Misterios Esotéricos de la Antigua Grecia
La idea griega de veneración era muy diferente de nuestras concepciones modernas. No debe suponerse que cualquier griego culto creyera en la mitología de su religión como algo que tuviera que ser tomado a la letra. Algunas personas a veces se preguntan cómo era posible que grandes naciones como Grecia o Roma permanecieran satisfechas con lo que comúnmente llamamos su religión; un caos de mitos carentes de buen gusto y muchos de ellos hasta de descendencia, describiendo dioses y diosas que eran claramente humanos en sus actos y pasiones, sosteniendo constantes querellas entre sí. La verdad es que nadie estaba satisfecho con ella, y nunca fue, ni con mucho, lo que entendemos por la religión; aunque no hay duda que fue tomada literalmente por gentes ignorantes. Toda la gente culta y pensadora estudió cualquiera de los sistemas de filosofía y en muchos casos eran también iniciados de la escuela de los Misterios; era esta elevada enseñanza lo que realmente modelaba sus vidas y tomaba para ellos el lugar de lo que llamamos religión, a menos que fuesen francamente agnósticos, como lo son muchas personas cultas hoy día. No obstante, algunos de estos fantásticos mitos eran explicados en los Misterios, y se veía que eran la cubierta de una enseñanza oculta relacionada con la vida del alma. Sin embargo, muchos de los dioses de Grecia eran personajes reales, que cumplían con su cometido en las vidas de las gentes, para quienes eran canales de la bendición divina. El aspecto fundamental de la religión externa de Grecia era el culto a lo bello. Se sabía en Grecia que toda verdadera obra de arte irradiaba una atmósfera de alegría y belleza; por lo tanto, los griegos se rodeaban de cualquier clase de objetos bellos, y otro tanto hacían con su culto. Sabían que los dioses se manifestaban a través de la belleza; que eran aspectos y canales para la Belleza Una; y de este modo, recogían a su alrededor efluvios de la influencia divina, y así, derramaban bendiciones sobre el mundo. Los dioses de Grecia no eran los mismos que se reverenciaban en Egipto; representaban aspectos algo diferentes del Dios eterno, en forma adecuada al desarrollo de la subraza céltica, que era un pueblo esencialmente artístico, al igual que el egipcio lo había sido científico. Como es sabido por los estudiantes del lado oculto de la religión, cada subraza tiene su propia representación de la verdad, sus propias formas divinas, por medio de las cuales se ofrece veneración al Supremo; y el tipo de religión es formulado por el propio Maestro del Mundo de acuerdo con el desarrollo y cultura que han de ser las características distintas de esa raza y su contribución al plan para la evolución del mundo. En Grecia, como en Egipto, había una multitud de estas formas divinas, algunas de ellas representadas y dotadas de alma por grandes Ángeles que pueden ser comparados hasta cierto punto, con los adorados en tierras cristianas; S. Gabriel, S. Rafael y otros. Los dioses de Grecia no eran menos reales que estos grandes dioses, aunque pertenecían a un tipo enteramente diferente, semejando a los Ángeles que presiden a los varios países más bien que a los Jefes de las nueve órdenes de huestes Angélicas. Palas Atenea, la ojigris diosa de la sabiduría era un magnífico y espléndido Ser, que prácticamente gobernó Atenas por medio de sus devotos. Su influencia era grandemente estimulante, mas ella no era una concreción de la compasión o del amor en la alta medida en que lo es la Bendita Virgen María, sino más bien de la eficiencia y de esa perfecta exactitud de forma que es la esencia de todo lo que es arte. Mucho del maravilloso arte de Gracia fue inspirado directamente por ella; y para satisfacerla tenía que ser el más elevado, el más verdadero y el más exacto. Ella no podía tolerar una simple línea fuera de sitio, ni en el más pequeño objeto. Había algo de acero pulido en Atenea; era fría y cortante como espada de doble filo, tremendamente poderosa, conservando a la gente en lo más elevado, lo más noble, lo más puro, lo más bello; y sin embargo, no tanto por un amor abstracto a la belleza, sino porque habría sido una desgracia para ella ser algo menos que bella. Prácticamente no había emoción conectada con Palas Atenea; tenemos una apreciación intelectual de su grandeza, una intensa devoción que se desenvuelve en líneas mentales, un espléndido entusiasmo para seguirla; pero no nos aventuraríamos en nada parecido a la afección personal. Mantuvo a Atenas en perfecto orden, dirigiéndola, gobernándola, animando a su pueblo con su maravillosa inspiración; vigiló el desarrollo de su ciudad con el mayor interés; determinó que debía sobrepujar a Esparta y a Corinto y demás ciudades de Grecia. Hera fue un personaje real también, pero diferente de Palas Atenea. Ella era una de las muchas encarnaciones o formas del aspecto femenino del Primer Rayo, y se pensó que era la Reina del Cielo; corresponde con mucha cercanía a la diosa hindú Parvati, la shakti o poder de Shiva, imaginada como Su esposa igual que Hera lo fue de Zeus. Dionisio fue el Lagos mismo, igual que Osiris lo había sido de Egipto, aunque en un diferente aspecto; y la leyenda de Su muerte y resurrección correspondía estrechamente con la de Osiris, y fue enseñada con la misma significación en los Misterios de Grecia. Febo Apolo, el Dios del Sol y de la música, cuyo símbolo fue la lira, parece haber sido originalmente Orfeo; así que, al venerarlo, los griegos, en realidad ofrendaban su amor al gran Instructor del Mundo. Deméter y su hija Perséfone o Core eran especialmente reverenciadas en Eleusis. Estas dos deidades eran personificadas de las grandes fuerzas de la Naturaleza, la primera lo era de la protectora maternidad de la tierra, y la segunda, de la vida creadora que hace que la tierra florezca y prospere en grano, flor y fruto y que luego regrese al período de descanso a la llegada del Invierno; invernación o vida oculta, latente, sólo para brotar de nuevo como si se tratara de una nueva encarnación bajo la influencia de la Primavera. Deméter parece equivaler a Uma, La Gran Madre, aún venerada en la India. Afrodita, la diosa del Amor - "inmortal Afrodita la del trono bordado", como Safo la lIama - representaba el aspecto femenino de la Deidad como la divina compasión; fue llamada "nacida de la espuma" porque místicamente se suponía que había surgido de las aguas del océano. Swinburna la describe en bellas Iíneas: Su abundante pelo fuertemente impregnado del color y del aroma de las flores Rosa ebúrnea del agua blanca rosada, un esplendor plateado, una llama. . . quien, a la hora de su nacimiento místico, Sonrojada emergió de la ola, toda sonrojo e imperial posó su piel sobre el mar. y las maravillosas aguas la conocieron, los vientos y los invisibles senderos, y las rosas se trocaron más rosadas, y más azul la corriente azul marino de las bahías. Este hermoso simbolismo de su nombre se refiere al aspecto formal de la Deidad, la raíz de la materia llamado el "profundo mar" o el "mar virgen" que está impregnado de vida y belleza divinas, y de este modo da nacimiento a las más bellas de las formas. El Título "nacida de la espuma" es particularmente adecuado si consideramos que todas las formas están construidas de agregados de burbujas sopladas, en el "profundo mar", el éter del espacio. Todo esto era explicado a los iniciados de los Misterios. La misma idea mística se halla en el título de Nuestra Señora María, Mar-ía, "Estrella del Mar", si bien en este caso ella es la corporización de una más plena manifestación del amor divino en la perfección de la eterna maternidad, y en su persona convergen muchos aspectos de la Deidad que estaban divididos en Grecia. Había, no obstante, dos facetas del culto de Afrodita: la más elevada estaba sintetizada en Afrodita Urania, la Afrodita del cielo, que era "la Madre del Amor Bello"; pero había un aspecto inferior de su veneración como Afrodita Pandemos, el amor común, terrenal, conducente a mucho deseo malo y bajo, indigno de ser llamado amor; y este aspecto era el más prominente en los días en que la antigua religión había perdido su valor y entrado en corrupción. Afrodita corresponde, aproximadamente, a Lakshmi en la India. Los dioses estaban conectados con los Misterios, y trabajaban con y a través de sus fieles creyentes; pero hasta en los Misterios había menos devoción y más apreciación intelectual que en las religiones actuales. Al estudiar diferentes ramas de los Misterios tal como se trabajaban en diferentes países, no podemos sustraernos a algunas analogías -no podemos tener la esperanza de hacer comparaciones exactas; y la dificultad aumenta cuando tratamos de comparar la fe antigua con la moderna- toda su perspectiva era muy diferente de la nuestra. El control de los Misterios de Eleusis en los tiempos clásicos quedó en manos dé dos familias: los Eumólpidas y los Keryces o heraldos, quienes estaban también conectados con la adoración de Apolo Pitio en Delfos. La mayoría de los oficiales eran escogidos de entre estas dos familias, aunque también había representantes civiles del estado ateniense quienes eran responsables del ceremonial público de los Misterios así como del control de las finanzas. El oficial en jefe era el hierofante, electo por sorteo, para toda la vida, de entre los Eumólpidas. Sólo él tenía el cargo de guardián de los Consagrados (Hiera), o sean los tesoros sagrados que fueron tan cuidadosamente conservados en Eleusis y que tuvieron tan importante papel en la magia ceremonial de los Misterios. Invariablemente era un hombre de edad avanzada y posición distinguida, y en sus manos se depositaba el supremo control del ceremonial secreto. Quien lo seguía en rango era el Dadoukós, el portador de la doble antorcha, escogido de por vida entre la familia de los Keryces. Ambos oficiales tenían casas en el sagrado recinto en Eleusis, a la cual sólo los iniciados podían tener acceso; sin embargo, mientras el hierofante permanecía en casi completa reclusión. El Dadoukós a menudo tomaba parte prominente en los asuntos públicos. Un tercer oficial era el Rieroceryx, o heraldo sagrado, quien también era electo de por vida de entre la familia de los Keryces; uno de sus deberes era hacer la solemne proclamación a los Mystae antes de su iniciación en los Misterios Mayores para conservar silencio acerca de asuntos sagrados. Un cuarto oficial era el Presbítero de Altar, también seleccionado de entre los Keryces, quien en los últimos tiempos fue responsable de los sacrificios. En los días grandes de los Misterios nunca se ofrendaron sacrificios animales, pero, como en todo sistema religioso, vino una época en que la tradición había llegado a formalizarse y mucho del conocimiento interno había sido retirado. Fue entonces cuando ciertas enseñanzas acerca del significado del sacrificio y su lugar en la vida espiritual fueron desfiguradas y materializadas en la cruel superstición de que era necesario sacrificar animales a la Deidad. También había dos mujeres hierofantes, dedicadas a las dos diosas que presidían los Misterios, Deméter y Cara; y además de ellas había la sacerdotisa de Deméter quien parece haber estado muy cércamente conectada con otros cultos ritos de la diosa a los cuales la admisión era femenina únicamente (Thesmofia, Haloa), así como también con los Misterios de Eleusis. Un número de oficiales menores también tomaba parte en el ceremonial. Como en Egipto, las mujeres eran admitidas a los Misterios en igualdad de condiciones que los hombres, y no se hacía distinción de sexos excepto para los asuntos de adscripción de puestos. La instrucción de los candidatos era colocada en manos de los Mistagogos, quienes enseñaban bajo la supervisión del hierofante y preparaban a los iniciados para la celebración de los Misterios, comunicándoles ciertas fórmulas que serían requeridas en el curso del ceremonial. Una orden enclaustrada de sacerdotisas vivía en retiro en Eleusis, con votos de celibato y dedicadas a la vida elevada. Parece probable que éstas sean las "abejas" de quienes Porfirio y varios gramáticos hablan.