Higo
Leemos en Cantares 2:11-13: “Porque he aquí ha pasado el invierno, se ha mudado, la lluvia se fue; se han mostrado las flores en la tierra, el tiempo de la canción ha venido, y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola. La higuera ha echado sus higos, y las vides en cierne dieron olor; levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven”.
Comenzando con el huerto del Edén, el higo, con sus maravillosos poderes de sanidad se encuentra mencionado más de 50 veces en la Biblia. De hecho, el árbol de higuera es el primero que se menciona específicamente por nombre en la Biblia. Leemos en Génesis 3:7: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higueras y se hicieron delantales”.
La higuera tiene gran importancia como una de las siete especies, con las que Dios bendijo la tierra santa. En términos bíblicos, la higuera es un símbolo de paz, prosperidad y gran gozo. Y si los hombres que redactaron la Biblia hubieran conocido las enfermedades modernas en su día, le habrían añadido a las virtudes d
e la fruta, su tremendo poder anticancerígeno. Los higos, ya sean frescos o secos, han sido muy apreciados desde los tiempos antiguos por su dulzura y valor nutritivo. Los atletas griegos y romanos comían higos para aumentar su vigor y mejorar su ejecución.
La Biblia nos dice que “En aquellos días Ezequías enfermó de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás y no vivirás... Y había dicho Isaías: Tomen masa de higos, y pónganla en la llaga y sanará” (Is. 38:1, 21). Algunos eruditos bíblicos creen que esta “llaga” a que se refiere la Biblia es una forma de cáncer. Según la historia, el tratamiento con higos fue tan efectivo que Ezequías vivió y gobernó por otros quince años.
Una vez, después de una batalla, los hombres de David encontraron un guerrero egipcio que había estado sin comer ni beber por tres días y tres noches: “Y hallaron en el campo a un hombre egipcio, el cual trajeron a David, y le dieron pan, y comió, y le dieron a beber agua. Le dieron también un pedazo de masa de higos secos y dos racimos de pasas. Y luego que comió, volvió en él su espíritu; porque no había comido pan ni bebido agua en tres días y tres noches” (1 S. 30:11, 12).
El valor del higo fue reconocido también en muchos otros lugares del mundo. Por siglos, otras naciones y culturas lo han considerado como un remedio poderoso para una increíble variedad de dolencias, incluyendo cáncer, estreñimiento, escorbuto, hemorroides, gangrena, problemas en el hígado y llagas. Mucho del valor medicinal del higo se debe a sus altos niveles de fibra, magnesio, potasio, vitamina C y otros nutrientes. Un estudio descubrió que la fibra en los higos está asociada con la reducción de la presión sistólica de la sangre. Los higos también contienen vitamina B6, la cual se ha descubierto que ayuda a las mujeres a hacerle frente a la tensión premenstrual.
Los científicos japoneses dicen que han aislado el componente anticancerígeno del higo, un químico llamado benzaldehido. Después de una prueba exitosa con animales, los investigadores japoneses comenzaron a tratar a pacientes con cáncer con derivados del higo. Aseguran que los resultados son dramáticos. De los 55 pacientes en el grupo de prueba, siete estaban en completa remisión y 29 en remisión parcial. Los investigadores añadieron que las sustancias en el higo, «...demostraron ser más efectivas en tumores malignos en los seres humanos que en tumores en ratones experimentales».
Usted puede comprar higos frescos, secos o enlatados. Los higos frescos varían de amarillo dorado a morados oscuros. Deben ser fragantes y firmes. Evite esos con áreas blandas o manchas marrones, porque eso quiere decir que los higos son viejos. Secos o frescos, se mantienen mejor en el refrigerador. Si compra higos secos, observe qué les han añadido. Algunas personas son alérgicas a los sulfitos usados a menudo para preservar los higos secos y otras frutas secas.
Incluso hoy en el Medio Oriente, la compota de frutas secas es un postre popular. Los higos secos, los albaricoques, y las uvas se ponen a remojar durante la noche, luego se ponen a hervir a fuego lento con una raja de canela y se sirven fríos con una pizca de jugo de limón o de naranja.