Cuarta anécdota
Un hombre trabajaba en una fábrica distante, a
la cual llegaba todos los días en autobús. En una de las paradas subía una
señora anciana, que siempre se sentaba junto a la ventana.
Ella abría la bolsa, sacaba un
paquetito y se pasaba todo el viaje arrojando alguna cosa para
fuera.
La escena siempre se repetía y un día,
curiioso, el hombre le preguntó qué arrojaba por la
ventana.
- Tiro semillas. Respondió ella.
- ¿Semillas? ¿Semillas de qué?
- De flores. Es que veo para afuera y la calle
está tan vacía... Me gustaría poder viajar viendo flores coloridas por todo el
camino. ¡Cuán bello sería!
- Pero las semillas caen sobre el asfalto, son
aplastadas por las ruedas de los carros, devoradas por los pájaros… ¿Cree usted
señora, que las semillas germinarán a la orilla de la carretera?
- Así es, hijo mío. Aunque muchas se pierdan,
algunas acaban cayendo en la tierra y con el tiempo van a brotar.
- Aún así... Demorarán en crecer... Necesitan
agua...
- Ah, yo hago mi parte. Siempre hay días de
lluvia. Y si alguien arroja las semillas, las flores nacerán.
Diciendo ésto, se dió
vuelta hacia la ventana y recomenzó su trabajo.
El hombre descendió luego más adelante,
pensando que la señora ya estaba senil.
Un tiempo después, en el mismo autobús, el
hombre al mirar para afuera percibió flores en la orilla del camino
... Muchas flores... ¡El paisaje colorido, perfumado y lindo!
Se acordó entonces de aquella señora. La buscó
en vano. Le preguntó al chofer, que conocía a todos los pasajeros de
viaje.
¿La viejecita de las semillas?.... pues, murió
hace cerca de un mes.
El hombre se volvió a su lugar y continuó
mirando el paisaje florido por la ventana.
Pensó: Quién diría, las flores han
brotado! ¿Pero de qué le valió su trabajo? Murió y no pudo ver toda
esta belleza.
En ese instante oyó las risas de una criatura.
En el asiento de enfrente, una niña señalaba por la ventana,
entusiasmada:
- ¡Mira qué lindo! Cuántas flores por el
camino. ¿Cómo se llaman aquellas...?
Entonces el hombre entendió que aunque aquella
señora no estaba ahí para ver lo que había hecho, hizo su parte, dejó su marca,
la belleza para la contemplación y la felicidad de otras personas.
Al día siguiente, el hombre subió al autobús,
se sentó junto a la ventana, sacó un paquetito de semillas del
bolso... Y así dió continuidad a la Vida, sembrando con entusiasmo
y alegría sus semillas...
El futuro depende de nuestras acciones
presentes. Y si sembramos buenas semillas, los frutos serán igualmente
buenos.
¿Has pensado en sembrar algunas
semillas?