Dato comprobado incluso por la policía filipina: cuando Manny Pacquiao disputa peleas importantes, el crimen baja prácticamente a cero en Filipinas, pues los criminales se quedan observando el combate. Lo mismo se ha afirmado de varios deportes de gran arrastre popular, cuando en los mismos se escenifican encuentros de gran atractivo.

El jugador de fútbol certificado como el que más goles anotó en la historia es el brasileño Arthur Friendenreich, con 1329 goles en su carrera (la cifra es disputada, pero sí se sabe que en todo caso su producción goleadora superó a la del mítico Pelé, quien estaría en segundo lugar), que se prolongó durante las décadas de 1900 (su carrera comenzó en 1909), 10, 20 y 30 (se retiró en el 35, ya cuarentón). Fue el primer jugador al que internacionalmente se le llamó “rey del fútbol”, aunque nunca pudo disputar un Mundial. También se sabe que fue el inventor del tiro con comba, que hoy forma parte del repertorio de los grandes futbolistas del mundo, y de muchos de los regates y movimientos con la pelota que se convirtieron en fundamentos del actualmente llamado jogo bonito, ni más ni menos el fundador de la identidad futbolera del Brasil que tanto admiramos (o admirábamos). Se cuenta que era igual de hábil con las dos piernas, que con ambas disparaba con mucha potencia, y que nunca en su carrera falló un penal. También se le reconoce como el goleador con mejor promedio (goles por partido) hasta ahora. Era mulato, y como en aquellos tiempos en el fútbol brasileño había gran discriminación contra cualquier jugador de color, Friendenreich se embadurnaba el pelo de brillantina y se ponía una red para alisárselo y se cuenta (aunque puede que sea más bien una leyenda urbana) que cubría el cuerpo con polvo de arroz, para parecer más blanco y así no ser expulsado de la selección brasileña que ganó su primer trofeo internacional, el Suramericano de 1919, donde Brasil le ganó a Uruguay con un gol suyo. Justamente ese partido fue el que convirtió al fútbol en deporte de primera plana entre la prensa brasileña, que antes lo relegaba a pequeñas notas en rincones casi invisibles de las crónicas deportivas. Lo que sucedió fue que el presidente de entonces había decretado que en la selección de Brasil sólo podían incorporarse jugadores blancos, justificando su aberrante mandato con el argumento de que incluir “negritos” en el seleccionado sería motivo de burla por parte de las restantes selecciones. Ni más ni menos. Aunque la FIFA no le reconoce sus 1329 goles por no haber registros oficiales (los registros en que se basa la cifra son sobre todo fichas muy completas que llevaba su padre), sí que le reconoce haber convertido 354 goles en 323 partidos, siendo así el mejor de los únicos tres futbolistas suramericanos en tener un promedio mayor a un gol por partido.