¿Sabíais que está ligada a las leyendas del rey Arturo y que los nazis lo buscaron en el monasterio español de Montserrat? Seguramente muchos habéis oído hablar de la copa usada por Jesucristo para consagrar el vino en la última cena que compartió con sus apóstoles, justo antes de que lo detuvieran y crucificaran. Aquel recipiente que tomó entre sus manos y, según la Biblia, se lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre”. El santo cáliz viene alimentando la imaginación del ser humano desde siglos atrás, y ha servido de inspiración para artistas como el compositor alemán Richard Wagner y su ópera 'Parsifal', escrita en el siglo XIX, o, más recientemente, cineastas como los Monty Python en su película 'Los caballeros de la mesa cuadrada', de 1975, o Steven Spielberg –seguro que muchos recordáis 'Indiana Jones y la Última cruzada', la película de 1989 en la que el intrépido arqueólogo busca el santo grial–. Por no mencionar a escritores como el estadounidense Dan Brown y su 'best seller' 'El código Da Vinci'. El santo grial es una de las reliquias más preciadas de la cristiandad. Pero se encuentra a medio camino entre la realidad y... el mito, ya que, aunque resulta verosímil pensar que un cáliz usado por Jesús de Nazaret fuera conservado por los primeros cristianos, en ninguna parte de la Biblia se habla de un recipiente en el que se guardara la sangre derramada de Cristo en la cruz ni que otorgue poderes sobrenaturales como la inmortalidad. Ya se habló del grial en el evangelio apócrifo de Nicodemo, que data del siglo IV y, como evangelio apócrifo, no ha entrado en el canon oficial de la Iglesia porque se considera que incorpora abundante fantasía. Ahí se dice que José de Arimatea, tras ver a Jesús de Nazaret agonizando en la cruz, corrió al lugar donde se había celebrado la última cena, tomó la copa que el maestro había bebido y regresó con ella al monte Calvario para recoger en el recipiente la sangre que manaba de sus heridas. De esa fuente bebieron sin duda las epopeyas que se escribieron en la Edad Media y en las que influyeron también de forma determinante las Cruzadas, una serie de guerras religiosas impulsadas por la Iglesia católica entre los siglos XI y XIII y que tenían como misión recuperar para la cristiandad la región conocida como Tierra Santa, en Oriente Próximo, que se encontraba bajo el dominio de los musulmanes desde el siglo VII. Así surgieron las leyendas sobre el rey Arturo y sus caballeros, historias de aventuras fantásticas que en su gran mayoría eran ficticias, aunque se cree que algunas de ellas pudieron basarse en la existencia de un jefe britano de carne y hueso. En este otro vídeo os hablamos de los personajes reales en los que se basa la figura del mago Merlín, tutor del rey Arturo. Quien más ayudó a extender las leyendas artúricas fue el clérigo galés del siglo XII Geoffrey de Monmouth. Detrás vinieron autores como el poeta galo Chrétien de Troyes, escritor de la segunda mitad del siglo XII considerado el fundador de la literatura artúrica en francés y uno de los primeros autores de novelas de caballerías. Fue Chrétien de Troyes el primero en mencionar en su obra un grial. Lo hizo en la última novela que escribió, titulada 'El cuento del grial' y también conocida como 'El libro de Perceval', que inició en el año 1180 y no llegó a completar porque falleció antes. En esta novela en verso habla de una extraña ceremonia celebrada en el castillo del Rey Pescador, una fortaleza encantada, y en dicha ceremonia se usa un grial, una lanza y un plato de plata. Será testigo de ello un joven caballero de la corte del rey Arturo, Perceval. Mientras que en el texto de Troyes el grial no parece un objeto sagrado como tal, poco después, otro galo, Robert de Boron, que se cree que pudo ser un cruzado fallecido en Palestina en 1212, fue el primero en vincular claramente el grial con una reliquia de la sangre de Cristo. Lo hizo en su poema 'José de Arimatea', en el que nos desvela los orígenes del santo cáliz. La primera vez que menciona este recipiente es durante el arresto de Jesús de Nazaret tras la celebración de la última cena. Después de pasar por varias manos, según el poema de Boron, la copa llegó a José de Arimatea, personaje bíblico que era el propietario del sepulcro en el que depositaron el cuerpo de Jesucristo tras su ejecución. Y de ese cuenco, según cuenta Boron, se sirvió José de Arimatea para recoger en él las gotas de sangre que aún manaban de las heridas del hijo de Dios. ¿Recordáis? Es algo que se contaba en el evangelio apócrifo de Nicodemo. Jesucristo, tras resucitar de entre los muertos, le dijo a José de Arimatea que llevara el cáliz a la isla de Britania. Y, una vez allí, lo ocultó en Ávalon –que suele asociarse con la localidad de Glastonbury–. El Espíritu Santo fue quien ordenó la instauración de la mesa del grial, en conmemoración de la mesa de la última cena. José de Arimatea entregó la sagrada reliquia a su cuñado Bron, que se convirtió en el nuevo guardián del grial. Y es que una orden de guardianes se encargó de custodiar el cáliz en territorio británico. Hasta que en esa línea sucesoria llegó Perceval, caballero del rey Arturo. Por cierto, Robert de Boron, en otra de sus obras, 'Merlín', explica cómo el mago creó la mesa redonda a modo de imitación de la mesa del grial de José de Arimatea. Si hablamos de epopeyas medievales sobre el rey Arturo, también hay que mencionar al caballero y poeta bávaro Wolfram von Eschenbach y su obra titulada el 'Parzival' –otra de las formas de llamar a Perceval–, que concluyó en 1215. Como curiosidad, os contaremos que, según algunos expertos, este trovador medieval no sabía leer ni escribir, pero hacía que le leyeran los libros y tenía una memoria increíble. Seis siglos después, el compositor Richard Wagner se inspiraría en sus obras para escribir sus óperas 'Tannhäuser' y 'Parsifal'. Y no podemos olvidar los libros Lanzarote-Grial, también conocidos como el ciclo de La Vulgata, compuesto por cinco volúmenes escritos en prosa en Francia en el siglo XIII y que constituyen una de las mayores fuentes de las aventuras del rey Arturo y sus caballeros. Por cierto, en las diferentes leyendas artúricas hubo tres caballeros de la mesa redonda que buscaron y hallaron el santo vaso. Uno de ellos fue Perceval, al que ya hemos mencionado. Otro fue sir Bors el Desterrado, a menudo considerado como uno de los mejores caballeros de Camelot. Y el tercero fue sir Galahad, hijo ilegítimo de sir Lanzarote y Elaine de Corbenic, supuesta descendiente de José de Arimatea. Las leyendas medievales sobre el santo grial, entendido como un objeto que poseía poderes sobrenaturales, a menudo se mezclaron con mitos propios de la cultura celta. En esta se hablaba, por ejemplo, de un caldero divino. Así, encontramos la historia del dios celta Dagda y su caldero de la abundancia, que era mágico, ya que su comida era capaz de saciar a todos los Ser Humano s de la Tierra y, además, tenía el poder de resucitar a los guerreros muertos. De igual manera, las leyendas señalan que el santo grial cristiano posee propiedades curativas y tiene el poder de alimentar a miles de soldados, resucitar a los muertos y, a aquel que beba de él, concederle el regalo de la vida eterna. Algo que en realidad choca con las creencias cristianas, según las cuales, la vida eterna se alcanza a través de Dios, y no con una reliquia. Esos poderes mágicos que las leyendas han atribuido al grial han provocado que su búsqueda haya sido una constante a lo largo de la historia, y especialmente en la Edad Media. Fue entonces, en concreto coincidiendo con la época de las Cruzadas, cuando se produjo un 'boom' de la búsqueda no solo del cáliz de Jesucristo, sino de otras muchas reliquias religiosas. Reliquias que podían ser, por ejemplo, diferentes partes del cuerpo de los apóstoles, un santo o un mártir u objetos relacionados con ellos o con el propio Jesucristo. Y siempre se guardaban en recipientes Santa quienes traían consigo estas reliquias, como si fueran botines de guerra. Por supuesto, también proliferaban las falsificaciones, que también se vendían a precio de oro. Iglesias y otros lugares sagrados compraban las supuestas reliquias porque les daban prestigio y animaba a los cristianos a visitar en peregrinación sus templos para ver en persona esos objetos sagrados a los que se atribuían propiedades mágicas, ya que estar en su presencia era como entrar en contacto directo con la divinidad. Muchos esperaban de esas reliquias que pudieran hacer el milagro de, por ejemplo, sanarlos. Había reliquias de todo tipo: desde los supuestos dientes de leche de Jesucristo, los clavos con los que fijaron sus manos y pies a la cruz o la corona de espinas hasta los huesos de San Pedro o la cabeza de Juan el Bautista, entre otras muchas. Y, por supuesto, la Vera Cruz o Santa Cruz, en la que, según la tradición cristiana, crucificaron a Jesús de Nazaret y que, según se cuenta, en el siglo IV fue localizada por Helena de Constantinopla, madre del emperador Constantino I el Grande, tras unas excavaciones en el monte Calvario, en Jerusalén. Siglos después, los templarios, muy ligados también a la leyenda del santo grial, la llevaban en sus batallas. Al final hubo tantos fragmentos de la cruz que, uniéndolos, habrían salido como resultado no una cruz, sino varias. Una de las reliquias más valoradas y buscadas era el santo cáliz. El santo grial. Algunos creían que era una copa, otros, como hemos visto, que era un caldero y, según otras versiones, una piedra caída del cielo, una especie de piedra filosofal que concedía la longevidad. Y si hablamos del grial, debemos mencionar a los caballeros templarios, cuya orden se cree que fue fundada en torno al año 1118, después de que el noble galo Hugues de Payens y otros ocho caballeros hicieran votos de pobreza, castidad y obediencia, siempre al servicio de Dios. Su objetivo era proteger a los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa. El nombre, templarios, les viene del palacio que les regaló el rey Balduino II de Jerusalén, que en realidad era la mezquita de Al-Aqsa, pero que, según los cruzados, se había levantado donde antes había estado el Templo de Salomón de los relatos bíblicos. Esta milicia terminó acumulando mucho poder y grandes riquezas, sobre todo gracias a las donaciones de los reyes europeos; y eso les hizo ganarse enemigos peligrosos, como el rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, que a principios del siglo XIV, basándose en las acusaciones de dos templarios que habían sido expulsados de la orden, ordenó apresar a los templarios de Francia y confiscó sus bienes. A muchos los quemaron vivos en París, incluido el Gran Maestre general. Pero esa es una historia que os contaremos en otra ocasión. Ahora vamos con la leyenda que los une al vaso sagrado. Y es que algunos defienden que la orden de los templarios sobrevivió y aún hoy conservan objetos mágicos como el grial, que no solo es una copa o cáliz material, sino que otorga un gran poder, el conocimiento absoluto. Iglesias y museos de todo el planeta defienden estar en posesión del verdadero santo cáliz. Se calcula que hay en torno a 200 aspirantes a ese título en todo el mundo. Y si hablamos de España tenemos que destacar dos de estos templos religiosos que creen custodiar la preciada reliquia. Uno de ellos es la Catedral de Valencia. En su sitio web, se asegura que, y cito textualmente: “Tanto por los datos arqueológicos como por el testimonio de la tradición y los documentos que se poseen, es completamente verosímil que este hermoso vaso estuviera en las manos del Señor”. De lo que no hay duda es de que se trata de una pieza espectacular, con detalles de oro, perlas, esmeraldas y rubíes. Según la leyenda que rodea a este cáliz, fue san Pedro, el primer papa, quien lo llevó de Jerusalén a Roma para custodiarlo y usarlo para el sacramento de la eucaristía. Pero cuando el emperador Valeriano inició la persecución de los cristianos, el grial se envió a un lugar lejos de Roma para ponerlo a salvo. Y ese lugar fue Huesca, en el norte de España. Desde allí lo trasladaron a otros lugares, por ejemplo durante la invasión musulmana, siempre con la intención de custodiarlo. Pero tener certeza histórica de ello es complicado. En cambio, sí tenemos la certeza de que en el año 1399, ese cáliz estaba en poder del rey Martín de Aragón, formaba parte de su relicario real; y el monarca lo llevó al palacio de la Aljafería de Zaragoza –aparece citado en el inventario del monarca–. Asimismo, hay constancia de que 38 años después, el entonces rey Alfonso V de Aragón le hizo entrega del cáliz a la Catedral de Valencia como garantía de una deuda. En ocasiones, la reliquia tuvo que salir de Valencia, por ejemplo, a principios del siglo XIX, durante las guerras napoleónicas. También durante la guerra civil española se escondió, y regresó definitivamente a la Catedral de Valencia una vez finalizada la contienda, en 1939. Dos papas han celebrado la Eucaristía con este cáliz: Juan Pablo II en 1982 y Benedicto XVI en 2006. También en España hay quien defiende que el Santo Grial se encuentra en León, en el museo de la Real Colegiata de San Isidoro, y recibe el nombre de Cáliz de doña Urraca. Desde luego se trata de una pieza única. Un estudio, llevado a cabo por los investigadores españoles Margarita Torres y José Miguel Ortega, apunta a que el llamado cáliz de Doña Urraca, primogénita del monarca Fernando I de León, puede ser el santo grial. En su libro 'Los Reyes del Grial', se explica que el hallazgo en 2010 de unos documentos en la Biblioteca de Al-Azhar, en El Cairo, ha permitido acreditar el viaje que el santo grial hizo desde Jerusalén hasta España. En la reconstrucción de ese camino, se menciona que en el siglo XI el califa egipcio al-Mustansir se apoderó de la reliquia, que se encontraba en Jerusalén, y que se la regaló al monarca de la taifa de Denia, en la Península Ibérica, en pago por su ayuda durante una hambruna que sufrió Egipto. Asimismo, estos historiadores explican que el monarca musulmán se lo regaló al rey de León Fernando I el Grande, que era uno de los monarcas más poderosos de la cristiandad en aquella época, para ganárselo y que no atacara su territorio, como así fue. Como veis, se ofrece un itinerario muy preciso de la reliquia cristiana. Sin embargo, son varios los historiadores que han argumentado contra la hipótesis de que sea el santo grial. Cuando se habla de los aspirantes a santo cáliz que hay en el mundo, se suele mencionar también al Sacro Catino o santo grial genovés, que, según las crónicas, se llevó consigo a Génova el mercader y líder militar italiano Guglielmo Embriaco en el año 1101 tras participar en la Primera Cruzada y ayudar en la conquista de Jerusalén. En realidad no se cree que este plato, con forma hexagonal y de color verde que se conserva en el Museo del Tesoro de la Catedral de Génova, sea el santo grial, sino que lo usó Jesús de Nazaret para comer el cordero pascual en la última cena. Cuando las tropas de Napoleón Bonaparte conquistaron Génova en 1806, se llevaron el plato y en París comprobaron que no estaba hecho de esmeralda, como se pensaba, sino de vidrio. Y estudios recientes han descartado que sea de la época de Jesucristo, creen que es posterior. Los franceses devolvieron el Sacro Catino diez años más tarde roto en varios pedazos. De hecho, se ha tenido que restaurar en diversas ocasiones; la más reciente en 1951. El problema de muchos de los presuntos santos griales que hay en el planeta suele ser el mismo: ninguno de ellos parece, a priori, el cáliz que tendría un judío del año 32 de nuestra era con orígenes humildes, como era el caso de Jesucristo y sus discípulos. Aunque en este punto debemos aclarar que, en el caso del cáliz de la Catedral de Valencia, mientras que las asas y el pie de oro, así como las joyas que adornan la base, son muy posteriores a la época de Jesucristo –son medievales–, al parecer el santo cáliz sería solo la parte superior: una taza de ágata finamente pulida y que “los arqueólogos”, y cito textualmente el sitio web de la Catedral de Valencia, “consideran de origen oriental y de los años 100 al 50 antes de Cristo”, lo que situaría la copa en el lugar y el tiempo adecuados para que pudiera ser el cáliz usado por el hijo de Dios en la última cena. Y en el caso del cáliz de León, aunque, tal como lo conocemos hoy, está datado en la segunda mitad del siglo XI, ya que se hizo a partir de las joyas personales que donó la propia doña Urraca, que se convirtió en Señora de Zamora tras la muerte de su padre, Fernando I de León, las dos piezas de ágata (ónix) que constituyen su base, que son las que viajaron desde Jerusalén a la península ibérica, datan del siglo I de nuestra era. Y, ya que estamos en España, queremos contaros una historia curiosa acerca de la visita que hizo al monasterio catalán de Montserrat el líder nazi Heinrich Himmler, fundador y jefe supremo de las SS y que estaba al frente de la Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana, conocida comúnmente como Ahnenerbe. En la tarde del 23 de octubre de 1940, los frailes del monasterio le abrieron las puertas a Himmler, que se encontraba al final de una visita de cuatro días a España, durante la cual se había reunido con Francisco Franco y su ministro de Exteriores, Ramón Serrano Suñer, para, entre otros temas, preparar el encuentro que iba a tener lugar entre Franco y Hitler en Hendaya. Al gerifalte alemán lo acompañaron en su visita al monasterio Ser Humano s de las SS y algunas autoridades catalanas. ¿Y qué buscaba en este lugar sagrado Himmler? Por cierto, justo el día en que Franco y Hitler se reunían en Hendaya. Pues resulta que pensaba que los templarios habían dejado allí el santo grial y que aquellos monjes benedictinos lo custodiaban. ¿Y por qué creía eso? Porque había seguido las pistas del escritor nazi, aficionado al esoterismo y miembro de la Ahnenerbe, Otto Rahn, que había dicho que en el himno del monasterio, 'El Virolai', se hablaba de “Mística Font de l'aigua de la vida” (es decir, “la mística fuente del agua de la vida”). Además, en 'Parsifal', la ópera de Wagner, a quien admiraban Adolf Hitler y las élites nazis, se decía que el santo grial se guardaba en Montsalvat (Monte de la Salvación), en un castillo ubicado en los Pirineos; y el nombre de Montserrat guarda cierto parecido con Montsalvat. Por cierto, Otto Rahn también buscó el Santo Grial en el Languedoc, en las ruinas de Montsegur, en el sur de Francia. Por supuesto, sin éxito. Pero volvamos a Himmler. El líder de las SS, ferviente creyente del ocultismo, pensaba que conseguir el santo cáliz supondría apropiarse de un arma secreta con poderes sobrenaturales al servicio del Tercer Reich, un talismán que les permitiría ganar la guerra contra los aliados. Los monjes de Montserrat acogieron al líder nazi con reticencias, porque sabían de las dificultades que estaban viviendo los miembros de la Iglesia católica en la Alemania nazi, y, de hecho, se vivieron algunos encontronazos entre el alemán y los religiosos, en especial con uno llamado Andreu Ripol, que hablaba alemán sin dificultad y llegó a debatir con Himmler respecto a la pretendida superioridad racial que defendían Hitler y los suyos. Así que podéis imaginar la cara que se les quedó a estos religiosos cuando el líder nazi les preguntó si ocultaban allí el santo grial. Por supuesto se fue con las manos vacías, porque en el monasterio, la pieza más antigua no era otra que la imagen de la Virgen de Montserrat, conocida popularmente como La Moreneta por el color oscuro de su piel y que es una talla románica policromada del siglo XII de una gran belleza. Himmler no mostró ningún interés por ella. La relación de los nazis con las reliquias no acaba aquí. Para quienes no lo hayáis visto, en este otro vídeo os hablamos de la lanza del destino. A día de hoy podemos decir que quizá el mayor tesoro del santo cáliz son todas esas historias que se han ido escribiendo sobre él durante todos estos siglos. Y que su verdadera magia ha residido no tanto en hallarlo como en su perenne búsqueda. ¿Y vosotros? ¿Qué opináis de la historia del santo grial?