¿Nunca les ha pasado que, a pesar de que alguna vez dijeron que no harían algo al final terminaron haciéndolo? O ¿le ha ocurrido eso a alguna persona a su alrededor?
La cuestión es que la vida da muchas vueltas y nunca podemos saber lo que nos depara el destino (lo que nos espera en el futuro). Es posible que hoy pensemos que nunca haríamos una determinada cosa, pero al final, por cosas de la vida, la terminemos haciendo. Por eso más vale no decir nunca que no vamos a hacer algo.
Con esta frase, que en su forma completa es nunca digas de esta agua no beberé por muy turbia que esté, precisamente se hace alusión a ese hecho de cambiar rotundamente de opinión ante una creencia o una sentencia anteriormente dicha. Es posible que hoy tengamos agua suficiente como para poder prescindir del agua ajena, un agua turbia de la que hoy no beberán jamás. Pero, ¿que ocurriría si no hubiese más agua que esa? Pues que para sobrevivir tendríais que terminar bebiendo de ella, por lo que, para no incumplir su palabra, lo mejor es no prometer cosas que no sabes con seguridad si podréis o no cumplir porque no se sabe lo que sucederá el día de mañana.
La Biblia, en la parte en la que se relatan las últimas horas de la vida de Jesucristo, se dijo que éste predijo que el apóstol Pedro, antes de que cantase el gallo (antes de que amaneciese), le habría negado tres veces (negar a alguien es decir que no le conoces, que no tienes nada que ver con él). Pedro le dijo a Jesús que eso no era posible, que el jamás haría tal cosa, pero lo cierto es que así fue y antes de que cantase el gallo (símbolo del momento en el que amanece) efectivamente Pedro había negado a Jesús 3 veces.
¿Lo ven? Pues eso, que la vida da muchas vueltas y nunca se puede decir que de esta agua no beberé.