Argumentos usados contra el pueblo de Dios del sábado séptimo día Los cuatro ángeles iban a retener los vientos mientras no estuviese hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras plagas. Estas enfurecieron a los malvados contra los justos, pues los primeros pensaron que habíamos atraído los juicios de Dios sobre ellos, y que si podían raernos de la tierra, las plagas se detendrían.—
Cuando el ángel de la misericordia pliegue sus alas y parta, Satanás cometerá las acciones impías que por largo tiempo ha deseado hacer. Tormenta y tempestad, guerra y derramamiento de sangre: él se deleita en estas cosas, y así reúne su cosecha. Y los hombres serán engañados por él en forma tan completa, que declararán que estas calamidades son el resultado de la profanación del primer día de la semana. Desde los púlpitos de las iglesias populares se oirá la declaración de que el mundo está siendo castigado debido a que el domingo no es honrado como debiera serlo.—
Se demandará con insistencia que no se tolere a los pocos que se oponen a una institución de la iglesia y a una ley del Estado; pues vale más que esos pocos sufran y no que naciones enteras sean precipitadas a la confusión y anarquía. Este mismo argumento fue presentado contra Cristo hace mil ochocientos años por los “príncipes del pueblo”... Este argumento parecerá concluyente.
Muerte para todos los que no honren el domingo
Se promulgó un decreto para matar a los santos, lo cual los hizo clamar día y noche por su libramiento.—
Así como Nabucodonosor, el rey de Babilonia, emitió un decreto por el cual todos los que no se postrasen y adorasen su imagen serían muertos, de la misma manera se proclamará que todos los que no reverencien la institución del domingo serán castigados con prisión y muerte... Que todos lean cuidadosamente el capítulo 13 de Apocalipsis, porque afecta a todo ser humano, grande o pequeño.—
El tiempo de angustia está por llegar para el pueblo de Dios. Será entonces cuando se promulgará el decreto prohibiendo comprar o vender a los que guardan el sábado del Señor, y que los amenazará con castigos, y aun la muerte, si no observan el primer día de la semana como día de reposo.—
Unidos los poderes de la tierra para hacer la guerra a los mandamientos de Dios del Sinaí , decretarán que todos los hombres, “pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos” (Apocalipsis 13:16), se conformen a las costumbres de la iglesia y observen el falso día de reposo domingo . Todos los que se nieguen a someterse serán castigados por la autoridad civil, y finalmente se decretará que son dignos de muerte.—
La ira del hombre se despertará en forma especial contra aquellos que santifican el sábado del cuarto mandamiento Éxodo 20:8,11 Éxodo 31:12,18 escrita con el dedo Dios Cristo ; y al fin un decreto universal los denunciará como merecedores de muerte.EN LA SEPTIMA PLAGA REGRESA CRISTO POR SEGUNDA VEZ A RESUCITAR A SUS HIJOS Y LOS VIVOS .
La séptima plaga
Necesitamos estudiar el derramamiento de la séptima copa. Apocalipsis 16:17-21. Los poderes del mal no abandonarán el conflicto sin luchar; pero la Providencia tiene una parte que desempeñar en la batalla del Armagedón. Cuando la tierra esté alumbrada con la gloria de ángel de Apocalipsis 18, los elementos religiosos, buenos y malos, despertarán del sueño y los ejércitos del Dios viviente irán a la batalla.—
Pronto se peleará la batalla del Armagedón. Aquel sobre cuya vestidura está escrito el nombre “Rey de reyes y Señor de señores”, conduce a las huestes celestiales montadas en caballos blancos, vestidos de lino fino, limpio y blanco. Apocalipsis 19:11-16.—
Toda la tierra se alborota e hincha como las olas del mar. Su superficie se raja. Sus mismos fundamentos parecen ceder. Se hunden cordilleras. Desaparecen islas habitadas. Los puertos marítimos que se volvieron como Sodoma por su corrupción, son tragados por las enfurecidas olas [...]. Las más soberbias ciudades de la tierra son arrasadas. Los palacios suntuosos en que los magnates han malgastado sus riquezas en provecho de su gloria personal, caen en ruinas ante su vista. Los muros de las cárceles se parten de arriba abajo, y son libertados los hijos de Dios que habían sido apresados por su fe.Desde la cárcel, la hoguera y el patíbulo, donde los santos y los mártires dieron testimonio de la verdad, llega hasta nosotros a través de los siglos la expresión de su fe y esperanza. Estando “seguros de la resurrección personal de Cristo, y, por consiguiente, de la suya propia, a la venida de Aquel—como dice uno de estos cristianos—, ellos despreciaban la muerte y la superaban”. Daniel T. Taylor, The Reign of Christ on Earth; or, The Voice of the Church in all ages, 33. Estaban dispuestos a bajar a la tumba, a fin de que pudiesen “resucitar libertados”. Esperaban al “Señor que debía venir del cielo entre las nubes con la gloria de su Padre”, “trayendo para los justos el reino eterno”. Los valdenses acariciaban la misma fe. Wiclef aguardaba la aparición del Redentor como la esperanza de la iglesia .
AL REGRESO DE CRISTO La sacudida” del terremoto “fue seguida instantáneamente del hundimiento de todas las iglesias y conventos, de casi todos los grandes edificios públicos y más de la cuarta parte de las casas. Unas horas después estallaron en diferentes barrios incendios que se propagaron con tal violencia durante casi tres días que la ciudad quedó completamente destruida. El terremoto sobrevino en un día de fiesta en que las iglesias y conventos estaban llenos de gente, y escaparon muy pocas personas” “El terror del pueblo era indescriptible. Nadie lloraba; el siniestro superaba la capacidad de derramar lágrimas. Todos corrían de un lado a otro, delirantes de horror y espanto, golpeándose la cara y el pecho, gritando: ‘¡Misericordia! ¡Llegó el fin del mundo!’ Las madres se olvidaban de sus hijos y corrían de un lado a otro llevando crucifijos. Desgraciadamente, muchos corrieron a refugiarse en las iglesias; pero en vano se expuso el sacramento; en vano aquella pobre gente abrazaba los altares; imágenes, sacerdotes y feligreses fueron envueltos en la misma ruina