Vick Alcoseri
Administrador ·
La historia de un francmasón benefactor
Esto sucedió en la época en que nosotros los masones mexicanos no éramos tan demasiado orgullosos y sabíamos bien utilizar la riqueza para, a veces, dar un poco de felicidad al mundo.
En verdad, esto pasó hace mucho tiempo. El Francmasón tamaulipeco Teódulo Gutiérrez se distinguía por sus obras filantrópicas y fraternales , pues siempre acudía en auxilio de los necesitados , además era propietario de un enorme campo algodonero al norte de Tamaulipas México. Esta vez matarían a un animal en su Rancho , serían unos cerdos , lo hacía desde hacía unos 3 o 4 meses en sábado al atardecer, para repartirlo entre los necesitados el domingo, y preparaban al animal en un asado o si mataban una Vaca era una barbacoa que preparaban por la madrugada , y al día siguiente, domingo por la mañana la repartían , Teódulo Gutiérrez llegaba al pueblo para la dominical tenida masónica por la mañana . Después de la Tenida , el secretario del Ayuntamiento desde lo alto de la escalinata del quiosco del pueblo , leía las noticias que le llegaban por telégrafo , toda la gente reunida en la plaza escuchaba las noticias, ya que las diarios tardaban mucho en llegar.
"Mi turno!" gritó Teódulo Gutiérrez, cuando el secretario del ayuntamiento terminó su lectura.
Y dijo , "el cerdo más grande de mi establo acaba de morir de una puñalada. Los invito a la fiesta de las morcillas y carnitas de puerco. Grandes y pequeños, jóvenes y viejos, ricos y jornaleros, ¡vengan todos!.
¡Así una multitud , se dirigió a la Casa del Masón QH Teódulo Gutiérrez hubo una multitud para encaminarse al patio de su casa !
"¡Vengan todos! ¡Repitió, vengan todos!" Al ver las cabezas apiñadas a su alrededor y el arriba del Quiosco de la Plaza, parecían un verdadero montón de manzanas, grandes manzanas moviéndose alrededor del quisco , había tanta alegría en sus rostros.
La Gripe Española había desaparecido de México, pero todos querían olvidar a sus muertos, y de eso hace justo 100 años , hasta el cura de la iglesia iría al ágape masónico del francmasón Teódulo Gutiérrez, y para el cura católico, habría un lugar especial a lado del francmasón Teódulo Gutiérrez, y claro no podría faltar el Alcalde del Pueblo.
La alegre perspectiva de una gran comida en la casa Teódulo Gutiérrez hizo que mucha gente se emborrachara ese domingo, pues había mucha cerveza Carta Blanca traída desde Monterrey Nuevo León , eran cientos de botellas , como regalo de un Masón Político de aquel Oriente y que también estaría ahí presente en el ágape , la comida sería una borrachera que duraría hasta el lunes por la noche, los músico no faltaron , era música regional , varios tríos y la mujer el coro de la iglesia cantando la melodía de moda , todo para celebrar mejor la vida, incluso el sacerdote cantó sus canciones a guitarra ya entrado en copas.
Pero regresemos de nuevo al Domingo de las carnitas de puerco , fue una procesión interminable en dirección a la casa de Teódulo Gutiérrez. Los más acomodados seguían el camino en carros tirados por caballos ; los pobres caminaban por los senderos laterales algunos en muletas. Todos ya estaban sentados frente a un plato muy lleno, cuando llegó un invitado tardío, que parecía un desafortunado ser, su ropa era de vieja tela pero muy limpia, toda en harapos, estaba desgastada, pero ese hombre tenía un extraño brillo en sus ojos y su porte era de un eminente y culto personaje.
El francmasón Teódulo Gutiérrez fue a su encuentro le invitó a comer y le hizo sitio, pues le saludo con el toque de Maestro Masón . El hombre se sentó, pero apenas solo tocó la comida que le sirvieron. Insistió en mantenerse en silencio y, a pesar de los esfuerzos de sus vecinos de mesa por entablar conversación con él, no soltó de sus labios una sola palabra durante toda la comida. Nadie lo conocía. Los ancianos del pueblo pensaron que se parecía a alguien que habían conocido una vez, pero que había muerto hace mucho tiempo, la comida terminó. Las mujeres salieron a charlar entre ellas, los masones a encender una carga de pólvoras amarillas . Todos estaban felices.
Teódulo Gutiérrez se colocó una tarima a lado del establo donde había tenido lugar la fiesta, para dar gracias de todos. Mucha gente tartamudeaba y se tambaleaba por efectos de la Cerveza. Teódulo Gutiérrez se frotó las manos. Le gustaba que la gente saliera de su casa lleno hasta la garganta.
"¡Bien!", Dijo, "habrá, esta noche, en los fosos de los senderos de las afueras de mi casa, orines tan grandes como arroyos". Estaba encantado consigo mismo, sus cocineros, su cerveza carta blanca y sus invitados. De repente se dio cuenta de que todavía había alguien en la mesa. Era el Masón con ropa vieja y roída.
"No te apresures mi QH ", dijo Teódulo Gutiérrez acercándose a él. Fuiste el último en llegar, es justo que seas el último en irse, pero agregó, te arriesgas a quedarte dormido frente a un plato y un vaso vacío."
El hombre, de hecho, había devuelto ya su plato lleno y su vaso de cerveza al mesero , pero se lo habían colocado de nuevo por órdenes del masón Teódulo Gutiérrez, que se dio cuenta no había comido nada. Al escuchar las palabras de, lentamente volteó la cara hacia Teódulo Gutiérrez. Y Teódulo Gutiérrez vio que su rostro y cabeza era una calavera. El hombre se puso de pie, sacudió sus trapos, que estaban ya esparcidos por el suelo, y Teódulo Gutiérrez vio que en cada trapo colgaba un trozo de carne podrida , era como si la carne de deprendiera de sus huesos . El olor que exhalaba, y también el miedo, invadió al Francmasón Teódulo Gutiérrez, que contuvo la respiración para no inhalar esta podredumbre y le preguntó al esqueleto: "¿Quién eres y qué quieres de mí?"
El esqueleto, cuyos huesos ahora se podían ver desnudos como las ramas de un árbol despojado de sus hojas, se acercó a Teódulo Gutiérrez y, apoyando una mano demacrada en su hombro, le dijo:
"¡ Hermano masón Teódulo Gutiérrez! Cuando observe en la Plaza, me emocione de tu alegría , luego me dijiste que sería un honor tener a un masón más en tu mesa. En ese momento noté estabas feliz de que otro masón más asistiera a tu ágape, sin importar quién Soy. Me llaman Hiram Abiff. Como fuiste amable conmigo, al invitarme de la misma manera que los demás, quería darte a tu vez una prueba de amistad y hermandad, diciéndote que no te quedan más de ocho días para poner tus asuntos en orden. En una semana estaré de regreso aquí y, estés listo o no, tengo la misión de tomarte y ser tu guía para conducirte al Eterno Oriente de la Plena Felicidad, en donde estarás en la presencia del Dios Siempre Vivo ¡Nos vemos el próximo martes! Una festiva comida solemne de Bienvenida te espera en el Eterno Oriente. Ante estas palabras, el Maestre Hiram Abiff dejó su aspecto cadavérico , volvió a tomar la forma de un apuesto joven y desapareció.
El Francmasón Teódulo Gutiérrez pasó la semana dividiendo su propiedad entre sus hijos, y reconciliándose con sus enemigos, puso en paz su alma con Dios; el domingo, al finalizar la tenida, de despidió de todos . El martes por la noche en un abrazo se despidió de su amada esposa y murió. Su generosidad masónica le había valido una buena muerte y un lugar de honor en el Eterno Oriente.
¡Que así sea para cada uno de nosotros!
Alcoseri
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