¿Habrá algo más de los que nuestros 5 sentidos nos presentan?
La Realidad no es únicamente aquello que nos muestran nuestros 5 sentidos. No es únicamente la escena exterior. En realidad, jamás es únicamente la escena exterior, sino que siempre constituye la combinación de uno mismo con ella. No es la mera percepción de los sentidos, de este duro mundo de la tierra, de aquel distante punto de luz en el espacio, sino la percepción de ideas, la captación de verdades, el darse cuenta de significados, el ver las cosas más familiares bajo una nueva luz, el intuir su esencia, el experimentar sufrimiento y regocijo. Se nos da como pan del cielo y como hecho terrenal.
En el umbral de la percepción, se esconde un universo más allá de la apariencia tangible. La realidad no es sólo la suma de lo que percibimos habitualmente , sino la fusión de nuestro ser con el cosmos. La verdad se revela en la intersección de lo interior y lo exterior, donde la percepción de las ideas y la captación de verdades ocultas nos permiten vislumbrar la esencia de las cosas.
En este reino de sombras y luces, la realidad se desvela como un tapiz de significados y símbolos, donde lo familiar se transforma en un misterio que aguarda ser descifrado. El sufrimiento y el regocijo se entrelazan como las hebras de una madeja, recordándonos que la verdad es un don celestial que se manifiesta en la tierra.
Así, nos encontramos en un viaje de descubrimiento, donde la realidad se desvela como un enigma que aguarda ser resuelto. Y en este camino, nos damos cuenta de que la verdad no es sólo una percepción, sino una experiencia que transforma nuestra alma.
En el reino más elevado de la conciencia, se encuentra un dominio que trasciende el alcance de los sentidos. Sólo puede ser percibido en lo más profundo de nuestro ser, a través de la comprensión intuitiva. De repente, un reino de experiencia interior puede surgir en nuestro corazón o mente, revelándonos una realidad que no se refleja en el mundo exterior, pero que puede iluminarlo.
En ese instante, la luz de la comprensión masónica nos envuelve, bañándonos en su radiación suave y pura. Es una luz que no hiere, sino que ilumina; una experiencia que trasciende la dualidad y nos permite ver con la autoridad del significado. Sentimos sin la separación que impone el contacto físico, y experimentamos la profundidad sin la necesidad de las palabras.
En ese estado, estamos libres de la superficie de nuestra personalidad, y podemos palpar la esencia de la realidad sin la distorsión del ego. Cada experiencia de esta luz nos transforma profundamente, creando en nosotros una nueva dimensión de conciencia y comprensión.
Es la luz creadora que transforma el significado de todas las cosas, la esencia que el hombre ha perseguido desde el alba de la humanidad. Es una luz que no impone, sino que ilumina; una verdad que no se puede ocultar, sino que se revela en el corazón de aquellos que buscan.
Es el significado que nos recuerda lo que siempre hemos sabido, pero que hemos olvidado en el camino. Cada experiencia de esta luz masónica nos renueva, nos transforma y nos hace sentir creados de nuevo mediante la iniciación masónica. Es la realidad que hemos buscado siempre, la dicha que hemos perseguido en mil direcciones, pero que sólo se encuentra en la unión con la verdad.
La luz externa del mundo profano nos promete felicidad, pero no la puede dar. Sólo la luz interior, la luz de la comprensión, puede unirnos con la verdad y hacer que nos sintamos completos. Es la unión que se percibe en el corazón, la idea oculta tras nuestras vidas de búsqueda, la respuesta a nuestras preguntas más profundas.
¿Cómo podemos acceder a la luz de la Masonería? ¿Cómo podemos lograr la unión con el significado supremo? Estas preguntas han sido objeto de reflexión en las Logias Masónicas durante siglos.
Para encontrar esta luz, el Masón debe emprender un viaje de auto-descubrimiento, un proceso de disección interior que le permita ver más allá de las apariencias. Debe aprender a verse a sí mismo de manera objetiva, como un observador que contempla su propia existencia sin juicios ni prejuicios.
Esta calidad de conciencia es diferente a la que tenemos en nuestra vida cotidiana en el mundo profano. Para alcanzarla, debemos superar los obstáculos que nos impiden ver la realidad con claridad. La fuerza de la imaginación es uno de los principales obstáculos, ya que nos lleva a crear sustitutos de la realidad en lugar de enfrentar la verdad tal como es.
Para superar estos obstáculos, debemos practicar constantemente el proceso de auto-reflexión y auto-análisis. Debemos aprender a utilizar nuestra conciencia como un bisturí que nos permita diseccionar nuestras propias creencias y suposiciones. Esto requiere un esfuerzo y una dedicación que no son necesarios para la vida en el mundo profano. Por eso, es fácil olvidar y no mantener vivo el fuego de la búsqueda masónica.
Antes de que podamos acceder a la verdad más profunda, debemos reconocer la realidad de un aspecto interno del Universo, uno que sólo puede ser percibido a través de los sentidos internos. Debemos darnos cuenta de que nuestra vida cotidiana se centra en el mundo exterior, un reino de efectos cuyas causas ocultas nos llevan a misterios que trascienden nuestra capacidad humana para resolverlos.
También debemos reconocer que dentro de nosotros mismos hay estados que nos son desconocidos, estados que se encuentran más allá de la superficie de nuestra conciencia cotidiana. Cuando estamos dominados por los sentidos, vivimos al revés. Creemos que el mundo exterior es la realidad fundamental, y que nuestra mente es simplemente un reflejo de esa realidad. Sin embargo, la verdad es que nuestra mente es el portal a la verdadera realidad, y que los sentidos son sólo una puerta de entrada a la comprensión más profunda.
Y así, cuando se invierte el orden natural, nada de lo interior puede ser verdaderamente comprendido. La mente se vuelve ciega a la realidad más profunda y, en última instancia, recurre a la negación para tratar con todo lo que es real. Pues si se considera que la realidad sensorial es la única verdad, se puede intentar controlarla, dominarla y destruirla.
Es por esto que el materialismo es psicológicamente tan peligroso. No sólo cierra la mente a la posibilidad de crecimiento y desarrollo, sino que también distorsiona la realidad, reduciéndola a sus componentes más básicos. Explica el Materialismo la complejidad de la vida y del universo de manera simplista y superficial, ignorando la profundidad y la riqueza de la experiencia espiritual humana. De esta manera, se pierde la visión de la totalidad y se reduce la realidad a una serie de explicaciones vacías y sin sentido.
Pero, antes de que semejante cosa como dar con la Realidad nos sea posible, es preciso que se sienta la realidad de un aspecto interno del Universo y que se sepa que este aspecto se capta sólo a través de los sentidos internos de cada ser humano.
Es preciso darse cuenta de que uno vive volcado hacia fuera, en un mundo de efectos cuyas causas ocultas conducen a misterios más allá de la capacidad humana de solucionarlos.
También se ha de dar cuenta el hombre de que lleva en sí mismo estados que le son desconocidos. Cuando vive bajo el dominio de los sentidos, el hombre está al revés. Piensa que el sentido precede a la mente.
Y entonces nada de lo interior puede pertenecerle porque ha invertido el orden natural. En última instancia, tratará con todo por medio de la violencia contra la verdad. Pues si se toma el objeto sensorio como la ubérrima y suprema realidad, se le puede aplastar, dañar, violar o matar. Por este motivo es que, psicológicamente, el materialismo es cosa tan peligrosa.
No sólo cierra la mente y su posible don de desarrollo, sino que todo lo da vuelta al revés, al extremo de que explica la casa por solamente por los ladrillos, el universo sólo por sus átomos y su contenido, con una serie de explicaciones de bajísima calidad.
Pero entendamos hay algo más de lo que nuestros 5 sentidos nos presentan.
Alcoseri