En la foto:

A la Izquierda, José Luis G., a la derecha, Marshall

Aun tienen un poco de vida, apestan a sudor y a licor,

a cigarrillo y a marihuana,

a cocaína y a crack,

aun respiran, mas no confían en nadie.

Las horas corren sin importancia,

no importa quien pasa a su lado,

pues tienen el cerebro quemado.

Les duele la cabeza y la espalda

de tanto dormir sin cama,

a veces comen y a veces no,

se cubrieron de dolor sus días

y tienen el tiempo marcado

por botellas de cervezas vacías.

Allí vivía Marshall, debajo de un puente en Miami, un veterano de la guerra de Vietnam.

Nos hicimos amigos, lo visite en varias ocasiones, en aquel ambiente rodeado de basura, en medio del peligroso mundo de las drogas.

Los gatos y los perros callejeros fueron testigos, del momento cuando Marshall abrió su corazón a Cristo.

En medio de la basura había una joya, que ahora brilla para Dios.