De Göbekli Tepe a la Masonería actual
Göbekli Tepe, el ahora tan famoso
templo de piedra ubicado en el sudeste de Turquía, hasta ahora el más antigua
construcción humana encontrada, fue erigido por un pueblo olvidado hace mucho
tiempo que no dejó rastros de escritos o registros formales. Nadie sabe cómo
los constructores originales llamaron a tal obra, ni siquiera cómo se nombró a
esta comunidad. Los arqueólogos consideran como probables las fechas de construcción fue hace cerca de 11, 600 años A. C. Misteriosamente, todo este complejo de
piedras, columnas y esculturas fue deliberadamente enterrado sobre el 8000 a. C,
este templo tan remotamente antiguo ha revolucionado la comprensión del
Neolítico euroasiático.
No hay tal cosa igual en ninguna
parte, solamente de pensar en una fecha tan lejana me da vértigo, fue miles de años antes de Stonehenge, antes de
las pirámides egipcias, o de los zigurats en Caldea . Fue construido antes del
surgimiento de cualquier ciudad o civilización en Europa o la propia Asia, el
desarrollo de la escritura y mucho antes de que cualquier estado, reino o rey
se hubiera establecido. Quién habría diseñado tal estructura, cómo y por qué
son algunas de las preguntas que fascinan a todos. Representa todo un gran
enigma.
Testigo concreto de un pasado
místico, lleno de misterios, Göbekli Tepe fue el escenario de complejas
ceremonias y elaborados ritos mistéricos, así lo demuestran sus relieves,
simbolizando animales. Al integrar varios elementos conceptuales en el mismo
proyecto, los maestros de la construcción demostraron tener un dominio completo
en las ciencias de la arquitectura, la geometría y la astronomía, mucho antes
del estallido de las culturas egipcia y mesopotámica o de Europa. Algunos
conceptos matemáticos, como el valor de Pi, que se establecería 10, 000 años
después por Pitágoras, se utilizaron en el diseño original. También
incorporaron, con la ayuda de los sacerdotes, valores simbólicos que formarían
la base de varios sistemas religiosos y doctrinales.
Los estudios arqueológicos recientes
comienzan a aclarar lo que estaba ocurriendo en las mentes de los antiguos
habitantes de la región al construir una obra tan imponente, una de las
manifestaciones más significativas de la capacidad humana para expresar ideas a
través de edificios. Lo que surge de este conjunto de descubrimientos comienza
a intrigar a los espíritus de los adeptos modernos de las prácticas esotéricas
masónicas. Al desentrañar algunos de los secretos enigmáticos de Göbekli Tepe,
nos damos cuenta de que hemos ingresado en un universo rico en elementos
arquetípicos y mitológicos, creados para desentrañar algunos de los laberintos
psíquicos más tortuosos del alma humana.
Increíblemente, gran parte de lo que
ha aparecido parece familiar. La antigua doctrina y la liturgia de esta era
parecen reverberar solemnemente en varios aspectos de nuestras sesiones
rituales masónicas del presente siglo
XXI, estableciendo una forma inesperada de conexión mística con nuestra
Masonería. Tal fenómeno sugiere que el simbolismo masónico contemporáneo y el
universo mágico de la Turquía ancestral serían partes de la misma ciencia, de
la misma alquimia misteriosa que, habiendo surgido en una época remota,
permanecería viva y operativa hasta el día de hoy. En Göbekli Tepe podemos
apreciar las dos clásicas columnas al centro del edificio , si esas tan clásicas
en los templos masónicos.
Esta poderosa idea nos asalta, somos
nosotros los modernos masones los herederos de esa milenaria magia de Göbekli
Tepe, que contorsiona las dimensiones del tiempo y el espacio de la tradición
histórica de nuestra Masónica Fraternidad Sublime, representa un capítulo más
para romper en nuestro largo viaje de aprendizaje.
En los albores del hombre, cuando las
grandes cuestiones de la existencia florecieron, el espíritu indomable de los
primeros pensadores alentó el estallido de una revolución creativa que marcaría
a la Humanidad para siempre. Una nueva forma de ver el universo, como algo más
que una mera realidad visible, se cristalizó en las mentes de los poderosos
magos del pasado. Esta perspectiva innovadora de la realidad condujo a la
aparición de magníficas obras, en el intento de elaborar concretamente estos
dramas que comenzaban a afligir el alma humana. Así surgieron los primeros
templos, las primeras catedrales.
La palabra "templo" se
deriva del latín templum. Se refiere a un edificio dedicado al servicio religioso
o trascendental. Se define este concepto de una manera similar, como el lugar
donde se adora a una deidad. Los egipcios los consideraban las "mansiones
de los dioses" o los lugares mortuorios, cuando se dedicaban a los
antepasados.
En sus inicios eran espacios cerrados
entre bosques o cuevas. En este período, los pensadores tenían solamente la
bóveda celeste arriba, las doce constelaciones como columnas de apoyo a su
alrededor, la hermandad en el corazón, el infinito en las mentes y una
inquietud agonizante que clama por la plena comprensión de los mundos: lo
visible y lo oculto.
En la siguiente fase, con la mejora
de las técnicas arquitectónicas, los masones ancestrales comenzaron a construir
las primeras estructuras dedicadas exclusivamente a los cultos. Surgieron obras
complejas, en las que la realidad natural que rodeaba los templos en el bosque
fue representada por alegorías, metáforas y una serie de símbolos que aún
interactúan activamente en nuestro subconsciente.
Los templos, como entidades físicas,
y los símbolos, como instrumentos y métodos para el desarrollo de las obras, se
convirtieron en figuras inseparables en este proceso de mejora personal y
filosófica que proponemos desde el momento en que llegamos a integrar una sociedad
esotérica. Esta conjunción es evidente en las fraternidades más antiguas, como
el orden de los antiguos misterios de los esenios, las sacerdotisas de Inanna
en Sumer, las Tesmoforias de Demeter en Atenas, las vestales de Roma e incluso
en el enigmático orden de Melquisedec, o los hechiceros aztecas con Quetzalcóatl
. Donde encontramos signos de la existencia de uno de estos elementos,
seguramente el otro estará plasmado en
el mismo cuerpo humano , aunque a veces no percibimos su presencia de
inmediato.
En el caso específico de los Templos Masónicos,
que son los espacios consagrados en los que se desarrollan nuestras Sesiones o
Tenidas, tal magia ciertamente está presente. Estas estructuras
arquitectónicas, dedicadas a los grandes misterios, permiten una identificación
personal de los iniciados con todo el simbolismo existente allí, estableciendo
una simbiosis que transforma las metáforas en reflejos de nuestra propia
persona como seres que se cuestionan a sí mismos y a toda la existencia.
Las figuras simbólicas que operan
entre las columnas de los templos masónicos son poderosas herramientas
psíquicas que nos guían en nuestro largo aprendizaje, el llamado viaje en busca
del autoconocimiento. Sólo sabiendo exactamente quiénes somos podemos esperar
entrar sutilmente en el mundo oculto, buscando a tientas los significados de
los grandes misterios esotéricos masónicos, tales como la sabiduría de las
religiones primordiales, los secretos del mundo perdido, la comprensión de la
primera trinidad, la búsqueda de la palabra perdida, la búsqueda del Secreto Masónico,
la búsqueda de Enigma de las grandes diferenciaciones y así sucesivamente. Los
templos con sus signos representan nuestra psique, los cuatro planos del
universo que representan el principio, el medio y el final de todo.
Hoy en día, los templos masónicos son
más conocidos por las clásicas fachadas grecorromanas y los elementos típicos
que las adornan, como las dos columnas dóricas que están a las afueras de las
grandes logias. Estas entidades, indispensables para el desarrollo del Arte
Regio, están compuestas por dos elementos fundamentales, distintos en forma
pero unidos en la misma esencia mística. El primer elemento está representado
por la construcción en sí, con el mobiliario , los arreos masónicos, los
utensilios, las instalaciones y toda la gama de formas concretas que forman
esta mitad inicial, llamada la parte física. Al ser una construcción elaborada,
con detalles arquitectónicos y ornamentales específicos, presenta un valor
estético-cultural al que todos pueden acceder. Un profano, entrando a este
lugar, capturará exactamente estas sensaciones, pero solamente con sus cinco sentidos, y nada más.
El segundo elemento, por otro lado,
no está disponible tan fácilmente. El simbolismo
de nuestros templos masónicos deja sólo los visitantes ocasionales no masones
más dudas que certezas, y es que muchas logias abren hoy sus puertas al mundo y
siempre han existido tenidas blancas o sesiones masónicas donde los no masones
pueden estar presentes, al igual que en ciertas tenidas fúnebres. Sólo aquellos
masones iniciados en los misterios más sagrados pueden captar tales invisibles emanaciones.
Hablamos de ese poderoso algo intangible
que complementa la estructura de las piedras y el cemento. Es la percepción
sutil, el sentimiento, de ese egregor, esa la energía que va más allá de los sentidos
básicos. Como mensajes subliminales, provoca nuestro lado más profundo e inconsciente,
haciendo de nuestro viaje a través de los caminos del Arte Sublime Masónico una
experiencia única e irreversible como un proceso de transformación interior.
Esta capacidad mística, llamada por algunos de la espiritualidad esotérica, sólo
aparece en las almas de aquellos que verdaderamente entienden el significado de
la simbología utilizada en las Logias Masónicas. Cada verdadero Masón, al
entrar en el Templo, independientemente del rito practicado, siente el contacto
trascendental con este universo paralelo, que opera con toda fuerza y vigor
entre las Columnas del Templo Masónico. Los iniciados legítimos saben que más
allá del universo sensible y los símbolos que iluminan nuestros edificios, hay
algo más que va más allá de lo que nuestra vana filosofía imagina, como solía
decir Shakespeare: “hay más cosas en el cielo y en la
tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía”.
A partir de este principio, surge un
hallazgo inquietante y fascinante. Para algunos es posible capturar sutilmente
estas reverberaciones energéticas y cargarse de ellas en lugares que teóricamente no tienen nada que
ver con nuestra Fraternidad, como lo son las pirámides, catedrales , templos de
piedra como Stonehenge o Göbekli Tepe. En ciertos lugares, ya sean obras
perfectamente conservadas o solo ruinas antiguas de monumentos abandonados,
podemos experimentar esta misma sensación, esta aura de espiritualidad
iniciática. La presencia inesperada de esta percepción sugiere que las
conexiones místicas entre todos los Hermanos a través de las edades pueden ser
mucho más significativas de lo que podemos suponer. Los lazos de unión fraterna
van más allá de la formalidad regular de las instituciones y regulaciones
vigentes, de los sistemas o títulos masónicos normativos contemporáneos: atraviesan las
generaciones, sobreviven a las diferentes revoluciones culturales y permanecen
sólidos como bloques de roca indestructibles;
de aquí a unos 1000 años los habitantes de esa época visitaran el Templo
de la Gran Logia de Nuevo León, en Monterrey, México para cargarse de la energía
positiva ahí acumulada.
Por lo tanto, está claro que,
independientemente del lugar o el tiempo, no importa lo remoto, lo que
determina si estamos o no en presencia de un templo legítimo es la presencia de
estos poderosos componentes intangibles, eso sólo lo que verdaderamente se
inició en los misterios sagrados de nuestra Orden. Es capaz de percibir.
Alcoseri