La vida
Para que todo el que crea en él tenga vida eterna (Juan 3: 15).
UNA DE LAS BENDICIONES QUE PERTENECEN a la consumación del reino, pero que el Señor dijo que podemos gozarla desde ahora, es la vida eterna.
La promesa de la vida eterna se realizará plenamente en el reino futuro y consumado de Dios. Los ciudadanos de ese reino nunca morirán.
Su vida se medirá con la vida de Dios. La promesa de Cristo es clara: «Les aseguro —respondió Jesús— que todo el que por causa del reino de Dios haya dejado casa, esposa, hermanos, padres o hijos, recibirá mucho más en este tiempo; y en la edad venidera, la vida eterna»
(Luc. 18: 29, 30).
Una de las realidades más amargas que experimentan los seres humanos, es la muerte. Es a lo que más tememos. Significa separación y extinción. El apóstol dice que es un cruel enemigo del hombre
(1 Cor. 15: 26).
La vida eterna es la recompensa por excelencia de la era venidera. Se la compara con una corona de victoria que se da al vencedor:
«Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman»
(Sant. 1: 12).
Pero aunque será consumada en el futuro, la vida eterna, dijo Jesús, ya la posee el creyente aquí y ahora. En cierto sentido espiritual, esa vida se empieza a vivir en el presente.
Dijo el Señor:
«El que cree en el Hijo tiene vida eterna»
Juan 3: 36).
Tan segura es la promesa para el creyente, que se la expresa en el tiempo presente: «Ciertamente les aseguro que el que cree tiene vida eterna»
(Juan 6: 47).
«Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano» (Juan 10: 28). «El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida» (1 Juan 5: 12).
DIOS TE BENDIGA
PEREGRINA
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