Hace 64 años, un presidente de Estados Unidos, Harry Salomón Truman, perpetró el mayor atentado terrorista de la historia, que mató a unos 200,000 seres humanos, en más de un 94% civiles inocentes.
A las ocho y dieciséis minutos con cuatro segundos de la mañana del lunes 6 de agosto de 1945, hora de Japón, una bomba atómica de uranio de 9,000 libras de peso con un poder de destrucción equivalente al de unas 13,500 toneladas de TNT, hizo explosión, a 618 metros de a ltura, sobre el centro de Hiroshima, creando una fuente de calor superior a los 3,000 grados centígrados que mató a unos 130,000 seres humanos, y creó una nube radioactiva que provocó la muerte posterior de unas 70,000 personas más.
El hipocentro proyectado, o sea el punto exacto sobre el cual debía hacer explosión la bomba, era el puente Aioi, en el mero centro de la ciudad, a 40 metros de la Escuela Elemental Honkawa; pero el terrorista nuclear, mayor de la Fuerza Aérea de Estados Unidos Thomas Ferebee, erró el tiro y la bomba hizo explosión, a la misma altura, sobre el Hospital Civil Shima, a 240 metros del puente y a 200 de la escuela. Del hospital no quedaron ni las bacterias y en la escuela murieron –quemados vivos--, segundos, minutos u horas después, casi todos los niños, maestros y empleados. Ellos fueron los afortunados porque los otros se fueron muriendo, lentamente, semanas o meses despues.
A unos tres kilómetros del hospital estaba el Castillo de Hiro shima y el Campo de Ejercicios del Este, cuartel general del Segundo Ejército Japonés, que era el que defendía el extremo suroeste de la isla Honshu y las islas de Kyushu y Shikoku, por las que se suponía que debía llegar la invasión de las tropas estadounidenses a las grandes islas japonesas después de haber ocupado Iwo Jima y Okinawa.
De los 30,000 militares que se hallaban en el castillo y las instalaciones aledañas, murieron unos 600, o sea el 2% de los militares y el 0.4% de las 130,000 personas que murieron aquel día. Se desconoce el número de militares que murieron después por los efectos de la radioactividad, pero se cree que puede haber sido un 5% del total, o sea unos 3,500 de los 70,000 que perecieron de esa forma. De manera que de los 200,000 muertos inmediatos o posteriores, alrededor de 4,100 eran militares o ex-militares, y 195,900 civiles, el 94.8% del total de muertos (cálculo aproximado, no exacto)
El avión B-29 “Enola Gay”, que cargaba la bom ba, volaba a 32,000 pies de altura, o sea era inexpugnable a las baterías antiaéreas, y en Hiroshima había muy pocos aviones cazas, pues los que no habían sido destruidos en los masivos bombardeos que sufrieron todos los aeropuertos japoneses en los meses anteriores, se hallaban, en ese momento, en Tokío, Osaka, Nagoya y otras ciudades del centro de Honshu, la isla en que vivía, y vive, la mayor parte de la población del archipiélago.
La bomba mató a más del 80% de las personas que se hallaban en un radio de 500 metros del hipocentro, o sea del Hospital Shima, al 60% de los que se hallaban de 500 a 1,000 metros, al 40% de los que se hallaban de 1,000 a 2,000 metros, y a un % indeterminado de los que estaban en un radio hasta de cinco kilómetros de la explosión.
De haber explotado la bomba sobre el Castillo de Hiroshima habrían muerto aquel día, al menos, 24,000 militares, entre ellos cientos de altos oficiales, y el sur del Japón hubiese quedado sin defensa mil itar, al menos por varias semanas, para oponese a la proyectada invasión de las tropas yanquis.
Pero no fue así. Los muertos, en su gran mayoría, fueron civiles inocentes … como hoy en Irak, Afganistán y Pakistán, como ayer en Gaza, como antier en Panamá y Vietnam y Santo Domingo, como antes en Filipinas y México y la guerra civil que el imperio se hizo a sí mismo y la masacre de la población nativa del país. La sangrienta beligeranciacontra los no-beligerantes es una característica típica del imperio yanqui.