La francmasonería Universal es, en esencia, una Institución eminentemente formadora, docente por excelencia, consagrada a través de los siglos a la noble y generosa tarea de plasmar un tipo ideal de hombre, culto, solidario y fraternal, amante de la verdad, libre de prejuicios o de dogmas. Este carácter docente que la singulariza, le impone el perentorio deber de preocuparse de todo cuanto se dice relacionado con los procesos educativos y, sobre todo, entender con claridad el significado e importancia de la educación en el individuo y en la sociedad. La Francmasonería centra su interés en el individuo y en la sociedad.
A través del primero (el individuo), correctamente formado, pretende mejorar y perfeccionar la humanidad. Con esta concepción básica se fija la órbita de acción de la Orden, para no actuar en el mundo exterior como manifestación evidente de su voluntad, sino estimulando la acción de sus miembros en tareas de progreso, de bienestar y de dignidad de las personas y de las agrupaciones, que éstas forman en su vida en sociedad. De la eficacia, del celo y fervor con que se lleve a cabo esta obra, depende en gran medida el destino de cada uno de los neófitos que ingresen en nuestra Orden. Quienes tenemos de una u otra forma la responsabilidad de impartir docencia en los talleres y en especial en el caso de los recién iniciados, debemos tener claramente establecido cuáles son los fines y cuáles son los medios o recursos de que disponemos para esta acción educativa.
Lamentablemente, la confusión no es rara en muchos talleres lo cual trae como consecuencia esterilidad o pobreza en la acción formativa y desencanto y alejamiento de nuestras columnas de muchos elementos valiosos que no supimos o no fuimos capaces de retener. No olvidemos que el profano, mediante la Iniciación, nace a una nueva vida y que corresponde a la Masonería prepararlo y capacitarlo para "vivir" esta nueva vida. Además, es necesario destacar, que el masón no solamente ha de "vivir" sino que ha de "convivir", lo que supone un auténtico proceso de socialización, que equivale a convertir el "yo" en "nosotros". Así, los tres grados azules o universales de la Francmasonería son el intento de feliz realización de un proceso de formación iniciática, partiendo de aprendiz, pasando por el de compañero hasta alcanzar la plenitud masónica que le confiere maestría. Todo lo anterior nos señala la complejidad del quehacer masónico- docente y la urgencia que no admite postergación con que la Gran Logia pretende asumir esta tarea como máxima prioridad. Para esto, la Gran Logia reconoce la necesidad de crear un medio logial y unos instructores masónicos que aseguren que el medio o ambiente en el que ha de convivir el iniciado, sea real y efectivamente educativo y sus instructores o Vigilantes sean de la más alta calidad y eficiencia, de sólida cultura, con dominio de la filosofía de nuestros grados, es decir, una efectiva aptitud docente.
Por todo esto, queridos hermanos, es que hoy nos encontramos reunidos en este Seminario, los Respetables Hermanos Vigilantes y Oradores de toda la Jurisdicción, convocados por la Gran Logia, en un serio propósito alrededor de la Docencia Masónica. El primer grado enseña a cultivar la fraternidad y a practicar la moral, acostumbrando al Aprendiz a interpretar los símbolos y alegorías masónicas; durante el período de aprendizaje se hacen conocer al masón las leyes, usos y costumbres de la Francmasonería y se le dispone para que sea filántropo, estudioso, constante y prudente. Así solamente, el hombre equilibrado en el plano espiritual, intelectual y físico, puede combatir sus pasiones en beneficio de su evolución perpetua y la de sus semejantes. El combate de las pasiones que nos dominan, puede hacernos infelices; sin embargo, si somos nosotros quienes las dominamos o si sabemos dirigirlas inteligentemente, pueden transformarnos de esclavos en señores de nosotros mismos. Así el Aprendiz ha de poner especial cuidado en desterrar de sí cuantas imperfecciones morales conserve del mundo profano, procurando, como lo dijimos anteriormente, despojarse del pernicioso influjo de las pasiones e inspirarse en el ejemplo de los maestros de su Logia. "Nuestra Orden elige hombres, los educa, los organiza y disciplina", esto es, corrige en ellos, todo cuanto es posible; les enseña a elegir los elementos útiles del ambiente en que se desenvuelven; y les indica el rumbo de las evoluciones que han de llevarlos a su destino.
En el primer grado como en los sucesivos, se enseña y educa al neófito sin móviles religiosos o políticos. " Así nuestra Institución comienza su obra en los Hermanos y, por consecuencia lenta, pero eficaz y profunda, la termina en la sociedad profana". La Francmasonería enseña al recién iniciado un repertorio de principios intangibles, cuya aceptación es básica e ineludible para el ingreso y permanencia en la Orden. Estos principios la individualizan y la definen, caracterizándola de tal manera que si faltaran, desaparecería la Institución, ya que ellos expresan la correcta y buena doctrina. El primero de ellos, es el principio de la personalidad. Reconocer al ser humano el atributo de conciencia autónoma que no puede ni debe ser supeditada a ninguna entidad, salvo al estado en cuanto éste es el símbolo representante y expresión de la comunidad. Esta supeditación sólo es válida en la esfera de las relaciones con los demás, ya que en la intimidad, el hombre se da su propia moral, su propia norma, pues es soberano.
El segundo principio: La masonería exige a sus miembros que sean morales, pero no les impone una pauta determinada de moral, sino que respeta las conciencias individuales y sólo exige que cada cual proceda de acuerdo a su conciencia. Por eso la Orden, en general, no impone ni dogmas ni consignas. Del principio de la personalidad se derivan dos principios fundamentales, como son el de libertad y el de igualdad; con relación a este último podemos afirmar que, todos poseen los mismos derechos fundamentales, es decir, todos somos fundamentalmente iguales. De allí que cualquiera forma de esclavitud y servidumbre, pugna con el ideal masónico de la igualdad, implícito desde el primero hasta el último grado de nuestra Augusta Orden.
Otro principio fundamental de la Institución, y quizás el primero de los elementos místicos que se nos enseña cuando somos Iniciados, es el de la fraternidad, que se traduce en alentar en el neófito y reafirmar en el resto, la simpatía mutua, la solidaridad, condiciones fundamentales y prerequisitos para que la libertad y la igualdad no se nos convierta en una ilusión utópica. La estrecha unión de los iguales es pilar fundamental para el buen desarrollo y armonía individual y colectiva del Taller. Necesitamos entonces, perseverar en nuestros propósitos de auto formación, labrar la piedra bruta a través de una docencia activa, para luchar por la justicia, la paz y la solidaridad, pues de este modo serviremos a los elevados designios de la Institución masónica, que al recibirnos en su seno nos confió un legado, un patrimonio moral y espiritual que ante el Ara juramos defender y dignificar, mediante nuestro esfuerzo personal y consagración para el logro de una superior convivencia. Esta recopilación, interpretación y análisis del primer grado no pretende agotar el tema, sólo aspira ser una vista, aunque sea parcial, de los Iniciados dentro de nuestra Institución Francmasónica.