Habían dejado de verlo, ahora miraban
el sendero que dejó tras ella.
Podía ver como la brisa movía las flores,
su olor aún seguía allí.
Volvió a mirar el camino delante de ella,
buscó pero sus huellas no estaban.
Reclinada sobre la pared, aspiraba aquel olor,
se decidió y empezó a caminar.
Sus pisadas errantes levantan el polvo del camino,
ella tiene su vista puesta en aquel horizonte
que puede distinguir a lo lejos.
Ahora tiene nuevas fuerzas, encontró sus pisadas.
Sabe que aquel es el rumbo que debe seguir.
Allí hay unos brazos que la esperan.
Conchita