Una de las primeras misiones que le encomendaron fue la de analizar el modo de reconquistar
Pisa. Aquella ciudad había estado bajo el dominio de Florencia durante un siglo, hasta
que en 1494, aprovechando la invasión francesa y la caótica situación política de Florencia,
había logrado independizarse. Los puertos de Pisa eran muy importantes para la economía
florentina, ya que suponían la puerta al comercio marítimo, y Maquiavelo, que había
llegado a la conclusión de que tratar de negociar con Pisa la reincorporación a Florencia
sería infructuoso, escribió su 'Discurso sobre Pisa', en el que afirmaba que aquella
ciudad debía ser tomada “por asedio o por hambre o por conquista, yendo a las murallas
con artillería”. Maquiavelo consideraba que el uso de las armas era algo natural,
una herramienta más a la hora de defender los intereses de un Estado y que este debía
tener el monopolio de la fuerza. De hecho, en 'El Príncipe', Maquiavelo afirma que las
bases de un Estado son “las buenas leyes y las buenas armas”.
Sin embargo, por aquel entonces, Florencia carecía de un ejército propio y dependía
militarmente de mercenarios de otros lugares a los que contrataba para las batallas. El
22 de julio de 1499, los mercenarios enviados por Florencia contra Pisa abrieron una brecha
en las murallas con su artillería, pero el condottiero Paolo Vitelli, que era quien comandaba
a las tropas, no aprovechó la oportunidad de asaltar la ciudad. Pocas semanas después,
las lluvias empeoraron los estragos de la malaria y otras enfermedades que aquejaban
a sus soldados y Vitelli levantó el sitio el 14 de septiembre sin el permiso de los
florentinos. Fue capturado y, en el Palazzo Vecchio, fue torturado y decapitado por traición,
pese a que no había pruebas de que hubiese sido sobornado por los pisanos. Pocos días
después de la ejecución, Maquiavelo, en una carta que escribió en nombre de la República
de Florencia respondiendo a las críticas de un canciller de la ciudad de Lucca, justificaba
su muerte afirmando: “Ya sea por no haber querido o por no haber podido, por su culpa
han surgido infinidad de males para nuestra empresa, y merece infinito castigo”.
Florencia intentó conquistar Pisa por segunda vez recurriendo a soldados franceses y suizos
enviados por el rey Luis XII de Francia a cambio de una gran cantidad de dinero. Pero,
pese a que las murallas de Pisa aún no se habían reconstruido tras el ataque anterior,
los soldados tampoco quisieron entrar en la ciudad. De hecho, quejándose de que Florencia
no les pagaba, levantaron el asedio y se marcharon. Las autoridades florentinas enviaron a Maquiavelo
a la corte francesa para hacer las paces con aquel poderoso país y, tras meses de negociaciones,
logró restablecer las relaciones. Pero de aquellos ataques frustrados contra Pisa Maquiavelo
extrajo dos lecciones: que no se puede confiar en aquellos que no comparten tus objetivos
y que es imposible alcanzar el éxito apoyándote solo en la fuerza de otros. Así llegó a
la conclusión de que Florencia necesitaba un ejército propio.
En el otoño de 1501, en medio de su ajetreada vida laboral, Maquiavelo sacó tiempo para
casarse con Marietta Corsini, una mujer de origen humilde, y al parecer de carácter
vivo, con la que tuvo seis hijos. ¿Fue un matrimonio por amor? Se cree que sí, aunque
también se sabe que Maquiavelo tuvo numerosas amantes y que frecuentaba burdeles, muy al
estilo de sus pares. Una de sus amantes más famosas le llegó en sus últimos años de
vida: fue la joven Barbara Raffacani Salutati, una célebre cantante a la que dedicó su
poema titulado “Alla Bárbera”.
Pero regresemos a 1501. Por aquel entonces, a Maquiavelo le faltaba poco para conocer
a quien se convertiría en su modelo para el gobernante ideal que describe en 'El Príncipe',
un líder con las características de astucia, fuerza y determinación que Maquiavelo consideraba
necesarias para dirigir con éxito un Estado. Hablamos del Capitán General de la Iglesia,
el hijo del papa Alejandro VI: César Borgia.
Repasemos un poco su figura. Nombrado obispo de Pamplona a los 16 años, arzobispo de Valencia
a los 19 y cardenal a los 20, César Borgia abandonó la carrera eclesiástica para dirigir
las tropas del papado en sustitución de su hermano mayor, Juan, que había sido asesinado
misteriosamente. Llegó a un acuerdo de cooperación militar con Luis XII de Francia: el Papa apoyó
al rey francés para hacerse con el ducado de Milán y este, a cambio, le proporcionó
a César las tropas necesarias para conquistar los territorios de La Romaña. Pero tras instaurar
su propio ducado en La Romaña y nombrar como gobernador a uno de sus capitanes, el español
Ramiro de Lorca, las ambiciones del joven Borgia no se frenaron ahí. César dirigió
parte de su ejército a territorio florentino con intención de imponer impuestos, e incluso
capturó la ciudad de Arezzo, pero el rey de Francia, su principal aliado, también
tenía buena relación con Florencia y le paró los pies a César.
No tardó en estallar una revuelta en la recién conquistada Romaña, donde Ramiro de Lorca
había intentado pacificar la región imponiendo un régimen tiránico de torturas y ejecuciones
públicas que le granjeó el odio de la población. Los cabecillas del levantamiento eran algunos
de los propios capitanes de César Borgia, quien regresó a La Romaña para acabar con
la revuelta. ¿A quién debía apoyar Florencia? Si se mostraban partidarios de los rebeldes,
César podría tomar represalias contra ellos e invadirlos; pero si se ponían del lado
de César y era derrotado, ellos también saldrían perjudicados. Los florentinos preferían
mantenerse neutrales el máximo tiempo posible para poder ver quién sería el ganador del
conflicto antes de tomar partido por un bando. Así que, para negociar con César en la localidad
de Ímola, en La Romaña, y ganar tiempo haciéndole creer que le apoyarían, enviaron a su mejor
diplomático. ¿Y quién era? Maquiavelo, por supuesto.
Mientras se encontraba en Ímola, la astucia y la frialdad con la que César Borgia resolvió
la revuelta causó una gran impacto en Maquiavelo. Para calmar a las masas y desligarse de las
atrocidades cometidas por el gobernador al que él mismo había nombrado, Ramiro de Lorca,
César lo ordenó ejecutar públicamente de manera salvaje. Su cabeza fue clavada en una
pica y su cuerpo, partido en dos de arriba abajo, quedó expuesto para que todos lo vieran.
Con aquella demostración de crueldad contra quien había sido su brazo derecho, redujo
el odio que el pueblo sentía por él y aumentó el miedo que inspiraba, dos aspectos muy valorados
por Maquiavelo. En 'El príncipe', afirma que la mejor forma que tiene un dirigente
para proteger la estabilidad de su Estado es convertirse en una figura temida, pero
no odiada. Pero ¿es posible ser temido sin ser odiado? Maquiavelo afirma que sí, siendo
duro pero sin apropiarse nunca de las propiedades, el honor o los méritos de su pueblo. Con
la ejecución de Ramiro de Lorca, César Borgia también demostró a ojos de Maquiavelo una
cualidad muy importante: la capacidad de hacer cualquier cosa para conseguir sus objetivos.
Tras la ejecución de su gobernador, César hizo una oferta de paz a los líderes de la
rebelión, antiguos capitanes suyos, y envió las tropas francesas que lo apoyaban de vuelta
a Francia. Tal y como había imaginado, los instigadores de la revuelta interpretaron
aquel gesto como una prueba de que César no les guardaba rencor y aceptaron su invitación
a reunirse con él en la ciudad de Senigallia en la Nochevieja de 1502. César ordenó apresarlos
y estrangularlos. Y sumó así otro punto a ojos de Maquiavelo, al demostrar que también
era un líder despiadado que no perdonaba la traición, ya que, quien traiciona una
vez volverá a hacerlo si la ocasión lo requiere.
La gran ambición de César Borgia era unificar todo el centro de Italia bajo su mando para
crear un país poderoso con el que hacer frente a las grandes potencias europeas, como Francia
y España. Sin embargo, los sueños de grandeza de César Borgia se truncaron pocos meses
después, en el verano de 1503, cuando su padre, el papa Alejandro VI falleció. Según
algunos historiadores, enfermó de malaria, al igual que el propio César y los demás
comensales que asistieron a un banquete celebrado el 6 de agosto en la residencia campestre
del cardenal Adriano da Cornetto. Según otros, sufrieron los efectos de un veneno que el
propio César había preparado para asesinar a los demás invitados y que, por el error
de uno de los criados, también les sirvieron a ellos. Fuese cual fuese la razón, Alejandro
VI, de 72 años, falleció, mientras que César Borgia, mucho más joven y fuerte, logró
sobrevivir.
Con el objetivo de seguir contando con el favor del Vaticano, César ofreció al cardenal
Giuliano della Rovere, uno de los principales candidatos a convertirse en el nuevo Papa,
su apoyo económico y político para lograr los votos necesarios para vestir de púrpura.
A cambio, claro está, de que luego estuviera de su parte. El cardenal Della Rovere aceptó
el trato, y se convirtió en papa con la ayuda del joven Borgia. Pero el gran error de César
fue subestimar el rencor que puede sentir un hombre: el cardenal Della Rovere ya había
estado a punto de convertirse en Papa una vez, pero el padre de César, el valenciano
Rodrigo Borgia, logró arrebatarle el puesto. Así que cuando Della Rovere se convirtió
en Julio II lanzó a sus tropas contra César Borgia. Acorralado y todavía convaleciente,
fue apresado y expulsado de Italia para siempre.
De regreso a Florencia, Maquiavelo logró que se creara un ejército propio, con el
que, en 1509, la República conquistó Pisa finalmente. Sin embargo, la alegría les iba
a durar poco a los florentinos. Francia se hizo con el control de Lombardía y otros
territorios del norte de Italia y el papa Julio II constituyó una Liga Santa formada
por diversos Estados, entre ellos España, para luchar contra los franceses. Florencia,
el único apoyo de Francia en la península Itálica, debía decidir a qué bando apoyaría.
Como solían hacer, dudaron durante mucho tiempo, lo que preocupaba a Maquiavelo, consciente
de que, cuando se enfrentan dos grandes potencias y ambas requieren tu apoyo, si intentas permanecer
neutral solo conseguirás el desprecio del vencedor y el rencor del vencido. En su opinión,
había que tomar una decisión y escoger un bando, pero, antes de que Florencia tomara
partido, Francia fue derrotada y, como las tropas de la Liga Santa consideraban que Florencia
no había roto su antigua alianza con el país galo, la invadió en agosto de 1512. La familia
Médici regresó a Florencia y se hizo de nuevo con el control de la ciudad.
Maquiavelo fue destituido. Luego le acusaron de estar involucrado en un golpe de Estado
contra los Médici y fue encarcelado y torturado. Poco tiempo después, cuando murió Julio
II y se nombró como nuevo papa a Giovanni de Médici –uno de los hijos de Lorenzo
el Magnífico– con el nombre de León X, la tensión en Florencia se relajó y Maquiavelo
fue indultado. Sin embargo, por mucho que lo intentó, nunca jamás pudo volver a la
política.
Vivió sus últimos años retirado en una finca familiar a las afueras de Florencia,
donde comenzó a escribir 'El Príncipe' en 1513, obra que no se publicaría de manera
impresa hasta 1532, cinco años después de su muerte. Maquiavelo falleció por una peritonitis
aguda a los 58 años de edad. Fue enterrado tras una modesta ceremonia fúnebre en la
tumba de su familia, en la basílica de la Santa Croce. En 1787 la ciudad de Florencia
hizo construir un monumento en su honor en la propia basílica, que representa a la Diplomacia
sentada sobre un sarcófago de mármol. En la placa frontal está grabada en latín la
frase: “Ningún elogio será digno de tal nombre”.
La forma en que Maquiavelo describía la política en 'El Príncipe', como si fuera algo frío
y alejado de los valores cristianos, causó un gran escándalo en su época. En sus consejos
se entrevé la idea general de que los objetivos de los príncipes, como la gloria o la supervivencia
de sus Estados, pueden justificar el empleo de medios inmorales para lograr esos fines.
Para aquellos de vosotros que queráis convertiros en buenos gobernantes a ojos de Maquiavelo,
aquí van algunos de sus consejos que aún no hemos mencionado... El buen líder debe
mostrar fuerza, pues los súbditos nunca serán fieles a alguien incapaz de protegerlos; debe
ser despiadado con sus enemigos y mostrarse severo consigo mismo y con sus aliados para
mantener el orden y la estabilidad; debe estar rodeado por personas que le profesen admiración
y no consentir miradas de desdén o arrogancia de quienes tiene alrededor; nunca debe mostrarse
dubitativo ni indeciso; debe rodearse de subordinados competentes y, para ello, debe aprender a
juzgar bien el carácter de las personas; también debe asignar a cada subordinado una
tarea que se adapte a sus cualidades; debe recompensar adecuadamente a aquellos que han
trabajado duro; y, por último, debe ser lo suficientemente inteligente para escuchar
y entender las opiniones de otros ya que, de lo contrario, acabará rodeado de aduladores,
lo cual es especialmente complicado de evitar ya que, por naturaleza, el ser humano prefiere
ser alabado antes que criticado y somos criaturas débiles que caemos ante el menor cumplido.
¿Y vosotros? ¿Qué pensáis de los consejos de Maquiavelo? Me gustaría que nos lo contarais!