¿Qué gran poder se esconde detrás del
Mito de Hiram? Parte #4
Al parecer existió una tradición
primordial iniciática de la cual brotan todas las escuelas de misterios
incluida nuestra masonería, por ello las pirámides aparecen como una constante
por todas partes y épocas, todo parece indicarnos insistentemente que el ser
humano de hoy ha perdido ese conocimiento superior , conocimiento que lo hacía
estar en tanto estar en contacto directo con Dios, y como su propia consciencia
elevada. ¿No nos dice la misma Escritura que somos dioses? (Salmo, 82:6 y Juan,
10:34). Aquí se hace evidente el trasfondo esotérico y hermético que inevitablemente
tiñó la formulación de los credos monoteístas en la ribera oriental del
mediterráneo. Aunque el contacto del pueblo hebreo con la cultura grecorromana
y las distintas tribus semitas del sector puede explicar fácilmente el
contagio, no es menos cierto que la transmisión de la doctrina esotérica
tradicional se beneficia de dicha “contaminación” en la medida en que le hace
posible su traspaso seguro, codificada tras el grueso manto del exoterismo
religioso. Asegura la leyenda masónica que el rey Salomón mandó construir en
secreto una bóveda oculta bajo el Templo de Jerusalén, cámara subterránea que
mantenía las mismas proporciones que el gran edificio superior. A ella se
accedía por una escalera de 24 peldaños divididos en cuatro tramos de tres,
cinco, siete y nueve escalones. En la bóveda, de cuya existencia sólo sabían
Salomón y los maestros constructores entre ellos Hiram Abiff, dispuso un
pedestal triangular en el que mandó grabar los diversos sellos y sigilos de la
sabiduría secreta. En ese lugar se escondió el mayor tesoro que el hombre
pudiese imaginar: la Palabra que encierra el nombre del Gran Arquitecto del
Universo. ¿Y no buscaron los Templarios esa misma cripta durante 9 años,
excavando bajo los restos del Templo en el monte Sión?
En el misticismo islámico existe la
misma cuestión alrededor del nombre esencial de Allah. El Corán desarrolla una
teología en la que Dios se presenta bajo 99 nombres que reflejan sus distintos
atributos, pero deja en el más absoluto misterio el último y más sagrado de
todos ellos: el de su Esencia. Es este centésimo Nombre Divino el que suscita
las especulaciones místicas más notables del sufismo, y su custodia es un
secreto que guarda celosamente el Shaikh, que no lo comunicará más que a los
derviches de mayor rango y realización. El Gran Nombre (Ism al-'Azam) puede
obrar prodigios y abrir las puertas de la existencia a la presencia divina.
Algo similar ocurre en las religiones hindúes por el uso del mantra, con su
potencial para liberar la mente y su concepción del sonido AUM como núcleo
sonoro de la suprema realidad de Brahman. En la cosmogénesis del Corpus
Hermeticum, el Verbo (Logos) vuelve a aparecer ocupando el lugar central de
potencia creadora. Asimismo figura en las distintas versiones cosmogónicas de
los círculos gnósticos de Alejandría, que comparten con la Hermética un mismo
trasfondo cultural. Dice el Poimandres:
El Verbo santo vino a abrazar la
Naturaleza, y un fuego sin mezcla se lanzó fuera de la naturaleza acuosa hacia
lo alto, hacia la región sublime; era ligero y vivo, y activo al mismo tiempo;
y el aire, siendo ligero [también], siguió al soplo ígneo, elevándose hacia el
fuego a partir de la tierra y el agua, de manera que parecía suspendido del
fuego. La tierra y el agua permanecían en su lugar, ambas íntimamente mezcladas
entre sí, tanto, que no se distinguían: y eran incesantemente movidas bajo la
acción del soplo del Verbo que se encontraba por encima de ellas, según el oído
percibía.
Vemos aquí otra vez más el poder
articulador de la Palabra de Dios, esa misma que muchas iglesias cristianas
pretenden predicar sin comprender demasiado lo que insistentemente repiten a
sus fieles.
Volvamos al Fiat lux del Génesis. Hay
algo de inefabilidad detrás de un Dios cuya luz no puede ser vista antes de que
el sonido de su voz haya sido escuchado. Esta invisibilidad se repite en la voz
que escuchan todos los patriarcas y profetas, un rasgo propio de la iconoclasta
religiosidad abrahámica. Pero encontramos la misma característica en buena
parte de la tradición espiritual del oriente próximo. Es casi seguro que el
Nombre Secreto seguirá extraviado hasta el fin de los tiempos, pues hay algo
que siempre está perdido en todo camino iniciático: el Santo Grial en las sagas
caballerescas, el paraíso en la espiritualidad judeocristiana, el caldero mágico
entre los celtas, la Atlántida en la leyenda platónica, la Thule en los mitos
hiperbóreos, las manzanas doradas del Jardín de las Hespérides o la Palabra
Perdida en el rito masónico. Recuperarlo es la posibilidad de reactivar la
condición divina en el hombre, volver a restituir la unidad del Adam Kadmon de
los cabalistas o el Insan al-Kamil de los sufíes. Porque todos somos células
dispersas de un único Hombre: el Verbo Encarnado. La Palabra que da origen a la Luz es sin embargo una restricción, una
contracción de la misma Luz Divina en la teología mística del gran rabí Isaac
Luria. Encontramos una noción sumamente parecida a la del tzimtzum de la cábala
en la cosmogénesis de Jakob Böhme, cuyo primer acto abre con una contracción en
el seno de la Divinidad. Al mismo tiempo que Dios da comienzo a la creación con
la pronunciación del primer movimiento, debe restringir su propia magnificencia
para dar cabida al espacio y al tiempo, que son inevitables suspensiones de lo
Divino, ausencias en donde la radiación espiritual queda constreñida y por ello
oculta. A medida que se desenvuelve el proceso de emanaciones a través de las
10 Sephirot, esta ocultación de la Luz se hace progresivamente mayor, añadiendo
velos cada vez más densos que impiden la contemplación directa del Rostro
Divino. Tenemos aquí una primera pérdida, o más propiamente un ocultamiento. En
el mito cabalístico, la Palabra Perdida fue transmitida a Adán y a sus
descendientes a través de la línea de Set, como un secreto que debían
custodiar, porque les aseguraba el permanente contacto con el Creador. Esa
Palabra no es otra cosa que Ha-Shem, el Nombre de Dios expresado gráficamente
en el impronunciable Tetragrammaton. Habrá otras pérdidas, como la del Edén y
la del Arca de la Alianza que contenía las Tablas de la Ley, así como el
sagrado nombre.
La Masonería en General, señala que
"en verdad, los trabajadores tramaron ilegalmente extorsionar a Hiram Abif
en secreto, uno de los secretos era la Capacidad para cortar duras piedras de
granito como si fueran de mantequilla o
de levantar piedras cuyo peso era de varias toneladas , aligerándolas a tal
punto de pesar unos cuantos kilogramos de peso. Un secreto de construcción que
hoy se ha perdido el secreto que conocían
los constructores de pirámides, otro secreto tecnológico perdido era el que se
ha utilizado para dar a las piedras un pulido perfecto. Teniendo en cuenta esto
, ¿sería este secreto operacional lo que buscaban los tres albañiles que
atentaron contra la vida de Hiram Abiff , un saber, que hoy se ha
perdido"?
Después de la construcción del
Templo, los obreros del más alto grado, conocidos como" los más excelentes"
, han tratado de reconstruir los grandes
secretos con fórmulas sustitutas , luego que Hiram fue asesinado. Y lo que nos
ha llegado hasta el día de hoy son palabras sustitutas porque la palabra se
perdió , pero cada masón del presente tiene la obligación de reencontrar la
Palabra Perdida.
Alcoseri