¿Qué tienes mujer, que lloras
con tan grande sentimiento?
Me preguntò mi conciencia
atribulada por dentro.
Yo me quede pensativa
buscando que contestarle,
pero me ganó el dolor
al recordar mis pesares.
¡Vamos! -Me dijo impaciente-,
no hay pena en esta vida
que no la cure el olvido,
yo he venido aquí ahora,
a analizarla contigo.
No hay nada que analizar,
le conteste en un murmullo,
el hecho de haber parido
no me concede el derecho
de exigirle su cariño.
Ni a ella le obliga nunca
a amarme sin condición,
que si falle como madre,
¡le concedo la razón!.
Mi voz se quebrò en ese instante,
y la mudez me invadió,
mis ojos enceguecieron…
¡el llanto los dominò!
Quise tomar la conciencia,
llevarla a mi corazón
y adentrarla en mi pena,
pero el dolor tan intenso
nuevamente lo impidió.
Y asì me quedè a oscuras,
sin luz de conciencia en mi alma,
sin vida en mi corazón,
ni cordura en mi razón.
Con amor…
flaquita