Ser Imitador de Dios
«Por tanto, imiten a Dios, como hijos amados» Efesios 5.1 RVC
Esas palabras podrían sonar alarmantes o molestas para algunos,
y quizás hasta imposibles para otros.
«Imiten a Dios». No puede haber ninguna norma superior.
El apóstol Pablo, ingeniosamente, nos dice que si queremos vivir una vida maravillosa
debemos imitar el comportamiento de Dios. Dios es bueno por naturaleza,
además de un sinnúmero de atribuciones;
es por esta razón por la que el apóstol Pablo nos dice que debemos imitarlo.
Pero, ¿cómo es posible que nosotros, pecadores depravados,
podamos imitar al soberano Dios del universo?
Una vez que logremos asimilar la impresión inicial de esta pregunta,
nos daremos cuenta de que nosotros imitábamos a nuestros padres
cuando éramos infantes. Nuestros padres son nuestros primeros modelos.
Cuando nos arrepentimos, ponemos nuestra fe y recibimos
a Jesús como nuestro Salvador personal, nacemos de nuevo
y nos convertimos en nuevos integrantes, como hijos e hijas adoptivos,
en la familia de Dios; por lo tanto, debemos ser una imitación de Dios.
«Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre,
ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» Juan 1.12-13 RVC.
Hay que afirmar claramente que «imitar a Dios» no tiene nada que ver
con tratar de merecer la vida eterna, ya que la vida eterna se encuentra a través de Jesús.
«Imitar a Dios» tiene que ver con nuestra santificación. Tenemos que crecer en santidad.
El ejemplo supremo sobre la idea de imitar a Dios, se encuentra en la vida de Jesucristo.
Debemos conocer y aprender de Jesús, tratar de imitar sus acciones, comportamientos
y copiarlo lo más que se pueda.
Fundamentalmente, la idea es conocer a Jesús intensamente,
para que logremos ser el eco de su voz y su comportamiento.
Fuente: Notas cristianas