Por los menos setenta años tengo, y bien vividos, pero mi alma y mi corazón, atrapados todavía en los resquicios de la juventud, se preguntan… ¿Que diablos le sucedió al cuerpo? Al mirarme en el espejo de plata, no reconozco a esa abuela coronada de pelos blancos que me mira de vuelta… ¿Quien es esa que se burla de mi ? La examino de cerca con la esperanza de encontrar en el fondo del espejo a la niña con trenzas y rodillas encostradas que una vez fui, a la joven que escapaba a los vergeles para hacer el amor a escondidas, a la mujer madura y apasionada que dormía abrazada a Rodrigo. Están allí, agazapadas, estoy segura, pero no logro vislumbrarlas. Ya no puedo hacer las mismas cosas que antes, pero no es por falta de ánimo, que eso siempre me ha sobrado, sino por traición del cuerpo. Me faltan fuerzas, me duelen las coyunturas, tengo los huesos helados y la vista cansada y borrosa. Es extraño sentir que el cuerpo se acaba mientras la mente sigue inventando proyectos”
“Inés del alma mía” Isabel Allende
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