Alguna vez el Padre, desde el Reino Eterno,
envió un coro de ángeles para que cantaran una dulce canción a una bella mujer, mientras dormía.
Y descendieron los ángeles y cantaron para ella. Y en el canto le revelaron que el Padre, desde el Reino de Dios le había mandado a regalar el más fino diamante, el más brillante y bello de todos los diamantes.
Los ángeles le comunicaron también, que podía disponerse a encontrar tan bello brillo del diamante.
Empezó ella a buscar el diamante... lo buscaba debajo de las almohadas, debajo de los colchones, debajo de las sábanas.
Lo buscaba en cada rincón del cuarto, en cada rincón de la casa. Lo buscaba en los jardines y en el patio. Lo buscaba y lo buscaba y lo buscaba... y no encontraba el diamante para mostrarlo a su hijo.
Entonces nuevamente descendieron los ángeles y le dijeron: -Dulce niña, el diamante está puesto en el más seguro lugar, donde nadie, nadie, nadie... nadie puede robártelo...
¡El diamante está puesto en tu corazón!. Y esa luz del diamante sale por tus ojos, que tienen el más bello de los brillos y pueden dar la luz al mundo con tu amor.
Si quieres encontrar tu diamante, ve a tu corazón y deléitate con el premio de tu brillo...
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