¿Dios, el Gran Arquitecto del Universo obra directamente sobre la Humanidad?
Hay y ha habido pensadores que afirman que Dios no ejerce ningún control sobre los asuntos humanos. Pero, si su opinión es verdadera, ¿cómo puede existir la piedad, la santidad y la religión? Porque todos estos son tributos que hemos de rendir, con pureza y santidad, a los poderes divinos solamente en la hipótesis de que ellos llegan a conocerlos o advertirlos y de que Dios ha influenciado en la humanidad.
Mientras que si, por el contrario, Dios no tiene interés ni voluntad modificar nada, si no nos presta ninguna atención y no tienen noticia alguna de nuestras acciones, si no pueden ejercer absolutamente ninguna influencia sobre la vida de los hombres, ¿qué motivo tenemos para dirigir ningún culto, honor o plegaria a Dios? ¿Dios necesita de nuestras oraciones? La piedad, no obstante, igual que el resto de las virtudes, no puede existir en una simple apariencia ficticia y simulada; y, junto con la piedad, tienen que desaparecer de igual manera la veneración y la religión. Y, una vez eliminadas estas cosas, la vida es toda ella en seguida pertubación y confusión.
Y no sé si, una vez eliminada la adoración a Dios como Algo Superior, no va a desaparecer también la fidelidad y la unión social de los hombres, y aun la misma justicia, la más excelente de todas las virtudes. Hay, sin embargo, otros pensadores, y precisamente los más eminentes y notables, que creen que todo el mundo está regido y gobernado por la inteligencia del Gran Arquitecto del Universo directamente, y no solamente esto sino también que la providencia de Dios vela sobre la vida de los hombres; pues consideran que los granos y los demás frutos que produce la tierra, y también el clima y las estaciones y los cambios de la atmósfera, gracias a los cuales todo lo que la tierra produce madura y llega a ser fecundo, son un don de los dioses inmortales a la especie humana; y añaden a esto otras muchas cosas — que serán recogidas en estos libros— de tal naturaleza que parecen casi haber sido expresamente fabricadas por Dios mismo para el uso de los hombres. El modo de pensar de estos pensadores fue ampliamente atacado por los ateos, de tal forma que suscitó en las personas de espíritu activo o no perezoso el afán de descubrir la verdad.
No hay, de hecho, ninguna cuestión sobre la cual exista una divergencia tan enorme de opiniones, no solamente entre las personas ineducadas sino también entre los hombres instruidos; y las opiniones planteadas son tan diversas y tan discrepantes entre sí que, si bien existe sin duda la alternativa posible de que ninguna de ellas sea verdadera, es ciertamente imposible que sea verdadera más de una. ---- http://groups.google.com/group/secreto-masonico
Y, en verdad, en tal litigio podemos nosotros tanto aplacar a los censores benévolos como reducir a silencio a los vituperadores, haciendo que los últimos se arrepientan de sus censuras y que los primeros se alegren de haber aprendido algo más; pues los que critican de una manera amistosa deben ser enseñados, y los que atacan de manera hostil deben ser refutados. ---
Observo, con todo, que se ha venido hablando mucho del gran número de libros que yo he producido en un breve espacio de tiempo, y que tales comentarios no han sido todos de una sola especie o tipo; algunas personas han sentido la curiosidad de saber cuál ha podido ser la causa de este repentino interés mío por la masonería, mientras que otras personas se han mostrado deseosas más bien de saber qué opiniones concretas defendía yo sobre las diversas cuestiones. Muchos también, como he podido advertir se sienten grandemente sorprendidos de exista tanta espiritualidad en la masonería, y han querido dar aprobación a una filosofía que consideran nos priva de la luz de la luz religiosa y la anega en una especie de noche; y se maravillan de que masones hayan salido inesperadamente a defender un sistema al que hace ya tiempo se ha maliterpretado. ---
Sin embargo he de decir que he comenzado a dedicarme a la filosofía masónica: desde mi más temprana juventud he consagrado a su estudio una parte no pequeña de tiempo y energías, y he continuado tal estudio con la máxima diligencia precisamente en las épocas en que menos parecía que lo hiciera, como bien lo atestiguan las máximas filosóficas de que están llenos los discursos en tribuna libre, y mi íntima amistad con los más sabios masones que siempre se han dignado honrar la escuela masónica.