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General: "EXPERIMENTO FILADELFIA" ESTA CONECTADO CON EL "TRIANGULO DE LAS BERMUDAS"
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Respuesta  Mensaje 1 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999  (Mensaje original) Enviado: 31/01/2019 16:30
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Sapientia Aedificavit Sibi Domum. Es decir, "la sabiduría ha edificado aquí su casa". Resulta curioso que la misma frase aparece en el Evangelio de María Magdalena, un texto apócrifo. Se dice que en el interior de esta iglesia y de otras muchas de Venecia está escondido el tesoro de los templarios. Pero no hay ninguna prueba de ello. Para terminar ya con esta entrada me gustaría que nos acercásemos un momento a uno de los edificios más emblemáticos de Venecia: el Palacio Ducal.
 
 
 
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Church of Santa Maria della Maddalena, Venice
 
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"¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría (sophia)
y de la ciencia (gnwsiV, gnosis) de Dios!
¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!"
(Romanos, 11: 33).

 

 
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Respuesta  Mensaje 126 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 17/07/2021 18:21


Respuesta  Mensaje 127 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 19/07/2021 17:47


Respuesta  Mensaje 128 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 20/07/2021 18:47


Respuesta  Mensaje 129 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 21/07/2021 01:17


Respuesta  Mensaje 130 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 14/08/2021 01:02
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El telescopio más grande del mundo se construirá en Chile
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Respuesta  Mensaje 131 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 18/08/2021 11:06


Respuesta  Mensaje 132 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 10/09/2021 23:42

Einstein estuvo en Cuba

Estimado lector que rozas una vez más la suave y policromada pluma del Tocororo:

Albert Einstein, Premio Nobel de Física, el científico más importante del siglo XX y posiblemente el segundo de toda la humanidad (el primero es Isaac Newton sin duda alguna) , visitó La Habana el 21 y 22 de diciembre de 1930. Su estancia en la capital se debió a que el Belgenland, barco en que viajaba desde la ciudad holandesa de Amberes, hizo escala en el puerto de La Habana antes de cruzar por el canal de Panamá con destino a la ciudad de San Diego, en la costa norteamericana del Pacífico. En este último lugar lo recibiría Edwin  Hubble.

Hubble fue uno de los más importantes astrónomos estadounidenses del siglo XX, famoso principalmente porque en 1929 había demostrado la expansión del universo midiendo el corrimiento hacia el rojo de las galaxias distantes. Hubble es considerado el padre de la cosmología observacional aunque su influencia en astronomía y astrofísica tocó muchos otros campos.

 

Un poquito de Física: Cuando un tren se acerca a nosotros a gran velocidad haciendo sonar su silbato, notamos una subida en el tono de su sonido (la frecuencia aumenta) pero cuando el tren se aleja de nosotros apreciamos una bajada de ese tono (la frecuencia disminuye). Este fenómeno se conoce como Efecto Doppler y también se produce en el caso de la luz de forma que si miramos hacia una estrella que se acerca a gran velocidad percibimos su luz con un tono azulado pero si se aleja, ese tono sería rojizo. A esto se le llama corrimiento hacia el rojo.

El efecto Doppler puede usarse para medir la velocidad de los coches en la carretera utilizando ondas de radio de onda muy corta. (RADAR).

El propio Einstein, quien creía en un principio en un universo estático, introdujo de forma artificial un término extra a sus ecuaciones, denominado constante cosmológica, para evitar el fenómeno de la expansión. Tras los resultados publicados por Hubble, Einstein se retractó y retiró este término, al que llamó “el mayor error de mi carrera“. Einstein hizo entonces un famoso viaje a Monte Wilson en 1931 para agradecer a Hubble que hubiera sentado las bases  de la cosmología moderna.

La alegría de los científicos cubanos de conocer y dialogar con el más notable de los físicos de todo el mundo era tan grande como la preocupación que  tenían por la tensa situación social y política que vivía Cuba. Eran tiempos en que el General Gerardo Machado, apoyado por las fuerzas represivas y el apadrinamiento del gobierno yanqui, había prorrogado su mandato presidencial convirtiéndolo en una cruel dictadura. El descontento popular crecía y los estudiantes y revolucionarios  se organizaban para enfrentar valientemente a aquel odioso y sangriento régimen. Hacía pocas semanas que en una protesta popular contra el gobierno las balas de la policía habían asesinado a Rafael Trejo, uno de los líderes universitarios más queridos y para colmo, la Universidad acababa de ser clausurada por decreto presidencial.

 

Los dirigentes de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana y de la Sociedad Geográfica de Cuba trataron de hacer todo lo posible para disimular aquella realidad y darle el tratamiento que correspondía a tan distinguida y singular personalidad.  A las ocho de la mañana del día 21 abordaron el barco para darle la bienvenida. También había decenas de periodistas.

Einstein agradeció el saludo de los académicos, dijo algunas palabras a los reporteros y posó para los fotógrafos y camarógrafos cubanos y extranjeros.

Aunque era el mes de diciembre Einstein sudaba mucho y constantemente colocaba sus manos sobre los ojos, a modo de visera, para protegerse de la intensa claridad del sol. Los anfitriones le propusieron un programa que comenzaba con una visita oficial al secretario de Estado de Cuba para luego continuar a la Academia de Ciencias, donde recibiría el homenaje de los científicos cubanos. Seguidamente saludaría a la comunidad hebrea residente en la capital y terminaría la jornada matutina almorzando en el hotel Plaza. Él lo aceptó todo con su acostumbrada cortesía y sencillez, pero pidió que antes lo llevaran a algún lugar donde pudiera comprar un sombrero que resguardara su cabeza y sus  ojos de aquel intenso sol.

Sus anfitriones eligieron “El Encanto”,  la más famosa tienda de ropas de la ciudad,  considerada una de las mejores de América Latina. Previamente el Ingeniero Millás había llamado a José Solís, gerente del establecimiento, para prevenirle de la visita y de su intención. Solís recibió al sabio en la entrada del comercio e inmediatamente lo llevó al departamento de sombreros. En aquellos tiempos estaba de  moda usarlos y el comerciante buscó en sus almacenes el mejor que tenía: un  sombrero de Panamá.

A Einstein le gustó mucho porque era muy cómodo y justo de su medida. Pensó que era fabricado en la isla, pero le llamó la atención oír que era de Panamá y quiso que le aclararan esa duda. Solís le dijo que el sombrero no estaba hecho ni en Cuba, ni en Panamá, sino en Ecuador, en una región llamada Jipijapa donde abunda una palma del mismo nombre cuyas hojas tienen unas características muy especiales y cuyos aborígenes heredan, por generaciones, la habilidad de trenzar y darle forma y tamaño a cada sombrero que requiere de dos a tres meses de intenso trabajo para hacerlo.

Y continuó Solís: este sombrero usted podrá estrujarlo, aplastarlo o pisotearlo y siempre volverá a adquirir su elegante aspecto original. Así es este genuino  sombrero de Jipijapa. En cuanto a su otro nombre, se lo pusieron los ingenieros y jefes de obras norteamericanos cuando construían el canal de Panamá a principios del siglo XX. Ellos no sólo lo usaban por su comodidad, frescura, y elegancia, sino también porque al ser tan exclusivo y caro se diferenciaba de las raídas gorras o sucios sombreros que usaban los peones o trabajadores corrientes. Así se reconocía de inmediato, como si fuera la gorra entorchada de un general, la autoridad de los mandamases extranjeros que preferían decir que sus sombreros eran de Panamá  a darle crédito a aquella humilde región ecuatoriana que los producía. 

Cuando Theodore Roosevelt visitó el canal usó dicho sombrero, lo que aumentó su popularidad. Entre la lista de sus propietarios más famosos se encuentran el primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill, el actor estadounidense Humphrey Bogart y el cantante Frank Sinatra.

La ciudad ecuatoriana de Cuenca es el productor principal; sin embargo, el cantón de Montecristi tiene la reputación de producir los sombreros de calidad más fina. Según la tradición, los sombreros de Jipijapa se realizan a partir de las hojas trenzadas de la Carludovica palmata.

Einstein escuchó con atención esos relatos e insistió en pagar por el sombrero. Solís, hombre agradable y convincente,  le dijo que era un obsequio de la tienda. Ante la insistencia de Einstein, Solís le expresó entonces que sería un honor para “El Encanto” el tener de recuerdo un retrato suyo hecho en el taller de fotografía de su comercio.  El científico lo complació a pesar del poco tiempo disponible.

Gonzalo Lobo era uno de los mejores retratistas de La Habana y firmaba sus fotografías con el pomposo nombre de Van Dyck. Su estudio formaba parte de la gran variedad de departamentos que tenia la tienda para complacer a la exigente burguesía cubana. El fotógrafo con su desenvoltura habitual colocó al sabio delante de un fondo negro para resaltar las canas que cubrían la desordenada cabeza del sabio y captó su expresión característica con la mirada bondadosa e inteligente que caracterizaba su rostro. Así fue la primera visita que realizó el científico en La Habana, acompañado por su esposa Hedwig y sus cicerones cubanos.

Luciendo su fresco sombrero de Jipijapa fue a la Secretaria de Estado y después, escoltado por un ejército de periodistas, asistió al homenaje que le ofrecieron los miembros de la Academia de Ciencias. Saludó a la colonia hebrea de La Habana y concurrió al almuerzo que le brindaron los científicos en el hotel Plaza.  Por la tarde se interesó por ver la naturaleza cubana y efectuaron un recorrido en dos autos por la zonas rurales de Santiago de las Vegas, donde pudo admirar las palmas reales y el verdor de la campiña criolla, el recién inaugurado aeropuerto de Rancho Boyeros, la Escuela de aviación Curtis, el embellecido pueblo de Boyeros con su flamante Escuela Técnica Industrial, el Asilo para enfermos mentales de Mazorra y los hermosos jardines del acueducto de Vento. Luego recorrieron el exclusivo reparto de Miramar y las lujosas Sociedades del Havana Yatch Club y el Country Club. No hubo paradas, solo un rápido vistazo por todos aquellos lugares porque a las cinco de la tarde estaba señalada una recepción en la Sociedad Cubana de Ingenieros.

La comitiva no llegó a la hora señalada sino mucho más tarde. Estaban agotados y a Einstein le esperaba, como en la mañana, saludos, abrazos, discursos, brindis y una interminable fila de caza autógrafos. En medio de aquella agobiante aglomeración de invitados y curiosos, de oír palabras cuyo idioma desconocía y de sonreír a todos,  se escabulló finalmente hasta el auto donde lo aguardaba su esposa. Prácticamente huyeron para refugiarse en el camarote de su barco. Pero también allí le esperaba una invitación especial que el gobierno le hacía para que descansara en el recién construido Hotel Nacional, el mejor hotel del Caribe. Agradeció el ofrecimiento, pero rehusó aceptarlo.

Al día siguiente, temprano, el director del Observatorio Nacional, ingeniero Millás y su esposa fueron a buscarlo al trasatlántico y como sabían que no le gustaba el protocolo, ni los halagos, le propusieron ir a donde él quisiera.   Einstein agradeció la idea y pidió ver los lugares más pobres de la ciudad. Y  Millás lo llevó a los solares de la Habana Vieja y los repartos de “Llega y Pon” y “Pan con Timba” nombres que le resultaron muy ocurrentes y simpáticos porque reflejaban el humor de aquellos infortunados, en su mayoría negros.

También conoció el Mercado Único con sus puestos de pescado, frutas y carne fresca, y escuchó a los pregoneros con sus alegres ofertas. Ello le dio una visión real de cómo vivían la mayoría de los cubanos. A su regreso, el barco ya estaba listo para continuar su viaje. Lo esperaba el viejo Solís para regalarle una elegante ampliación del retrato captado por Lobo  y también estaban  las autoridades, académicos,  periodistas y otras personalidades para despedirlo. El barco partió a la una en punto de la tarde y mientras se alejaba, en la cubierta, el sencillo sabio decía adiós a sus amigos habaneros agitando su sombrero de jipijapa.

Al atardecer de ese mismo día, en la vidriera principal de “El Encanto” en la calle Galiano, el decorador dio los retoques finales a una elegante escenografía para homenajear a Einstein. Se apreciaba una gigantesca ampliación del retrato que le había hecho Gonzalo Lobo acompañada de una docena de fotos del reportero grafico Rafael Pegudo que mostraban varios momentos de la visita del científico a la capital. En un rótulo cuidadosamente dibujado se destacaba una frase que Einstein había dicho a la prensa a su llegada a La Habana:     “La Ciencia une a los hombres y evita las guerras”


https://almejeiras.wordpress.com/2013/04/23/einstein-estuvo-en-cuba/

Respuesta  Mensaje 133 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 11/09/2021 00:38
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Einstein estuvo en Cuba

Estimado lector que rozas una vez más la suave y policromada pluma del Tocororo:

Albert Einstein, Premio Nobel de Física, el científico más importante del siglo XX y posiblemente el segundo de toda la humanidad (el primero es Isaac Newton sin duda alguna) , visitó La Habana el 21 y 22 de diciembre de 1930. Su estancia en la capital se debió a que el Belgenland, barco en que viajaba desde la ciudad holandesa de Amberes, hizo escala en el puerto de La Habana antes de cruzar por el canal de Panamá con destino a la ciudad de San Diego, en la costa norteamericana del Pacífico. En este último lugar lo recibiría Edwin  Hubble.

Hubble fue uno de los más importantes astrónomos estadounidenses del siglo XX, famoso principalmente porque en 1929 había demostrado la expansión del universo midiendo el corrimiento hacia el rojo de las galaxias distantes. Hubble es considerado el padre de la cosmología observacional aunque su influencia en astronomía y astrofísica tocó muchos otros campos.

 

Un poquito de Física: Cuando un tren se acerca a nosotros a gran velocidad haciendo sonar su silbato, notamos una subida en el tono de su sonido (la frecuencia aumenta) pero cuando el tren se aleja de nosotros apreciamos una bajada de ese tono (la frecuencia disminuye). Este fenómeno se conoce como Efecto Doppler y también se produce en el caso de la luz de forma que si miramos hacia una estrella que se acerca a gran velocidad percibimos su luz con un tono azulado pero si se aleja, ese tono sería rojizo. A esto se le llama corrimiento hacia el rojo.

El efecto Doppler puede usarse para medir la velocidad de los coches en la carretera utilizando ondas de radio de onda muy corta. (RADAR).

El propio Einstein, quien creía en un principio en un universo estático, introdujo de forma artificial un término extra a sus ecuaciones, denominado constante cosmológica, para evitar el fenómeno de la expansión. Tras los resultados publicados por Hubble, Einstein se retractó y retiró este término, al que llamó “el mayor error de mi carrera“. Einstein hizo entonces un famoso viaje a Monte Wilson en 1931 para agradecer a Hubble que hubiera sentado las bases  de la cosmología moderna.

La alegría de los científicos cubanos de conocer y dialogar con el más notable de los físicos de todo el mundo era tan grande como la preocupación que  tenían por la tensa situación social y política que vivía Cuba. Eran tiempos en que el General Gerardo Machado, apoyado por las fuerzas represivas y el apadrinamiento del gobierno yanqui, había prorrogado su mandato presidencial convirtiéndolo en una cruel dictadura. El descontento popular crecía y los estudiantes y revolucionarios  se organizaban para enfrentar valientemente a aquel odioso y sangriento régimen. Hacía pocas semanas que en una protesta popular contra el gobierno las balas de la policía habían asesinado a Rafael Trejo, uno de los líderes universitarios más queridos y para colmo, la Universidad acababa de ser clausurada por decreto presidencial.

 

Los dirigentes de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana y de la Sociedad Geográfica de Cuba trataron de hacer todo lo posible para disimular aquella realidad y darle el tratamiento que correspondía a tan distinguida y singular personalidad.  A las ocho de la mañana del día 21 abordaron el barco para darle la bienvenida. También había decenas de periodistas.

Einstein agradeció el saludo de los académicos, dijo algunas palabras a los reporteros y posó para los fotógrafos y camarógrafos cubanos y extranjeros.

Aunque era el mes de diciembre Einstein sudaba mucho y constantemente colocaba sus manos sobre los ojos, a modo de visera, para protegerse de la intensa claridad del sol. Los anfitriones le propusieron un programa que comenzaba con una visita oficial al secretario de Estado de Cuba para luego continuar a la Academia de Ciencias, donde recibiría el homenaje de los científicos cubanos. Seguidamente saludaría a la comunidad hebrea residente en la capital y terminaría la jornada matutina almorzando en el hotel Plaza. Él lo aceptó todo con su acostumbrada cortesía y sencillez, pero pidió que antes lo llevaran a algún lugar donde pudiera comprar un sombrero que resguardara su cabeza y sus  ojos de aquel intenso sol.

Sus anfitriones eligieron “El Encanto”,  la más famosa tienda de ropas de la ciudad,  considerada una de las mejores de América Latina. Previamente el Ingeniero Millás había llamado a José Solís, gerente del establecimiento, para prevenirle de la visita y de su intención. Solís recibió al sabio en la entrada del comercio e inmediatamente lo llevó al departamento de sombreros. En aquellos tiempos estaba de  moda usarlos y el comerciante buscó en sus almacenes el mejor que tenía: un  sombrero de Panamá.

A Einstein le gustó mucho porque era muy cómodo y justo de su medida. Pensó que era fabricado en la isla, pero le llamó la atención oír que era de Panamá y quiso que le aclararan esa duda. Solís le dijo que el sombrero no estaba hecho ni en Cuba, ni en Panamá, sino en Ecuador, en una región llamada Jipijapa donde abunda una palma del mismo nombre cuyas hojas tienen unas características muy especiales y cuyos aborígenes heredan, por generaciones, la habilidad de trenzar y darle forma y tamaño a cada sombrero que requiere de dos a tres meses de intenso trabajo para hacerlo.

Y continuó Solís: este sombrero usted podrá estrujarlo, aplastarlo o pisotearlo y siempre volverá a adquirir su elegante aspecto original. Así es este genuino  sombrero de Jipijapa. En cuanto a su otro nombre, se lo pusieron los ingenieros y jefes de obras norteamericanos cuando construían el canal de Panamá a principios del siglo XX. Ellos no sólo lo usaban por su comodidad, frescura, y elegancia, sino también porque al ser tan exclusivo y caro se diferenciaba de las raídas gorras o sucios sombreros que usaban los peones o trabajadores corrientes. Así se reconocía de inmediato, como si fuera la gorra entorchada de un general, la autoridad de los mandamases extranjeros que preferían decir que sus sombreros eran de Panamá  a darle crédito a aquella humilde región ecuatoriana que los producía. 

Cuando Theodore Roosevelt visitó el canal usó dicho sombrero, lo que aumentó su popularidad. Entre la lista de sus propietarios más famosos se encuentran el primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill, el actor estadounidense Humphrey Bogart y el cantante Frank Sinatra.

La ciudad ecuatoriana de Cuenca es el productor principal; sin embargo, el cantón de Montecristi tiene la reputación de producir los sombreros de calidad más fina. Según la tradición, los sombreros de Jipijapa se realizan a partir de las hojas trenzadas de la Carludovica palmata.

Einstein escuchó con atención esos relatos e insistió en pagar por el sombrero. Solís, hombre agradable y convincente,  le dijo que era un obsequio de la tienda. Ante la insistencia de Einstein, Solís le expresó entonces que sería un honor para “El Encanto” el tener de recuerdo un retrato suyo hecho en el taller de fotografía de su comercio.  El científico lo complació a pesar del poco tiempo disponible.

Gonzalo Lobo era uno de los mejores retratistas de La Habana y firmaba sus fotografías con el pomposo nombre de Van Dyck. Su estudio formaba parte de la gran variedad de departamentos que tenia la tienda para complacer a la exigente burguesía cubana. El fotógrafo con su desenvoltura habitual colocó al sabio delante de un fondo negro para resaltar las canas que cubrían la desordenada cabeza del sabio y captó su expresión característica con la mirada bondadosa e inteligente que caracterizaba su rostro. Así fue la primera visita que realizó el científico en La Habana, acompañado por su esposa Hedwig y sus cicerones cubanos.

Luciendo su fresco sombrero de Jipijapa fue a la Secretaria de Estado y después, escoltado por un ejército de periodistas, asistió al homenaje que le ofrecieron los miembros de la Academia de Ciencias. Saludó a la colonia hebrea de La Habana y concurrió al almuerzo que le brindaron los científicos en el hotel Plaza.  Por la tarde se interesó por ver la naturaleza cubana y efectuaron un recorrido en dos autos por la zonas rurales de Santiago de las Vegas, donde pudo admirar las palmas reales y el verdor de la campiña criolla, el recién inaugurado aeropuerto de Rancho Boyeros, la Escuela de aviación Curtis, el embellecido pueblo de Boyeros con su flamante Escuela Técnica Industrial, el Asilo para enfermos mentales de Mazorra y los hermosos jardines del acueducto de Vento. Luego recorrieron el exclusivo reparto de Miramar y las lujosas Sociedades del Havana Yatch Club y el Country Club. No hubo paradas, solo un rápido vistazo por todos aquellos lugares porque a las cinco de la tarde estaba señalada una recepción en la Sociedad Cubana de Ingenieros.

La comitiva no llegó a la hora señalada sino mucho más tarde. Estaban agotados y a Einstein le esperaba, como en la mañana, saludos, abrazos, discursos, brindis y una interminable fila de caza autógrafos. En medio de aquella agobiante aglomeración de invitados y curiosos, de oír palabras cuyo idioma desconocía y de sonreír a todos,  se escabulló finalmente hasta el auto donde lo aguardaba su esposa. Prácticamente huyeron para refugiarse en el camarote de su barco. Pero también allí le esperaba una invitación especial que el gobierno le hacía para que descansara en el recién construido Hotel Nacional, el mejor hotel del Caribe. Agradeció el ofrecimiento, pero rehusó aceptarlo.

Al día siguiente, temprano, el director del Observatorio Nacional, ingeniero Millás y su esposa fueron a buscarlo al trasatlántico y como sabían que no le gustaba el protocolo, ni los halagos, le propusieron ir a donde él quisiera.   Einstein agradeció la idea y pidió ver los lugares más pobres de la ciudad. Y  Millás lo llevó a los solares de la Habana Vieja y los repartos de “Llega y Pon” y “Pan con Timba” nombres que le resultaron muy ocurrentes y simpáticos porque reflejaban el humor de aquellos infortunados, en su mayoría negros.

También conoció el Mercado Único con sus puestos de pescado, frutas y carne fresca, y escuchó a los pregoneros con sus alegres ofertas. Ello le dio una visión real de cómo vivían la mayoría de los cubanos. A su regreso, el barco ya estaba listo para continuar su viaje. Lo esperaba el viejo Solís para regalarle una elegante ampliación del retrato captado por Lobo  y también estaban  las autoridades, académicos,  periodistas y otras personalidades para despedirlo. El barco partió a la una en punto de la tarde y mientras se alejaba, en la cubierta, el sencillo sabio decía adiós a sus amigos habaneros agitando su sombrero de jipijapa.

Al atardecer de ese mismo día, en la vidriera principal de “El Encanto” en la calle Galiano, el decorador dio los retoques finales a una elegante escenografía para homenajear a Einstein. Se apreciaba una gigantesca ampliación del retrato que le había hecho Gonzalo Lobo acompañada de una docena de fotos del reportero grafico Rafael Pegudo que mostraban varios momentos de la visita del científico a la capital. En un rótulo cuidadosamente dibujado se destacaba una frase que Einstein había dicho a la prensa a su llegada a La Habana:     “La Ciencia une a los hombres y evita las guerras”


https://almejeiras.wordpress.com/2013/04/23/einstein-estuvo-en-cuba/

Respuesta  Mensaje 134 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 11/09/2021 00:50
Albert Einstein, ¿qué sabes de su visita a Cuba?

Respuesta  Mensaje 135 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 11/09/2021 00:53
Ο χρήστης InSTEC στο Twitter: "El famoso científico #AlbertEinstein,  #PremioNobel de Física en 1921, asistió a una recepción que se le ofreció  en el Paraninfo de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas

Respuesta  Mensaje 136 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 11/09/2021 00:55
Albert Einstein en La Habana

Respuesta  Mensaje 137 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 12/09/2021 00:30
Albert Einstein, ¿qué sabes de su visita a Cuba?

Respuesta  Mensaje 138 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 12/09/2021 00:33
Embajada de Cuba en la República Checa - El 19 de diciembre de 1930 arribó  a Cuba Albert Einstein. En el Paraninfo de la Academia de Ciencias Médicas,  Físicas y Naturales de

Respuesta  Mensaje 139 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 12/09/2021 00:56
Stamp: Albert Einstein (1879-1955) (Cuba) (75th Anniversary of the Visit of  Albert Einstein to Cuba) Mi:CU 4721,Sn:CU 4501,Yt:CU 4273,Sg:CU 4868

Respuesta  Mensaje 140 de 155 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 12/09/2021 01:12
El hotel Edén en su esplendor con el águila de bronce en su frente (Foto Facebook hotel Edén)
El hotel Edén en su esplendor con el águila de bronce en su frente (Foto Facebook hotel Edén)

Antes de contarte esta historia misteriosa, dejame hablar del contexto en el que voy a desarrollar la acción. Es muy simple: es una historia novelesca que mezcla a aristócratas, nazis, inmigrantes, un país partido al medio y hasta un joven Che Guevara que, por aquellos años, vivía en Córdoba con sus padres por sus problemas con el asma.

El hotel está ubicado entre los cerros de La Falda y para conocer sus dominios hay que subir por enroscados caminos hasta tener una amplia vista del valle, a unos 80 kilómetros de Córdoba. El Edén domina todo con su edificio de torres y ventanales, pero en la parte opuesta del valle, en lo alto de una pequeña elevación, está la Iglesia, cuya cruz gigante, desproporcionada, mira directamente al hotel, instalada como un misil santo para conjurar las fuerzas del averno. Ya veremos el porqué de su importancia.

Gloria y caída

Me hundí, no bien traspuse el portal de hierro labrado que da acceso al parque, en los misterios que sugieren sus torres, las escaleras de mármol, el año de su inauguración (en números romanos), la H y la E como un blasón en lo alto de la fachada, los leones rugientes de mármol en el jardín de la entrada: todo muerto.

Albert Einstein en el hotel Edén (Foto Archivo General de la Nación)

Sin embargo, caminé por sus despojos sintiéndolo vivo, imaginándolo noblemente parado en la seca sierra cordobesa, favorito de la alcurnia europea y de la aristocracia argentina, atendido por sus dueños: los hermanos Walter y Bruno Eichhorn. Pero sobre todo por Ida, la enigmática mujer de Walter. Una anfitriona ideal, para un lugar de ensueño. ¿Por qué?

Ida era la verdadera dueña del hotel. Carismática, extrovertida, frontal y de figura imponente: su metro 78 imponía respeto de solo verla. Ah, no voy a dejar de decir esto: era una nazi fanática. Por entonces, la Segunda Guerra sacudía a Europa. En la Argentina, había tanto partidarios del Eje como aliadófilos (Córdoba no escapaba a esa realidad) y Guevara padre fue el que lo llevó de la mano al Che con sus 12 años una calurosa noche de enero para consumar el sabotaje en nombre de los aliados: el objetivo era la poderosa antena de radio de 12 metros de altura que estaba instalada en la terraza del Hotel Edén y con la cual los comandos conjurados suponían que los dueños enviaban información directamente al Tercer Reich. El cura abortó el sabotaje.

La guerra había conmocionado más de lo esperable al somnoliento pueblo de provincia. Y la persona que dividía las aguas era precisamente la dueña del hotel: Ida Eichhorn, amiga personal de Hitler.

La foto autografiada que Adolf Hitler le envió al matrimonio Eichhorn.

Cuando empecé a interesarme por esta historia, alguien me habló de un tal Justo Echeverría. El conserje que vivió la época dorada del Edén era un señor mayor que terminaba su paso por la vida en un geriátrico de La Falda. Justo Echeverria -que también llevó la contabilidad de la empresa entre 1935 y 1940- empezó a escarbar en su memoria. Todavía, pese a los años, guardaba el aire señorial de los buenos anfitriones. Él me dijo:

El esplendor se vivió entre 1937 y 1941, que fue la época fulgurante de Hitler. Ellos -Ida y su marido, Walter- eran amigos personales del Fuhrer. Habían puesto una foto ampliada enmarcada, de un metro por un metro, en el lobby, donde los Eichhorn se veían junto a Hitler tomando el té. También estaban Goering y Goebbels. La veía todo el mundo. Para ellos, era motivo de orgullo, sobre todo para Ida, que era fanática.

Hitler y los dueños del hotel

Ida y su marido se habían conocido en el barco que los trajo a América. Se convirtieron en empresarios prósperos después de comprar el hotel gracias a la Primera Guerra que impidió a la aristocracia argentina veranear en Europa. En la década del 20, regresaron a Alemania -ya como millonarios- y quedaron seducidos por las arengas nacionalistas de Hitler.

El matrimonio Eichhorn (Foto Facebook hotel Edén).

Debo esta historia a Alejandro Almosny que en aquel tiempo era director de turismo de La Falda. Él me facilitó las cartas que señalan la amistad entre los Eichhorn y el hombre que llevaría al desastre a Alemania. De hecho, financiaron su ascenso al poder. En 1931 y 1932, los Eichhorn enviaron su aporte, que fue invertido en el alquiler de un avión para la campaña política y un auto Mercedes Benz con el que Hitler recorrió todo el territorio alemán.

Hitler escribió a los Eichhorn el 13 de febrero de 1933. Esto es textual:

“Querido señor Eichhorn. Gracias por sus felicitaciones a causa de mi elección como canciller. Los viejos amigos son responsables como yo de esta victoria. Con saludo alemán, Adolf Hitler”.

En 1935, Walter e Ida regresaron a Alemania y ese viaje demostró la fortaleza de la amistad con el Fuhrer. Hitler los invitó a la cancillería y los distinguió con el símbolo nazi de oro macizo y el siguiente documento: “Querido camarada Eichhorn: fue su ayuda económica la que me permitió -en el verdadero significado de la palabra- seguir guiando la organización hacia la victoria”

Adolf Hitler

Querido señor Eichhorn: Los viejos amigos son responsables como yo de esta victoria.

Pero el mejor regalo fue aquel cuadro que el Fuhrer envió al Hotel Edén cuando Ida y Walter cumplieron sus bodas de plata, en 1937. Lo llevó, en persona, el embajador alemán en la Argentina Edmund Von Therman: un retrato de Hitler, con marco de plata y autografiado.

Rescatar historias del olvido

El lugar había pasado por distintas manos hasta que los hermanos Walter y Bruno Eichornn lo compraron en 1912. Ambos, junto a sus respectivas esposas, Ida y Grete, reciclaron un hotel que haría historia. Mobiliario, vajilla, mantelería, cristalería, platería, pinturas, estatuas, alfombras, pianos, fueron celosamente elegidos en Europa respondiendo a los cánones del art noveaux.

El Edén en su esplendor (Imagen Facebook hotel Edén).

Pero más que hotel, todavía hoy tiene aspecto de palacio, con su gran escalinata, sus torres y el amplio porche de entrada con columnas pesar de que uno anda entre escombros.

Aún hoy, hay mucha gente que dice haber visto a Hitler en La Falda.

Contaba con 100 dormitorios, 30 baños, un salón comedor para 250 personas, salón de fiestas, un jardín de invierno, un salón bar con billares, un toilette para damas y caballeros, una cámara oscura para fotografías, sótano y bodegas con los mejores vinos del mundo, agencia bancaria una vez a la semana, cancha de golf de 18 hoyos, pileta de natación, cancha de tenis, cocheras con dependencia para los choferes. Y, sobre todo, usina eléctrica, ,cámara frigorífica, lavadero con estufa de desinfección, solarium, huertos, caballerizas y taller mecánico.

“Ningún pasajero venía por menos de dos meses -me contó el gerente- y había millonarios que se quedaban un año alojados. Las familias llegaban desde Buenos Aires o Europa con choferes, criados y niñeras. Traían equipajes impresionantes que despachaban en trenes, donde también viajaban las vacas lecheras para alimentar a los niños”

Durante el tiempo previo a la Segunda Guerra, La Falda se había convertido en una ciudadela nazi. ¿Cómo ocurrió esto en un pequeño pueblo? Hubo gestos en La Falda que demuestran hasta qué punto llegaba el compromiso con el nazismo. “Los matrimonios alemanes -recordó el exconserje- mandaban a Europa sus alianzas de oro para colaborar. Desde allá, les mandaban unos anillos de acero hechos con un clavo, como una simple herradura, con el símbolo nazi. Para ellos, era un orgullo lucirlos. Ida, rígida e implacable, era la que se ocupaba de todo”.

Ahhh, recuerdo que deambulé por ese hotel que llevaba un nombre más que ambicioso y apropiado: El Paraíso Terrenal. Caminé por oscuros corredores con la pintura descascarada, vi arañas que parecían moverse, ingresé a baños que todavía conservaban algo del viejo estilo aunque todo estaba sembrado por pilas de ladrillos y un olor oscuro a humedad subía desde los sótanos.

El Edén en su esplendor (Foto Facebook hotel Edén).

Ahora, sólo había un hombre en ese lugar, que rescataba historias del olvido. Se llamó Alejandro Almosny y fue el que, cuando me vio en La Falda y me contó esta historia, rompió todos los prejuicios que había para aprovechar la historia de El Edén en beneficio de su pueblo. Promotor turístico del derruído hotel, me mostró un racimo de fotos viejas donde se lo ve en su apogeo: “El Edén llegó a ser más conocido en Europa que en la Argentina. Las cartas que llegaban decían simplemente, Hotel Edén, Sudamérica”, decía.

El Edén y el sino de lo bélico

A los hermanos, empezó a irles bien cuando estalló en 1914 la Primera Guerra Mundial y la sociedad chic argentina tuvo que cambiar sus hábitos y miró hacia adentro. Y lo mejor que había adentro era El Edén. Así, se alojaron dos presidentes -Roca y Figueroa Alcorta-, familias de renombre de la alta sociedad como Anchorena, Blaquier, Bunge, Lynch Ezcurra, Béccar Varela, Pueyrredón, Tornquist, Montes de Oca y otros. Las grandes figuras del espectáculo -Hugo Del Carril, César Amadori, Zully Moreno- también se alojaron allí.

Y el poeta Rubén Darío y el físico Albert Einstein, en 1925. Enigmática visita, por cierto. “Hay un montón de leyendas -dijo Alejandro- porque junto con otros científicos se alojan en el hotel pero él fue a conocer el Uritorco, del que ya se hablaba como un lugar casi mágico, donde se vislumbraban fenómenos ajenos al entendimiento humano”. Centro de energía, ciudades subterráneas, esas cosas…

Alejandro deja que las leyendas sigan su curso, como si fuera un sortilegio que no debe romperse. Edgar Hoover, el legendario e implacable jefe del FBI, mandó instrucciones a la embajada norteamericana para que se investigara a los Eichhorn, en 1945, cuando todavía no se sabía cual sería la suerte de Hitler ante la próxima derrota en la guerra. ¿Por qué? Porque sus espías -no nos engañemos, en tiempos de la guerra la Argentina estaba repleta de espías de uno y otro lado- le habían informado que en una fiesta íntima en el Hotel, Ida, fanática hasta la médula había dicho: “Si el Fuhrer tuviera en algún momento dificultades, ´él siempre encontraría un refugio seguro en La Falda, donde ya hemos hecho los preparativos necesarios”. Aún hoy, hay mucha gente que dice haber visto a Hitler en La Falda.

Caminé por lugares que también habían transitado hombres y mujeres notables, como el músico Arturo Toscanini, los príncipes de Windsor y de Saboya, cuando en La Falda no había nada, excepto este lugar remoto, casi ajeno a la Tierra, como un palacio, como un paraíso terrenal al que solo tenían acceso los elegidos.

Alejandro me había mostrado imágenes fílmicas de un vacilante blanco y negro que tenía celosamente guardadas. Allí, se ven lujosos automóviles negros, sirvientes solícitos llevando maletas, señoras distinguidas con sombreros subiendo las escalinatas de mármol, maridos saludando a cámara con sus galeras. Como no había muchos caminos, algunos llegaban en un tren que alargó las vías especialmente hasta quedar a solo 15 kilómetros del hotel. Otros llegaban al Edén en avionetas rentadas desde Buenos Aires.

En la película, se veía un águila imperial de bronce que adornaba el frontis de la fachada principal. La arrancaron cuando terminó la guerra. Ahora, había gatos como únicos habitantes del Edén, adormilados, bajo el ventiluz. Una estrecha escalera de caracol me llevó a la terraza. La historia y la leyenda empezaron a confundirme. Pero a veces, me distraía por la belleza del lugar.

El Edén, símbolo del mal

Los Eichhorn se turnaban en el manejo del hotel. Los dos matrimonios vivían la mitad del año en Alemania y la otra mitad en el Edén. El gran negocio de los Eichhorn, en 1912, había sido comprar los terrenos de la estancia -unas 1250 hectáreas- donde fue edificado el hotel, para después hacer una villa turística de estilo alpino contigua a El Edén.

Unos cien empleados trabajaban en temporada para atender a la exclusiva clientela. La comida era a la carta y fiestas había todas las noches: el hotel contaba con una orquesta estable. Echeverría, el exconserje, dice, envarado sobre sus recuerdos: “Tocaban en el comedor hasta la cena y después seguían tocando en el salón de fiestas. Allí se bailaba mucho y se tomaba más”.

El matrimonio Eichhorn con amigos y huéspedes (Foto Facebook hotel Edén).

Y dice, por lo bajo, el anciano: “Terminaban cantando marchas nazis y se despedían con consignas guerreras, saludando con la mano derecha en alto y honrando la figura de Hitler”.

Me metí en los subsuelos, lo que queda de la usina. Motores poderosos, paralizados por el óxido. Como todo el hotel después que cerró sus puertas, manos anónimas le fueron arrebatando el lujo: aves de rapiña comiendo los despojos de un cadáver.

Mientras deambulaba, pensé en las pasiones de los hombres. El grado de enemistad tan alto que puede separar a unos de otros hasta hacerlos enemigos irreconciliables, el odio creciente que borra con su marea la línea de la realidad e instala una playa de fantasía en la mente. ¿Por qué digo esto? Porque el hotel generó un conflicto humano profundo, una grieta bien honda.

El cura del pueblo, como todos los aliadófilos, estaba indignado por la retahíla de festejos desmesurados que se escapaban en las noches del Edén mientras Alemania sometía a Europa, entre 1939 y 1941.

“La guerra había empezado con triunfos contundentes de Hitler -dice Echeverría-. Austria, Hungría, Polonia, el Báltico, Francia. Cada avance de Hitler, era celebrado con una fiesta. Cuando llegaban los invitados, se saludaban extendiendo el brazo derecho hacia lo alto, se leían los partes de guerra con las victorias alemanas, y brindaban con champán francés”.

El Edén pasó a ser símbolo del mal para el cura que -ya en tren de guerra- agregó a la Iglesia una cruz descomunal que mirara directamente al águila imperial nazi desde el otro extremo del valle. Una cruz que reflejara los rayos del sol durante el día para conjurar la fuerza del infierno que emanaba de ese templo satánico. Una cruz que hizo alumbrar con reflejos verdes por las noches para que se supiera que la cruzada no tenía límites, ni tiempo, ni descanso.

Pero es cierto que descubrí algunas cosas esotéricas sentado en un viejo y ligero sillón de verano, en un pasillo del primer piso. Simbologías: el piso está constituido por baldosas con figuras de rombos negros y blancos y, por donde se mire, aparece el numero ocho. Como son ocho los jarrones del techo. Las dos torres simétricas en los extremos del edificio tienen ocho lados y desde sus ventanucos podían verse las sierras cordobesas.

¿Qué significa eso? En la numerología, el ocho es sinónimo de poder y fortaleza. Para el judaísmo, es un número mágico. Simboliza todo aquello que está un paso por encima del orden natural. En La Biblia, es el número que mas se menciona: 80 veces y representa la resurrección: Cristo resucitó entre los muertos el primer día de la semana, que fue el octavo dia. El número ocho, acostado, horizontal, es el símbolo del infinito. Es un poder sin límites.

¿Creería entonces Ida Eichhorn que el poder del Tercer Reich duraría mil años como se publicitaba en Alemania cuando se convirtió en potencia mundial? Tal vez. Ella era tan fanática que cuando un empleado del hotel solía decir el típico latiguillo “si Dios quiere”, ella corregía: “si Adolf quiere”.

Arriba de la fachada, en los torreones, hay esfinges perturbadoras que para algunos representan a Thor, el dios del trueno en la mitología germánica. Pero para el cura, embarcado en una pelea sin fin contra El Edén, la figura se parecía más a Lucifer: “Ellos ponen al Mal por encima del Bien”, decía.

Qué queda

¿Qué vi de lo que fue el paraíso terrenal o el hotel Edén, como lo llaman todavía los vecinos? Un viejo piano, desarticulado que supo alegrar aquellos buenos tiempos y que ahora, al tocarlo, deja un sonido lúgubre. Acaso sus fantasmas aún lo ronden. Aunque ahora, en sus escaleras ruinosas, hagan tours de visitas guiadas con fantasmas de carne y hueso. Algo así como turismo fantasmagórico.

En el adiós, echo una última mirada al hotel Edén. Quedan solo, aristócrata en ruinas, el Bien y el Mal tras sus paredes, toda su gloria y su caída, su fuente vacía, su león, su fachada sin el águila imperial de bronce, sus torres inquietantes y su recuerdo en blanco y negro.

Al frente, cruzando el valle, la cruz de la Iglesia parece haber ganado la guerra.

La perlita

Sería injusto vincular a los Eichhorn con ese fanatismo que los acompañó en su devoción por Adolfo Hitler y solo eso. La Falda no sería lo que es hoy si no hubieran sido ellos los emprendedores que, además del hotel, construyeron una villa cercana lindante con el Edén de estilo europeo y arbolada con plantas que la propia Ida traía cada vez que viajaba a Alemania.

Pero digamos todo: cierto es que ellos no querían integrarse al resto del pueblo que iba creciendo más humildemente y más desordenadamente. Y hasta pidieron al gobierno de Córdoba ser un pueblo independiente. Ida, sobre todo, pagó caro el precio de su religiosidad hacia el Fuhrer. Apenas terminó la guerra, la Argentina -que había dado un giro hacia los aliados a ultimo momento- confiscó los bienes de los alemanes.

El hotel cerró sus puertas, fue malvendido y, entre los propietarios circunstanciales, llegó a estar Juan Duarte, el hermano de Eva Perón, suerte de playboy que se aprovechó de su cercanía al poder y que murió de manera sospechosa. Hoy, es museo de sitio. Desde 2006, viene siendo remodelado y se están recuperando el salón imperial, los pisos y las habitaciones. La fachada luce como en los buenos tiempos.

Se hacen tours de terror por las noches, donde la sugestión, dicen, nos lleva a ver la niña fantasma y la dama de blanco que caminan, fantasmales por los corredores. Hasta vinieron cazafantasmas desde Estados Unidos con esos aparatos que sirven para registrar el merodeo de los espíritus. Y dicen que tuvieron éxito. Misterio…pero así lo cuentan...

¡Ah, me faltaba lo principal! Qué fue de la vida del matrimonio Eichhorn. Bueno, Walter murió en La Falda en 1961 y su mujer, Ida, en 1964. Ambos están enterrados en el cementerio de Huerta Grande, bajo tumbas con lápidas de granito, a unos kilómetros de ese hotel que por un tiempo, entre fiestas, champagne y festejos de victorias fue el paraíso terrenal que señalaba su nombre.

https://tn.com.ar/sociedad/2021/05/15/historias-para-no-dormir-el-refugio-nazi-del-hotel-eden/


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