido a la T, relacionado
con Tiro, Tubalcaín...; y los masones se reunieron y guardaron un
silencio y una quietud asombrosos.

Algunos días después de los hechos narrados, Bedoni, ayudante y fiel
discípulo de Hiram Abiff, sorprendió a tres compañeros: Fanor el sirio
(albañil), Anru el fenicio (carpintero) y Matusael el judío (minero),
planeando sabotear la obra. Y la obra resultó momentáneamente
saboteada, provocando que un Bedoni desesperado por no haber advertido
a tiempo a Hiram se lanzase a la ardiente lava. Hiram Abiff, desolado
por el fracaso, se retiró llorando y entonces soñó el sueño más
importante de su vida. Tubalcaín lo transportó al Monte Zión y al
centro de la tierra y le transmitió la tradición luciferina más pura y
excelsa:

“De la fundición que brilla enrojecida en las tinieblas de la noche se
alza una sombra luminosa. El fantasma avanza hacia Hiram, que lo
comtempla con estupor. Su busto gigantesco está presidido por una
dalmática sin mangas; aros de hierro adornan sus brazos desnudos; su
cabeza bronceada encarnada por una barba cuadrada, trenzada y rizada
en varias filas, va cubierta por una mitra de plata dorada; sostiene
en la mano un martillo de herrero. Sus ojos, grandes y brillantes, se
posan con dulzura en Hiram y, con una voz que parece arrancada de las
entrañas del bronce, le dice:

-Reanima tu alma, levántate hijo mío. Ven sígueme. He visto los males
que abruman a mi raza y me he compadecido de ella...

-Espíritu, ¿quién eres? (pregunta Hiram)

-La sombra de todos tus padres, el antepasado de aquellos que trabajan
y que sufren. ¡Ven! Cuando mi mano se deslice sobre tu frente,
respirarás en la llama. No temas nada. Nunca te has mostrado débil...

-¿Dónde estoy? ¿Cuál es tu nombre? ¿Adónde me llevas? (dice Hiram)

-Al centro de la Tierra, en el alma del mundo habitado. Allí se alza
el palacio subterráneo de Enoc, nuestro padre, al que Egipto llama
Hermes y que Arabia honra con el nombre de Edris...

-¡Potencias inmortales! (exclama Hiram) Entonces es verdad. ¿Tú
eres...?

-Tu antepasado, hombre, artista..., tu amo y tu patrono. Yo fui
Tubalcaín.

Llevándole como en un sueño a las profundidades de la Tierra,
Tubalcaín instruye a Hiram Abiff en lo esencial de la tradición de los
cainitas, los herreros, dueños del fuego.

En el seno de la Tierra, Tubalcaín muestra a Hiram la larga serie de
sus padres: Iblis, Caín, Enoc, Irad, Mejuyael, Matusael, Lamec,
Tubalcaín...

Y entonces le transmite a Hiram la tradición luciferina: Al comienzo
de los tiempos, hubo dos dioses que se repartieron el Universo,
Adonai, el amo de la materia y el elemento Tierra, e Iblis (Samael,
Lucifer, Prometeo, Baphomet), el amo del espíritu y el fuego. El
primero creó al hombre del barro y lo animó. Iblis y los Elohim
(dioses secundarios) que no quieren que éste sea un esclavo de Adonai,
despiertan su espíritu, le dan inteligencia y capacidad de
comprensión. Mientras Lilith (hermana de Iblis, Samael, Lucifer,
Baphomet...) se convertía en la amante de Adán (el primer hombre)
enseñándole el arte del pensamiento, Iblis seducía a Eva y la
fecundaba y, junto con el germen de Caín, deslizaba en su seno una
chispa divina (según las tradiciones talmúdicas Caín nació de los
amores de Eva e Iblis, y Abel de la unión de Eva y Adán).

Más tarde, Adán no sentirá más que desprecio y odio por Caín, que no
es su verdadero hijo. Caín dedica su inteligencia inventiva que le
viene de los Elohim, a mejorar las condiciones de vida de su familia,
expulsada del Edén y errante por la tierra.

Un día, cansado de ver la ingratitud y la injusticia, se rebelará y
matará a su hermano Abel.

Caín aparece ante Hiram Abiff y también le explica su injusta
situación, añadiendo que en el curso de los siglos y los milenios, sus
hijos, hijos de los Elohim e Iblis, trabajarán sin cesar para mejorar
la suerte de los hombres, y que Adonai, celoso tras intentar aniquilar
a la raza humana tras el diluvio, verá fracasar su plan gracias a Noé,
que será ‘avisado por los hijos del fuego'.

Al devolver a Hiram a los límites del mundo tangible, Tubalcaín le
revela que es el último descendiente de Caín, 'último príncipe de la
sangre' del Ángel de Luz e Iblis, y que Balkis pertenece también al
linaje de Caín, que es la esposa que le está destinada para la
eternidad”.

Tras regresar al Templo conducido por Tubalcaín, Hiram Abiff está
aturdido por el sueño y las visiones, acaba la obra y se une a
Balkis.

Casi terminadas las obras del Templo de Jerusalem, tres compañeros que
veían difícil ser admitidos en la Maestría Masónica, decidieron
conseguirla por la fuerza. Apostados cada uno en una puerta del
Templo, invitaron a Hiram a desvelar sus secretos. Como éste no quiso
revelarlos, cada uno le asestó un golpe (uno con una regla sobre el
gaznate, otro con una escuadra de hierro sobre el pecho izquierdo y un
tercero con un mazo en la frente) y lo hirieron de muerte. Los
asesinos escondieron el cuerpo sin vida de noche en un bosque,
plantando sobre su tumba una rama de acacia (símbolo de la
inmortalidad y la Maestría). Hiram fue descubierto y vengado. Su
cuerpo reposó en el Monte Zión, a unos pocos metros de la Puerta de
Zión.

LEYENDA Y TRADICIÓN LUCIFERINA

Hemos apreciado varias cuestiones de interés: Hiram Abiff en la
Biblia, la leyenda de la Maestría Masónica, el luciferismo de Hiram
Abiff y sus antepasados, la tradición luciferina, etc. Repasemos
algunos puntos de sumo interés.

El árbol genealógico de Hiram Abiff, según la tradición luciferina
es:

1. El Dios Supremo y Desconocido

2. Iblis (Samael, Prometeo, Lucifer, Baphomet…) y Eva

3. Caín y Lebuda

4. Enoc y Naema

5. Irad y Naema

6. Mejuyael y Naema

7. Matusael y Naema

8. Lamec y Tsilla (Sela)

9. Tubulcaín y Naema

10. Ur y una viuda

11. Hiram Abiff y Balkis

Y la genealogía de Hiram Abiff de la tradición luciferina que acabamos
de describir, sin lugar a duda, por tanto, se puede considerar
totalmente “luciferina” o ligada al dios de la Luz por varios
motivos:

-Hiram, el fundidor de Tiro, era hijo de una viuda de la tribu de
Neftalí (I Reyes, 7-13) o de Dan. Esas dos tribus hebreas fueron las
que volvieron al becerro de oro y renunciaron al elaborado por Moisés.
Un hecho significativo.

-Hiram tuvo por padre a un tirio, también fundidor, llamado Ur. En
hebreo, esa palabra significa “Luz”. Recordemos la importancia de la
Luz con mayúsculas en toda la ruta luciferina.

-La leyenda de Hiram nos cuenta que éste fue instruido, durante un
descenso al centro de la Tierra, por Tubalcaín, su antepasado
fundidor. Y Tubalcaín, por cierto la palabra de paso en la Maestría
Masónica, es citado en el Génesis 4-22 de la siguiente forma: “Sela
parió a Tubalcaín, forjador de instrumentos cortantes de bronce y de
hierro. La hermana de Tubalcaín era Naema”. El rabí Simeón (a quien se
atribuye el Zohar, el principal libro de la Cábala) nos aclara: “Naema
era la madre de todos los demonios (sic), porque procedía del lado de
Caín”. Naema es hermana y esposa de Tubalcaín, lo mismo que Isis es
hermana y esposa de Osiris.

-Tubalcaín es un antepasado cercano de Hiram Abiff y la séptima
generación nacida de Iblis (Samael, Prometeo, Lucifer, Baphomet…), el
dios de la Luz y Ángel de Luz en la tradición judía, como se puede ver
en el árbol genealógico de la tradición luciferina descrito más
arriba. Con lo cual, podemos asegurar que Hiram Abiff tenía por
antepasado directo a Tubalcaín e Iblis, el dios de la Luz.

-Todo lo expuesto no sólo muestra que Hiram Abiff pertenece a una
genealogía “luciferina”, sino una clara ligazón de éste y sus
antepasados con el dios de la Luz, llamado como hemos dicho Iblis
(Samael, Lucifer, Baphomet, Prometeo…).

Los Misterios relatados pertenecen a la Iniciación Primordial que fue
a parar a las masonerías operativas de Egipto, de Israel… Recogidos
por el escocismo y memphis-misraïm, por los Ritos de la Orden
Illuminati y la Societas OTO, por el Sistema denominado Rojismo, esos
Misterios son fundamentales en la iniciación.

El deber de los iniciados es “descubrir” la auténtica tumba de Hiram
Abiff para poseer su Luz y sus Misterios. Así descubren de quien
descienden y quienes son, alcanzando la iniciación completa. Unos
buscan la tumba en el interior del templo, mientras que otros dirigen
sus pasos hacia el Monte Zión y las entrañas de la Tierra.


Respuesta  Mensaje 3 de 5 en el tema 
De: Alcoseri Enviado: 24/05/2012 12:49

Respuesta  Mensaje 4 de 5 en el tema 
De: Alcoseri Enviado: 20/06/2013 15:29

Respuesta  Mensaje 5 de 5 en el tema 
De: Alcoseri Enviado: 20/06/2013 15:34


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