¿POR QUÉ RECORDAMOS LOS SUEÑOS?
Pablo Orozco Campos me consulta lo siguiente: “¿Por qué cuando dormimos, si se supone que no estamos conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor, sí somos capaces de recordar los sueños (o por lo menos lo hacemos muy a menudo)? Tal es el caso de las famosas cabeceadas. Cuando uno está cabeceando, puede escuchar y está consciente lo que sucede alrededor de uno, pero cuando se despabila, ya no recuerda casi nada de lo que oyó o pasó, mientras cabeceaba.”
En cada caso, participa un nivel diferente de nuestra memoria.
En el primero, se trata de la memoria de largo plazo, la cual es la que nos permite recordar cosas de manera más permanente.
La misma registra todo aquello que, según criterios que suelen ser más intuitivos que racionales, nuestra mente decida que es importante conservar como recuerdos.
Si en un sueño alguna imagen resulta ser muy impactante, puesto nuestra mente no diferencia entre el estado consciente y el inconsciente, imprimirá esa imagen como un recuerdo.
En casos extremos, algunas personas tendrán dificultades, incluso, para decidir si lo que recuerdan fue parte de un sueño o de la realidad.
En el segundo caso, cuando estamos medio dormidos, como no ingresamos del todo a la inconsciencia, sino que nos sumimos en un estado de semialerta, el sentido de la audición continúa activo casi como si estuviéramos conscientes.
En tal situación, somos perfectamente capaces de distinguir las voces, los sonidos, e incluso seguir, limitadamente, el significado de las conversaciones.
Todo esto es posible del mismo modo que lo es cuando estamos conscientes: los sonidos y palabras son preservados por un momento en la llamada “memoria de corto plazo”, que es una memoria funcional que le da tiempo a la mente para interpretar los datos que ingresan (es algo así como la memoria RAM de las computadoras).
¿Un ejemplo? Traten ustedes de recordar palabra por palabra la primera oración del párrafo inmediatamente superior a este (sin leerla de nuevo, claro)… si son personas promedio, simplemente ya se les habrán olvidado.
Así sucede con el entre sueño del que nos habla don Pablo.