4. La silla
La hija de un hombre le pidió al
sacerdote que fuera a su casa a hacer una oración para su padre que estaba muy
enfermo. Cuando el sacerdote llegó a la habitación del enfermo, encontró a este
hombre en su cama con la cabeza alzada por un par de almohadas. Había una silla
al lado de su cama, por lo que el sacerdote asumió que el hombre sabía que
vendría a verlo.
- "Supongo que me estaba
esperando", le dijo.
- "No, ¿quién es usted?", dijo el
hombre.
- "Soy el sacerdote que su hija
llamó para que orase con usted. Cuando vi la silla
vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo iba a venir a verlo".
- "Oh
sí, la silla", dijo el hombre enfermo. "¿Le importa cerrar la puerta?".
El sacerdote, sorprendido, la
cerró. "Nunca le he dicho esto a nadie, pero... toda mi vida la he pasado sin
saber cómo orar. Cuando he estado en la iglesia he escuchado siempre al respecto
de la oración, que se debe orar y los beneficios que trae, etc., pero siempre
esto de las oraciones me entró por un oído y salió por el otro, pues no tengo
idea de cómo hacerlo. Por ello hace mucho tiempo abandoné por completo
la oración.
Esto ha sido así en mí hasta hace unos cuatro años, cuando
conversando con mi mejor amigo me dijo: "José, esto de la oración es simplemente
tener una conversación con Jesús. Así es como te sugiero que lo hagas... Te
sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente tuyo
, luego con fe mira a Jesús sentado delante tuyo. No es algo alocado el
hacerlo, pues Él nos dijo 'Yo estaré siempre con ustedes'. Por lo tanto, le
hablas y lo escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo conmigo ahora
mismo".
José continuó hablando: "Es así
que lo hice una vez y me gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas
diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver mi
hija, pues me internaría de inmediato en la casa de los locos".
El sacerdote sintió una gran
emoción al escuchar esto y le dijo a José que era muy bueno lo que había estado
haciendo y que no cesara de hacerlo, luego hizo una oración con él, le extendió
una bendición, los santos óleos y se fue a su parroquia.
Dos días después, la hija de José
llamó al sacerdote para decirle que su padre había fallecido. El sacerdote le
preguntó: "¿Falleció en paz?". "Sí", respondió la hija. "Cuando salí de la casa
a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo a su cama. Me dijo lo mucho
que me quería y me dio un beso. Cuando regresé de hacer compras una hora más
tarde ya lo encontré muerto. Pero hay algo extraño al respecto de su muerte,
pues aparentemente justo antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado
de su cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré. ¿Qué cree usted
que pueda significar esto?".
El sacerdote se secó las lágrimas
de emoción y le respondió: "Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera".
Autor desconocido.